MARIO
SZICHMAN Nueva York/ Especial para TalCual
¿Desde
cuándo un presidente se atribuye funciones judiciales? Bueno, en la Venezuela
chavista eso es posible porque no existe división de poderes
Venezuela, el país de los juicios
amañados:
El 10 de septiembre de 2015,
Leopoldo López, el líder más famoso de la oposición venezolana, fue condenado a
13 años y nueve meses de prisión luego que un tribunal lo declaró culpable de
incitar a la violencia en las protestas del año pasado en Venezuela. El
proceso, de más de un año de duración, estuvo a cargo de una kangaroocourt.
Según el diccionario Webster, ese tipo de tribunal
“blatantlydisregardsrecognizedstandards of laworjustice, ignora de manera
descarada normas reconocidas de la ley o la justicia”. Además, una
kangaroocourt, “ofrece con frecuencia la apariencia de un juicio imparcial y
justo, aunque el veredicto ya fue decidido antes de comenzar el proceso”.
Durante el proceso judicial,
según informó TalCual, la jueza Susana Barreiros “permitió
a la Fiscalía la presentación de 108 testigos para sustentar la acusación
contra López y solo uno a la defensa, con el interesante detalle de que ese
único estaba dentro de la lista de testigos de la propia Fiscalía”.
No voy a explayarme sobre las
virtudes o defectos de la justicia que se ejerce en estos momentos en
Venezuela. Ni siquiera el más fervoroso de los chavistas cree en ella.
Solo sabe que en el país todos los poderes están secuestrados por un estado
omnipresente donde el oficialista es siempre inocente, y el opositor
reiteradamente culpable. (Algunos podrían pensar que ese tipo de justicia es
adecuada, y que el enemigo no merece ni clemencia).
Para entender cómo fue procesado
Leopoldo López basta recordar un solo caso: el de la jueza María Lourdes
Afiuni. El 30 de junio de 2015, según informó el periódico El Universal de
Caracas, Afiuni denunció ante el magistrado Manuel Bognanno la tortura,
maltrato y violación que sufrió durante el año 2010 mientras estuvo privada de
libertad en el Instituto Nacional de Orientación Femenina (INOF).
Según una de sus representantes,
la abogada Thelma Fernández, Afiuni explicó al Tribunal “cómo le
destruyeron la vagina ,el ano y la vejiga cuando custodias del INOF y
funcionarios del Ministerio de Justicia la violaron”.
Afiuni recuperó su libertad –no
plena– el 14 de junio de 2013, luego de tres años y medio en prisión o bajo
arresto domiciliario. Fue detenida el 10 de diciembre de 2009 tras otorgar la
libertad condicional al empresario Eligio Cedeño, acusado de presunta
corrupción en el manejo de dólares regulados. La jueza alegó que Cedeño
había estado bajo custodia por un período más prolongado que el permitido por
la justicia venezolana, y que su dictamen acataba la recomendación de la
comisión de derechos humanos de las Naciones Unidas.
El 11 y 21 de diciembre de 2009,
el entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías aludió a la jueza en dos
cadenas de radio y televisión. En la primera la calificó de “bandida” y reclamó para ella 30
años de cárcel. En la segunda se congratuló de su arresto con las palabras:
“Estás bien presa, comadre”.
No vamos a entrar en sórdidos
detalles sobre la vendetta personal de Chávez contra Cedeño, que se extendió a
la jueza Afiuni. Pero vale la pena preguntarse: ¿Desde cuándo un presidente se
atribuye funciones judiciales? Bueno, en la Venezuela chavista eso es posible
porque no existe división de poderes.
Afiuni denunció que “recibió
una patada con la bota de una Guardia Nacional que le causó una distorsión en
una cuarta parte del seno”. Además, dijo que al lado de la celda donde fue
alojada “trasladaron reclusas que ella condenó y fue víctimas de varias
golpizas, y nadie hizo nada para evitarlo”. En varias oportunidades “le
rociaban gasolina a su celda", dijo su representante legal.
Presumo que varios funcionarios
oficialistas consideran merecido el maltrato a la jueza. Es lo que
suele ocurrir cuando la justicia es dictada por una kangaroocourt. En los
tribunales de justicia que acatan normas legales, la jueza hubiera sido
liberada de inmediato, se la hubiera indemnizado por los agravios recibidos, y
todos sus agresores habrían acabado en la cárcel, con largas condenas.
(Eso no ocurre cuando la impunidad es soberana. En realidad, es la única
soberanía que el chavismo defiende con orgullo).
En ese contexto de maltratos al
enemigo e impunidad para los patriotas cooperantes, es arduo creer que
Leopoldo López haya tenido un juicio imparcial. Y habrá seguramente
otros juicios de la misma índole. La excusa es siempre la misma: Venezuela es
un país soberano; nadie está autorizado a meter las narices en sus asuntos
internos.
Hace algunos días, el presidente
de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, dijo que la orden de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en la cual se exigió la renovación
inmediata a la concesión del canal televisivo Radio Caracas Televisión
era “total y absolutamente inadmisible”. Se trataba, señaló, de una
inaceptable injerencia de organismos internacionales. Tal como explicó Cabello,
“nosotros decidimos ser libres y no nos calamos chantajes de nadie…no tiene
valor, ni jurídico ni moral”.
Cabello es líder del poder
legislativo, no del poder judicial. Vaya uno a explicarle la diferencia
entre crear leyes y hacerlas cumplir.
Esta es una pésima época para
Venezuela, pues la justicia ha sido enviada a cuarteles de invierno. Tampoco
alienta la humildad de los poderosos. En realidad, ninguna época es buena para
reclamar humildad a los poderosos. La humildad recién arriba a buen puerto
cuando los poderosos se convierten en víctimas.
Cada vez que tropiezo con la
descarada injusticia, recuerdo lo que hicieron alemanes disfrazados de nazis
con los judíos, con los rusos, con los gitanos, con los homosexuales, con los
discapacitados mentales, y con millares de ciudadanos de territorios ocupados
por la Whermacht.
La máquina de moler carne creada
por los nazis requirió millones de operarios. Pero escasos de los
autores intelectuales y verdugos del Tercer Reich fueron ejecutados durante los
Juicios de Nuremberg (13 en total, entre 1945 y 1949).
Adolf Hitler (1889-1945), el
arquitecto principal de “la solución final del problema judío” no fue llevado a
juicio porque se suicidó antes de concluir la guerra. Al parecer, la
causa principal del suicidio fue su temor de que los soviéticos cumplieran con
la promesa de capturarlo y exhibirlo desnudo en una jaula del circo de Moscú.
El juicio principal se realizó en
Nuremberg entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1º de octubre de 1946.Veinticuatro
individuos fueron acusados, además de seis organizaciones nazis, consideradas
“criminales”, entre ellas la Gestapo, la policía secreta del régimen.
El tribunal internacional
determinó que todos los acusados, excepto tres, eran culpables. Doce
fueron sentenciados a muerte, uno en ausencia, y el resto recibió condenas de
cárcel de entre 10 años y cadena perpetua. Diez de los condenados fueron ahorcados
el 16 de octubre de 1946.
De vergugos a víctimas
Abundan los buenos libros sobre
las reacciones de los arrogantes líderes del Tercer Reich una vez les llegó la
hora y terminaron presos. Ninguno de ellos repitió sus jactancias prodigadas
durante sus años de triunfos, o usó frases como “total y absolutamente
inadmisible” ante los magistrados que los interrogaron en Nuremberg. Tampoco
creían que sus procesos eran “una inaceptable injerencia de organismos
internacionales”, o arguyeron que habían decidido ser libres y no se calaban
chantajes de nadie. Si alguno de los acusados pensó que el tribunal de
Nuremberg carecía de valor, jurídico o moral, se cuidó muy bien de expresar esa
opinión en voz alta. En todos ellos reinaba una gran mansedumbre.
Cuando comenzó el juicio de
Nuremberg, los judíos carecían aún de un estado capaz de organizar represalias
contra sus verdugos. El surgimiento de Eretz Israel data del 14 de mayo de
1948. Pero, al menos los dirigentes israelíes lograron la captura del principal
ejecutor de la solución final del problema judío: Adolf Eichmann.
También Eichmann fue muy
arrogante en sus días de gloria. Y muy circunspecto a la hora de poner los pies
en polvorosa. Logró eludir la acción de la justicia internacional durante 15 años,
buena parte de los cuales los pasó en la Argentina, uno de los mejores paraísos
que encontraron muchos criminales de guerra, gracias a la generosa política de
protección ofrecida por el primer gobierno de Juan Domingo Perón.
Me ahorraré muchos detalles de su
estadía en la nación sudamericana, aunque puedo asegurar que pasó las de Caín,
intentando mantener a su familia con un magro sueldo, primero en la provincia
de Tucumán, luego en las afueras de Buenos Aires. No es absurdo señalar
que Eichmann tuvo un anticipo del calvario durante su permanencia en la
Argentina, hasta que comandos israelíes lo secuestraron en mayo de 1960. Luego
fue procesado por un tribunal israelí, y ejecutado en la cárcel de Ramia en la
medianoche del 31 de mayo de 1962.
Nunca fue la encarnación de “la
banalidad del mal”, como sugirió Hannah Arendt. Era un hombre muy astuto,
implacable, inteligente, y con buenos conocimientos de filosofía. Pero eso sí,
en el curso de su proceso fue muy servicial y adoptó la pose de la víctima. Era
humilde, respetuoso, y jamás se ofendía ante las preguntas del fiscal.
Hay algo que me sigue
impresionando de Eichmann, una escena que ocurrió luego de ser atrapado por
comandos israelíes. Fue llevado a una casa de seguridad, y sus captores
examinaron con prolijidad su peso y sus medidas, como si se hubiera tratado de
mercancía en tránsito. En determinado momento, Eichmann pidió ir al
baño. Dos agentes lo condujeron al retrete y esperaron afuera. Luego de algunos
minutos, Eichmann preguntó:Darfichanfangen? ¿Puedo empezar?
Uno de los hombres más poderosos
del Tercer Reich había llegado al nadir de su carrera, el momento en que debía
pedir permiso para satisfacer la más humilde de las necesidades humanas.
“En estas grandes épocas”, decía
Karl Kraus, “que yo conocí cuando eran así de pequeñas; que volverán a ser
pequeñas siempre que exista tiempo para ello… En estas épocas en que ocurren
cosas que no pueden ser imaginadas, y en que aquello imposible de ser imaginado
volverá a ocurrir”, es bueno tomar cierta distancia, y pronosticar lo que
finalmente ocurrirá, aunque su concreción lleve algún tiempo.
Vía Tal Cual
Que pasa Margarita
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