La rendición de esta dirigencia opositora ha sido un largo proceso que comenzó con la aceptación de la Constitución de 1999 y todas sus consecuencias. Al lograr reconocimiento a su Constitución por parte de esa oposición, Chávez aseguraba no solo que participara en todos los procesos electorales, sino además el compromiso de aceptar sus resultados, buenos y malos.
Peleando dentro de las reglas del Estado chavista no ha sido, ni será, posible lograr resultados distintos de los ya conocidos. Y es que esa fue la victoria política más importante que Chávez haya logrado en vida: que sus adversarios acepten las reglas de juego de un modelo que no les favorece, pero que, de alguna forma, mantiene viva la ilusión de algún día poder ganar. Es una fórmula muy usada en los regímenes totalitarios de izquierda que, al igual que la dictadura chavista, se ufanan de hacer elecciones todos los años.
Aceptar participar política y electoralmente en este sistema viciado, sin ni siquiera intentar cambiarlo, es el equivalente a una rendición. Así, Chávez ganaba esa guerra “justamente” antes de que iniciara.
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