La cuna del anticastrismo
permanece dividida frente al anuncio de Obama
La bomba
política que ha supuesto el anuncio de que Estados Unidos va a restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba ha alterado la vida de
Miami, la ciudad anticastrista por excelencia. Un día después del inesperado
anuncio, la noticia seguía alimentando las tertulias de la radio y los
corrillos a lo largo de la Calle Ocho, el corazón de la Pequeña Habana.
Pero las
opiniones a favor y en contra estaban muy igualadas. Y de los escasos manifestantes
que se apresuraron a protestar por el anuncio del presidente Barack Obama ya no había ni rastro, ni
siquiera ante el restaurante Versailles, tradicional corazón del anticastrismo
en la ciudad estadounidense.
Eso sí,
allí seguía sin haber —como en buena parte de Miami— otro tema de conversación
entre los que esperaban su turno para tomarse el café cubano —bien cargado de
azúcar y en taza pequeña— con el que arrancar la jornada.
Ibrahim
Reyes, un cubano de 76 años que abandonó la isla en 1967, lo discutía
animadamente con Julio Planas, de 72 años y que lleva 40 sin pisar Cuba, ni
siquiera cuando en 2012 falleció su madre. "No he ido ni iré, por
principio", aseguró.
De lo más
suave que tenían que decir de Obama es que es "un filocomunista" y
"un traidor" al mando de un Partido Demócrata que también está, según
Reyes, "a un paso" del comunismo. Tampoco los presidentes
republicanos salían mucho mejor parados. Todos, afirman estos viejos exiliados
cubanos, les han "traicionado" pese a las promesas de que lograrían
acabar con el régimen de los Castro. "Todo han sido traiciones. Todo han
sido mentiras de todos los presidentes", zanjó Planas.
Sus
esperanzas, decían, están ahora en el Congreso, donde esperan que actúen los
legisladores cubano-estadounidenses como el senador republicano Marco Rubio o el demócrata Bob Menéndez, así como los congresistas Ileana Ros-Lehtineno Mario Díaz-Balart. Ninguno de ellos ha dudado en denunciar la
decisión de Obama como una "victoria para los gobiernos opresores del
mundo" y todos han prometido luchar contra las medidas del presidente, que
quiere entre otros abrir una embajada en La Habana.
"Vamos
a ver el Congreso, qué puede hacer para frenar" a Obama, suspiraba aunque
sin mucha convicción Reyes.
Su charla
se vio interrumpida por unos jóvenes que pasaron por delante del café en una
camioneta y que, sin detenerse, lanzaron un "¡Viva Obama!" en español
que no fue nada bien recibido por los clientes del Versailles. Pero la anécdota
es una muestra de la división de opiniones en una ciudad cuya población de
origen cubano está experimentando un cambio profundo.
Porque el
Miami de 2014 no es el Miami que el verano de 2006 salió a las calles a celebrar la enfermedad de Fidel Castro ni el que, en 2000, arropó
a la familia del "balserito" Elián González, el niño cubano rescatado del
mar en el que se ahogó su madre tratando de llegar a EE UU y que se convirtió
en el centro de una batalla por su custodia que involucró al mismísimo Fidel
Castro.
El Miami
de hoy es una ciudad donde hasta el exilio cubano se va transformando. A los
más mayores aún les cuesta, aunque existen excepciones interesantes como la del
magnate del azúcar Alfonso Fanjul, quien a comienzos de año aseguró que no descarta volver a invertir en la isla que su familia abandonó
tras la revolución cubana, dejando atrás su imperio azucarero.
Pero el
cambio más fundamental, coinciden los expertos, es el que se está dando en las
generaciones de cubano-americanos más jóvenes, aquellos recién llegados o
descendientes de exiliados ya nacidos en EE UU y con más curiosidad por la isla
de la que proceden que ganas de ajustar cuentas.
Un sondeo
del Instituto de Investigación Cubano de la Universidad Internacional de
Florida refleja esta evolución: mientras que la media de los
cubano-estadounidenses de Miami que se oponen al embargo a la isla es del 52%,
entre los jóvenes de 18 a 29 años la cifra se dispara al 62%. También entre los
llegados más recientemente a EE UU desde Cuba la oposición al embargo es mayor:
un 58 por ciento de los encuestados que salieron de la isla después de 1995
dijo estar en contra del bloqueo económico y comercial.
Luis
Acosta está en esa franja de la población cambiante. Dejó Cuba hace 16 años,
cuando tenía 26. Ahora trabaja en una tienda de 'Todo a un dólar' en la Calle
Ocho, a apenas unas cuadras del Versailles. La distancia ideológica no podría,
sin embargo, ser mayor.
"Una maravilla, estoy
contento. A mí no me interesan ni Raúl ni Fidel, lo que me interesa es el
pueblo y (con las nuevas medidas) estamos esperando que su situación mejore",
aseguró sobre el cambio de política de Obama. "Y que vaya más allá",
reclamó.
Vía El País.
España
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