MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
lunes 11 de febrero de 2013 12:00 AM
El venezolano que de buena creyó descubrir en este gobierno un itinerario político que lo conduciría a un mejor nivel de vida, no le queda otra que avenirse, por ahora, con el proceso de frustración generado por la ineficacia, falsedad y corrupción. El arte de la mentira propiciado por el jefe irá perdiendo vigor en proporción a la inseguridad pública y la tendencia de crecimiento negativo instituido por esta farsa gubernativa. La utopía naufragante no se destaca precisamente por instaurar una "Nueva Patria progresista" sino un país semejante a Uribana en todos los ámbitos de la vida nacional. Veamos.
Las cárceles en todas las naciones del mundo tienen el fundamental propósito de confinar en espacios limitados a los que deniegan del orden establecido o de sociópatas consagrados a la transgresión y el crimen. En otras palabras, retirarlos de las calles para garantizar la seguridad pública. En Uribana y otras cárceles del país no ha sido así. Los confinados se han transformado en entes más peligrosos dentro de las prisiones que fuera de ellas pues en esos centros de extorsión disponen de rutilantes armas de guerra, modernos medios de comunicación, apoyo logístico y otras comodidades que no tenían afuera. La flamante ministro, por su parte, se regodeaba por haber resuelto la matanza de Uribana en armonía mientras culpaba a la cuarta por, entre otras perlas, haber levantado penales en suelos inadecuados. Ahora plantea aligerar esos espacios redimiendo a los reclusos. ¡Por Dios!
El patrón de Uribana también se ha instituido fuera de los recintos carcelarios. Miembros de un colectivo del 23 de Enero que asesinaron públicamente a tres jóvenes dentro de sus viviendas e incluso aventaron a uno de ellos desde el piso once, lo hicieron a la brava y portando armas de guerra sin preocuparse por encubrir sus rostros ni identidades. Aún más, ese escuadrón de la muerte exhibió un listado con los nombres de 12 moradores de la zona juzgados en sumario que correrían la misma suerte de los tres condenados a muerte. ¿Es o no el país de Uribana?
El país de Uribana también impera en las vías públicas. No obstante la trágica cifra de conductores fallecidos y heridos cada mes, secuela de la anarquía, sigue el titubeo de las autoridades ante las fragrantes violaciones de la ley por parte de los numerosos motorizados que se incorporan al tránsito diario. La autoridad, por su parte, no se le ocurre mejor idea que habilitar a fogosos fiscales para atajar y multar a los conductores que no lleven el cinturón de seguridad o estén hablando por teléfono. ¿Qué pasa con las unidades de transporte masivo que carecen de este artilugio?
Asimismo en el país de Uribana se ha corrompido el necesario orden urbano. Es el descomedimiento más grave de todos porque lo genera el mismo Estado. No se trata de ranchos erigidos por desamparados en cualquier solar para guarnecerse en precarios techumbres. No. El gobierno confisca terrenos privados e invade zonas protegidas para edificar módulos estructurales sin los servicios básicos y en desacato a las normas municipales y estatales como zonificación, limitantes sísmicas, factibilidad vial, porcentajes de construcción, retiros, estacionamientos, entre otros.
Ya nada nos asombra. Una nación sin presidente; regentes de un Congreso que convierten la casa de las leyes en un recinto botiquinesco; un TSJ que adecua las sentencias a las señas del autócrata; una Fiscalía que no sindica a delincuentes pero hostiga a "los contrarios"; una Contraloría que nada controla; una Defensoría que sólo defiende a oficialistas; militares activos participando en la política ordinaria; refuerzan la configuración del país de Uribana.
El régimen desprecia la ley porque no cree en las pautas de la democracia. Está privando el instinto autocrático por encima de la fidelidad republicana. Para el jefe es "muy cómodo", no importa que más destructivo, acogerse al país de Uribana que a la supremacía de la Constitución. ¿Cuánto más podrá soportar el país este proceso de descomposición que nos lleva a la decadencia?
Las cárceles en todas las naciones del mundo tienen el fundamental propósito de confinar en espacios limitados a los que deniegan del orden establecido o de sociópatas consagrados a la transgresión y el crimen. En otras palabras, retirarlos de las calles para garantizar la seguridad pública. En Uribana y otras cárceles del país no ha sido así. Los confinados se han transformado en entes más peligrosos dentro de las prisiones que fuera de ellas pues en esos centros de extorsión disponen de rutilantes armas de guerra, modernos medios de comunicación, apoyo logístico y otras comodidades que no tenían afuera. La flamante ministro, por su parte, se regodeaba por haber resuelto la matanza de Uribana en armonía mientras culpaba a la cuarta por, entre otras perlas, haber levantado penales en suelos inadecuados. Ahora plantea aligerar esos espacios redimiendo a los reclusos. ¡Por Dios!
El patrón de Uribana también se ha instituido fuera de los recintos carcelarios. Miembros de un colectivo del 23 de Enero que asesinaron públicamente a tres jóvenes dentro de sus viviendas e incluso aventaron a uno de ellos desde el piso once, lo hicieron a la brava y portando armas de guerra sin preocuparse por encubrir sus rostros ni identidades. Aún más, ese escuadrón de la muerte exhibió un listado con los nombres de 12 moradores de la zona juzgados en sumario que correrían la misma suerte de los tres condenados a muerte. ¿Es o no el país de Uribana?
El país de Uribana también impera en las vías públicas. No obstante la trágica cifra de conductores fallecidos y heridos cada mes, secuela de la anarquía, sigue el titubeo de las autoridades ante las fragrantes violaciones de la ley por parte de los numerosos motorizados que se incorporan al tránsito diario. La autoridad, por su parte, no se le ocurre mejor idea que habilitar a fogosos fiscales para atajar y multar a los conductores que no lleven el cinturón de seguridad o estén hablando por teléfono. ¿Qué pasa con las unidades de transporte masivo que carecen de este artilugio?
Asimismo en el país de Uribana se ha corrompido el necesario orden urbano. Es el descomedimiento más grave de todos porque lo genera el mismo Estado. No se trata de ranchos erigidos por desamparados en cualquier solar para guarnecerse en precarios techumbres. No. El gobierno confisca terrenos privados e invade zonas protegidas para edificar módulos estructurales sin los servicios básicos y en desacato a las normas municipales y estatales como zonificación, limitantes sísmicas, factibilidad vial, porcentajes de construcción, retiros, estacionamientos, entre otros.
Ya nada nos asombra. Una nación sin presidente; regentes de un Congreso que convierten la casa de las leyes en un recinto botiquinesco; un TSJ que adecua las sentencias a las señas del autócrata; una Fiscalía que no sindica a delincuentes pero hostiga a "los contrarios"; una Contraloría que nada controla; una Defensoría que sólo defiende a oficialistas; militares activos participando en la política ordinaria; refuerzan la configuración del país de Uribana.
El régimen desprecia la ley porque no cree en las pautas de la democracia. Está privando el instinto autocrático por encima de la fidelidad republicana. Para el jefe es "muy cómodo", no importa que más destructivo, acogerse al país de Uribana que a la supremacía de la Constitución. ¿Cuánto más podrá soportar el país este proceso de descomposición que nos lleva a la decadencia?
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