TRINO MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
lunes 11 de marzo de 2013 12:00 AM
Sobrevivirá el chavismo a la ausencia de un líder carismático, con voluntad de hierro y un apetito insaciable de poder, como el Presidente fallecido; o sucumbirá ante las contradicciones internas y la manifiesta opacidad de sus sucesores?
Para responder esta interrogante hay que imaginarse lo que podría suceder en los comicios presidenciales que deben realizarse en fecha cercana. Si en esas elecciones triunfara el candidato del Gobierno -Nicolás Maduro, según la expresa voluntad del caudillo-, el régimen se mantendrá cohesionado, aunque con cambios en su conducción. Los intereses prevalecerán sobre las diferencias. Si el aspirante pierde, cosa que podría ocurrir, eventualmente se abriría una grieta profunda en el chavismo. Se dividiría entre las facciones existentes: los pro cubanos civiles liderados por Maduro; y los críticos de Cuba, con predominio militar, encabezados por Diosdado Cabello. No habría un solo chavismo, sino varios, igual que en el peronismo.
Suponiendo que Maduro obtuviera la victoria, ¿cuáles rasgos del régimen se mantendrán? El carácter populista persistirá; es intrínseco a su naturaleza. El papel protagónico de los militares es otro componente que permanecerá y, posiblemente, se acentúe. La debilidad estructural de los herederos requiere la tutela castrense. Constituye el oxígeno de esa atmósfera. Será ese un régimen militar-cívico, aunque sea un civil quien lo presida.
¿Cuáles aspectos cambiarán? El sesgo extremadamente ideológico se modificará. Chávez era un ideólogo, movido por ideas fijas acerca del modelo socioeconómico y sociopolítico que quería implantar. Este ideal engendró los numerosos problemas que hoy se observan. A partir de ahora, el Gobierno tendrá que ser más pragmático por la cantidad de dificultades prácticas que debe resolver: inflación, escasez, desabastecimiento, inseguridad, caída de la producción petrolera. No hay mucho tiempo para estar ocupándose de la construcción del socialismo del siglo XXI y del Estado Comunal. Estas eran las preocupaciones de Chávez, quien quería "refundar la República" y sustituir el capitalismo por el socialismo. Los retos de los nuevos gobernantes son más terrenales. Están obligados a garantizar la gobernabilidad.
El mandatario que sustituya a Chávez será menos caudillista y personalista. La falta de magnetismo personal tendrá que ser sustituida con la consulta permanente al entorno partidista. Se moverá con un estilo de conducción más colectivo, en el cual se incorporarán las voces de otros actores, entre ellos gobernadores con peso específico como Francisco Arias C. y José G. Vielma Mora. Se tomará más en cuenta a otros gobernantes regionales y podría dársele continuidad al Consejo Federal de Gobierno, organismo que se reúne solo espasmódicamente.
La vocación expansionista del socialismo del siglo XXI también sufrirá cambios, sobre todo recortes. La necesidad de concentrarse en los asuntos internos, determinará que el Gobierno no disponga de tiempo ni recursos para andar en aventuras que signifiquen el fortalecimiento del ALBA o la promoción de acuerdos internacionales dirigidos a contrarrestar el peso de Estados Unidos en América Latina.
¿Cuáles rasgos se atenuarán? La presencia de los cubanos y de los hermanos Castro se reducirá, aunque sea Maduro quien triunfe. Chávez mantuvo una relación cuasi enfermiza con el dúo que martiriza a la isla caribeña desde hace cincuenta y cuatro años. El costo para Venezuela de esa conexión ha sido demasiado alto. El país lo ha pagado con menos inversión en educación, salud, infraestructura. El flujo tendrá que mermar porque puede costarle demasiado caro al Gobierno.
El esquema intervencionista también se moderará. El pragmatismo al que se verán obligados los mandatarios para sobrevivir, disminuirá el peso de burócratas anacrónicos como Giordani, eterno protegido de Chávez. La resolución de los cuellos de botella de la economía y las finanzas, demanda la presencia de funcionarios con un sentido de realidad más aguzado. No resulta insensato imaginar que se produzca un acercamiento con los empresarios privados, sin cuya participación es imposible resolver las enormes carencias existentes.
El país espera cambios significativos en la conducción de los asuntos públicos. El Gobierno que se instale después de las elecciones deberá atender las principales dificultades nacionales para subsistir. La oposición tendrá que actuar para que las reformas se produzcan.
Para responder esta interrogante hay que imaginarse lo que podría suceder en los comicios presidenciales que deben realizarse en fecha cercana. Si en esas elecciones triunfara el candidato del Gobierno -Nicolás Maduro, según la expresa voluntad del caudillo-, el régimen se mantendrá cohesionado, aunque con cambios en su conducción. Los intereses prevalecerán sobre las diferencias. Si el aspirante pierde, cosa que podría ocurrir, eventualmente se abriría una grieta profunda en el chavismo. Se dividiría entre las facciones existentes: los pro cubanos civiles liderados por Maduro; y los críticos de Cuba, con predominio militar, encabezados por Diosdado Cabello. No habría un solo chavismo, sino varios, igual que en el peronismo.
Suponiendo que Maduro obtuviera la victoria, ¿cuáles rasgos del régimen se mantendrán? El carácter populista persistirá; es intrínseco a su naturaleza. El papel protagónico de los militares es otro componente que permanecerá y, posiblemente, se acentúe. La debilidad estructural de los herederos requiere la tutela castrense. Constituye el oxígeno de esa atmósfera. Será ese un régimen militar-cívico, aunque sea un civil quien lo presida.
¿Cuáles aspectos cambiarán? El sesgo extremadamente ideológico se modificará. Chávez era un ideólogo, movido por ideas fijas acerca del modelo socioeconómico y sociopolítico que quería implantar. Este ideal engendró los numerosos problemas que hoy se observan. A partir de ahora, el Gobierno tendrá que ser más pragmático por la cantidad de dificultades prácticas que debe resolver: inflación, escasez, desabastecimiento, inseguridad, caída de la producción petrolera. No hay mucho tiempo para estar ocupándose de la construcción del socialismo del siglo XXI y del Estado Comunal. Estas eran las preocupaciones de Chávez, quien quería "refundar la República" y sustituir el capitalismo por el socialismo. Los retos de los nuevos gobernantes son más terrenales. Están obligados a garantizar la gobernabilidad.
El mandatario que sustituya a Chávez será menos caudillista y personalista. La falta de magnetismo personal tendrá que ser sustituida con la consulta permanente al entorno partidista. Se moverá con un estilo de conducción más colectivo, en el cual se incorporarán las voces de otros actores, entre ellos gobernadores con peso específico como Francisco Arias C. y José G. Vielma Mora. Se tomará más en cuenta a otros gobernantes regionales y podría dársele continuidad al Consejo Federal de Gobierno, organismo que se reúne solo espasmódicamente.
La vocación expansionista del socialismo del siglo XXI también sufrirá cambios, sobre todo recortes. La necesidad de concentrarse en los asuntos internos, determinará que el Gobierno no disponga de tiempo ni recursos para andar en aventuras que signifiquen el fortalecimiento del ALBA o la promoción de acuerdos internacionales dirigidos a contrarrestar el peso de Estados Unidos en América Latina.
¿Cuáles rasgos se atenuarán? La presencia de los cubanos y de los hermanos Castro se reducirá, aunque sea Maduro quien triunfe. Chávez mantuvo una relación cuasi enfermiza con el dúo que martiriza a la isla caribeña desde hace cincuenta y cuatro años. El costo para Venezuela de esa conexión ha sido demasiado alto. El país lo ha pagado con menos inversión en educación, salud, infraestructura. El flujo tendrá que mermar porque puede costarle demasiado caro al Gobierno.
El esquema intervencionista también se moderará. El pragmatismo al que se verán obligados los mandatarios para sobrevivir, disminuirá el peso de burócratas anacrónicos como Giordani, eterno protegido de Chávez. La resolución de los cuellos de botella de la economía y las finanzas, demanda la presencia de funcionarios con un sentido de realidad más aguzado. No resulta insensato imaginar que se produzca un acercamiento con los empresarios privados, sin cuya participación es imposible resolver las enormes carencias existentes.
El país espera cambios significativos en la conducción de los asuntos públicos. El Gobierno que se instale después de las elecciones deberá atender las principales dificultades nacionales para subsistir. La oposición tendrá que actuar para que las reformas se produzcan.
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