Confieso ser cobarde a la hora de encarar los horrores del régimen de Maduro. La imagen del niño de 12 años con menos de 11 kg. de peso que murió de inanición, la del joven Vallenilla fusilado a sangre fría por un miserable soldado cuando ejercía su derecho a la protesta pacífica, los relatos de torturas y tratos viles a estudiantes presos y tantos más, me aplastan. Trato de evitar los detalles de cada nuevo vejamen. Porque son demasiados, muchísimos. Ahora son los miles de compatriotas que, a diario, huyen del hambre a pie por carreteras de países hermanos, muchas veces con niños, pero siempre sin dinero....
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