Thursday, September 10, 2015

El proceso a Leopoldo K

EN: http://www.elnacional.com/ramon_escovar_leon/proceso-Leopoldo_0_698930243.html

“Alguien debía de haber calumniado a Josef K, porque, sin haber hecho nada malo, fue detenido una mañana”, es la frase inicial de la novela El proceso de Franz Kafka, quien, además de gran escritor, había obtenido su título de abogado en 1906, lo que le permitió entender conceptos jurídicos que luego sirvieron de base para escribir esta novela. Gracias a la literatura del escritor checo usamos el adjetivo “kafkiano” para describir situaciones incomprensibles, contradictorias, absurdas, incoherentes y siniestras. Por eso, se conoce por “proceso kafkiano” aquel que está lleno de apariencias, con una carga burocrática tal que permite llegar a situaciones aterradoras y que resulta en violaciones de las garantías constitucionales del procesado.
La situación de Josef K, personaje central de El proceso, nos lleva a un laberinto de escenarios incomprensibles que permiten montar un juicio por un delito inexistente, pero que sigue su curso con aparente acatamiento de las formas procesales; sin embargo, poco a poco se convierte en una pesadilla para el acusado. Es que hay una justicia ficticia que permite llevar a cabo un proceso que mantiene un cuidado por las formalidades procesales, por la rutina burocrática, pero que en el fondo es una burla a la justicia misma. Estas situaciones posibilitan dictar sentencias que no responden a la verdad sino a la mentira de quien puede dirigir ese envoltorio que significa el proceso kafkiano. Por eso, en la excelente adaptación de la obra, Orson Welles, una voz en off, advierte al inicio de la película que la lógica de este proceso “solo puede ser la del sueño o la pesadilla”. Esto es lo que ocurre con los juicios absurdos e injustos, producen el mismo terror que las pesadillas, pero por un periodo de tiempo más largo.
El proceso de Josef K no se desarrolla en un sistema judicial dominado por una dictadura, sino en un sistema donde impera el Estado de Derecho, pero en el cual la formalidad procesal y la burocracia judicial pueden llevar a cabo una causa absurda. Ahora bien, en un sistema autoritario, en el cual el Poder Judicial está dominado por el Poder Ejecutivo, y donde no hay separación de poderes, la potencia de lo absurdo y de la maldad excede sus límites y puede producir una situación aún peor que la ficcionada por Kafka. Lo que hemos visto los venezolanos con el juicio a Leopoldo López nos enseña que ese proceso del escritor checo se quedó corto, porque en un país sin separación de poderes, el proceso absurdo es mucho más diabólico. Ese tipo de procesos fueron monedas de cuenta en la larga dictadura castrista. Vale la pena recordar, por ejemplo, el caso del general Arnaldo Ochoa, quien, después de su victoria militar en Angola, despertó celos y desconfianza en el dictador cubano hasta que fue juzgado por un juez “independiente” y posteriormente fusilado.
Uno de los fundamentos de la acusación contra López consiste en un informe lingüístico. En un artículo que publiqué en esta misma página el día 11 de diciembre de 2014 expuse las razones por las cuales consideraba que esa imputación basada en el mencionado informe es equivocada, y dije: “El fundamento jurídico de la acusación contra Leopoldo López está basado esencialmente en un análisis lingüístico solicitado por el Ministerio Público. En dicha opinión técnica se pretende hacer un análisis del discurso político de López tomando como muestra una serie de entrevistas y mensajes del mencionado dirigente político. Este informe fue acogido por la Fiscalía sin reservas y sin atender la opinión de los más reconocidos analistas del discurso de Venezuela. Las bondades metodológicas seguidas en la ‘experticia’ lingüística fueron cuestionadas por la profesora Alexandra Álvarez en un artículo titulado: ¿Una ética para lingüistas?, el cual pone al descubierto las deficiencias científicas de dicho dictamen”. Pues bien, de acuerdo con las informaciones de prensa que nos han permitido seguir la marcha del juicio a Leopoldo López, el mencionado informe no pudo ser refutado porque las pruebas no fueron admitidas. TambiénEl Nacional reporta, en fecha 22/01/15 (http://preview.tinyurl.com/p69lxaa), que la defensa de López cuestionó con insistencia la participación de la autora del informe por sus vinculaciones con el oficialismo. Y en estos casos son fundamentales las repreguntas para poder desvirtuar la credibilidad del estudio técnico y demostrar que la autora podría haber tenido interés en orientar su opinión en un sentido. Ahora que nos acercamos al fin de este proceso se debe recordar lo ya dicho.
Además de lo expuesto, hay que añadir que el Poder Judicial no es independiente, no hay separación de poderes, y un juicio como el descrito se decide sobre la base de los intereses políticos. Esto ocurrió con los juicios seguidos por los tribunales nazis, y luego, muchos de ellos, fueron declarados inexistentes porque violaron los derechos humanos y las garantías constitucionales de los procesados. Es decir, un proceso kafkiano, que haya sido sentenciado por un juez que no es imparcial ni independiente, puede, en un momento democrático, ser declarado inexistente y sus afectados pueden ser indemnizados por el Estado, debido al mal funcionamiento del aparato judicial. Por eso decimos que estamos ante el proceso a Leopoldo K, kafkiano por lo contradictorio, abusivo, absurdo y diabólico. No existen pruebas para enjuiciarlo y mucho menos para condenarlo. Su libertad depende de la voluntad de los intereses políticos de los que mandan y no de la verdad de los hechos.
Twitter: @rescovar

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