«Pueblos originarios». Así los bautizó Hugo Chávez, que de la boca para afuera les profesaba todo el amor del mundo y hasta decía que él tenía raza indígena en sus venas. Su sucesor expresa el amor a las tribus venezolanas de una manera más esperpéntica, como solo él y sus amigotes saben hacerlo, erigiendo un espantoso indio de metal en medio de la autopista conocida como Francisco Fajardo. Es una obra mal concebida, hecha por un supuesto artista que no sabe de proporciones del cuerpo humano. Pero ese adorno y el cambio de nombre de la vía a Gran Cacique Guaicaipuro es lo de menos.....
EN: https://www.elnacional.com/opinion/no-los-quieran-tanto/
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