“Érase un país muy rico, tan rico, tan rico que supo lograr lo que ningún otro hasta ahora conocido, convirtió su extraordinaria fortuna en lamento y desgracia para su gente. Solo los magos de su corte sabían el secreto y lo guardaron con tanto celo que hasta la fecha se considera como arcano único de los gerifaltes de la cofradía llamada PSUV”. Así podría comenzar cualquier historia futura que haya de intentar un dibujo del paisaje desolado que va constituyendo el erial venezolano.
Solo escribir sobre la progresiva, aparentemente indetenible destrucción de ese país que otrora fue destino de millones de personas de bien que llegaban a esas tierras como quien llega al final del arcoíris y con su trabajo y esfuerzo conocieron la cara a la prosperidad y lograron abrazar al progreso, nos hunde en la desconsolada tristeza que genera tomar conciencia de que el pasado no tiene reparo, el pasado está allí para siempre, y lo peor es que solo se construye futuro a partir de él.
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