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Edición elaborada por el Consejo Editorial de Laceiba.
El regalo
En Laceiba siempre dijimos que Maduro, muy gustoso, aceptaría a los migrantes, al Tren de Aragua y a todos los deportados, incluso de cualquier nacionalidad, con tal de recibir un gesto, un guiño de las autoridades de los Estados Unidos, del “imperio maluco” que suele aparecer en la propaganda del régimen.
El premio, como lo reconoce el propio Grenell, fue la presencia de un enviado de Trump en Miraflores, un “regalo” según afirma el alto funcionario.
El regalo, por lo visto, debe haber regocijado mucho al dictador dado que ahora nos enteramos, por el presidente Trump, que el propio Maduro costeará el traslado de los deportados.
Suponemos que, para ello, echará mano de los ingresos que ha obtenido por el funcionamiento del “modelo Chevron” o con la economía negra e ilícita que auspicia junto a aliados rusos, iraníes y unos cuantos más del eje del mal.
Maduro, la “mala influencia”
Esto nos lleva a tomar nota de la declaración del CEO de Chevron, quien asegura que la presencia de la compañía en Venezuela aleja" la influencia rusa y china.
Sin pretender una polémica con tal afirmación, es elocuente que, al margen de Chevron, mientras estén Maduro y su banda en el poder se mantendrán y aumentarán la influencia rusa, iraní, cubana, nicaragüense, de la narcoguerrilla y pare de contar.
Eso es tan pero tan claro como que, de la misma manera, mientras Maduro siga en Miraflores, todas las crisis que se cruzan en Venezuela, incluida la migratoria, se mantendrán y retroalimentarán.
Aunque parezca obvio, sería bueno recordar que la mala influencia es la presencia de Maduro. Cuando se restituya la democracia, las otras malas influencias desaparecerán.
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