Me mantuve aislada del proceso electoral que se desarrolló recientemente para elegir a los gobernadores, pues siempre consideré que pedir votos como un acto de fe era absurdo, que esas elecciones eran un engaño; porque aun ganando todas las gobernaciones no se resolverían los problemas que denunciaban los candidatos, sin contar que jamás vi a ninguno de ellos presentar un compromiso real, firme y decidido de lucha contra la dictadura. Pero especialmente, porque sabía que al iniciarse el proceso de inscripciones y campaña, todos distraerían su atención de la verdadera lucha, la social, para dedicarse simplemente a lo electoral. Y así llegamos a finales de Octubre con la inflación disparada como nunca, con mayores índices de desabastecimiento, con 280 mil niños en riesgo de muerte por desnutrición (según denuncia de Cáritas), sin que ningún referente político haya dado prioridad a lo social y los problemas reales de los venezolanos antes que a lo electoral.
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