El millonario se ve obligado
durante tres horas en televisión a responder por cada una de las ofensas de su
campaña
La tregua
se ha terminado. El periodo de prueba del que ha disfrutado Donald Trump como candidato a
la nominación del Partido Republicano tocó a su fin oficialmente este miércoles
en el segundo debate de la campaña. El resto de candidatos republicanos, con
ayuda de CNN, obligó a Trump durante tres horas a responder por cada una de las
bravuconadas, ofensas e ideas de brocha gorda sobre las que ha cimentado su
popularidad entre las bases republicanas.
La
primera pregunta del debate dejó claras las reglas del juego. El moderador
pidió a la candidata Carly Fiorina que explicara sus declaraciones sobre por
qué Trump “sería peligroso como presidente”. Fiorina vaticinó que “el tiempo y
la presión nos revela a todos tal como somos”. No pudo haberlo expresado mejor,
ya que Trump tuvo exactamente eso este miércoles: tiempo y presión. Qué reveló eso
es algo que decidirán los votantes republicanos. Dos días antes, en Dallas,
había dicho: “He oído que van a por mí. Pues vale, pues vale”.
CNN
planteó un debate de tres horas. Trump se quejó en Twitter de que querían
“exprimir” el evento. Desde el principio, el guion fue enfrentar a Trump a
todas y cada una de sus salidas de tono. Durante tres meses desde que lanzó su
campaña, Trump ha podido decir cualquier cosa mientras los demás candidatos se
quedaban sin palabras para responder algo razonable. La única vez que le
respondieron con contundencia fue cuando atacó al senador John McCain, y salió
ganando él.
El
miércoles, Trump tuvo que explicar en
televisión a Fiorina su comentario metiéndose con su cara
(“creo que tiene una cara hermosa”, dijo en un momento incómodo), tuvo que
explicar delante del neurocirujano pediatra Ben Carson por qué pone en duda la
efectividad de las vacunas, tuvo que explicar, y no lo hizo, cómo deportaría a
11 millones de inmigrantes sin papeles cuando el gobernador Chris Christie puso
sobre la mesa datos que demuestran que es una locura. Jeb Bush le exigió
delante de millones de espectadores que le pidiera perdón a su esposa,
mexicana, por sus afirmaciones sobre los mexicanos. Bush le enfrentó
directamente por su acusación de que está en manos de sus donantes y dijo a
modo de momento revelación que Trump le ofreció dinero como gobernador de
Florida para poner un casino, que rechazó. Trump lo negó.
La
dinámica provocó un intercambio con todos y cada uno de los candidatos. Hubo al
menos un momento en el que Bush calló a Trump. El millonario se presenta como
el único de los candidatos que se opuso a la guerra de Irak (algo que discute
Rand Paul). Bush se llevó una ovación del público republicano cuando dijo que
su hermano había “hecho a América más segura”. Si bien Trump pareció recular en
sus insultos, no lo hizo en sus ideas. Ante el público republicano se reafirmó
en dos temas poco explotados por sus rivales: opina que se debe subir los
impuestos a los ricos y que no se debe intervenir militarmente en Oriente
Próximo. El tema de la inmigración, seguramente la polémica más amarga en la
que se ha enredado la campaña republicana, alzó al senador Marco Rubio, quien
habla de este asunto en primera persona.
Bush
se llevó una ovación del público republicano cuando dijo que su hermano había “hecho
a América más segura”
No hay
que olvidar que este es un debate de primarias, no un debate presidencial. Para
ser el candidato, Trump no necesita convencer a los millones de espectadores
que siguieron el debate, sino a los republicanos más comprometidos, los que
votan en las primarias. Sin embargo, en comparación con el resto de candidatos
las intervenciones de Trump no salieron de las ideas generales con las que está
seduciendo al público. No concretó cómo piensa construiruna valla con México, ni sus planes contra el terrorismo islámico
(“ISIS son enemigos de Siria, retirémonos, dejemos que se maten entre ellos y
recojamos los beneficios”, dijo). Comenzó el debate diciendo: “Tengo miles de
millones”. De la misma forma, al final a modo de resumen, dijo sobre su posible
presidencia: “Tendremos más empleo, más de todo”.
Especialmente
interesante era el papel que iba a hacer Carly Fiorina en este debate. Había 11
candidatos porque ella protestó y CNN cambió las reglas para incluirla. Fiorina
tuvo buenos momentos defendiendo a las mujeres e hizo la intervención más
contundente contra el aborto, un tema principal para las bases republicanas. En
un momento dado, se enganchó en un intercambio con Donald Trump a cuenta de
quién era mejor ejecutivo. Trump atacó a Fiorina diciendo que su época al
frente de Hewlett-Packard hundió la compañía (que acaba de anunciar 25.000
despidos). Fiorina desgranó todas las cuentas de HP como si estuviera
informando al consejo de administración y después atacó a Trump con una
cuestión poco explotada hasta ahora: se ha declarado en quiebra cuatro veces
para aprovecharse de las leyes y refinanciar deudas gigantescas. ¿Es eso lo que
piensa hacer con la deuda de EE UU?, preguntó Fiorina. Trump no se achantó y
defendió la gestión de su imperio de casinos y campos de golf. Chris Christie
tuvo su gran momento del debate al callarlos a los dos: “No nos interesa quién
ha sido mejor director ejecutivo, nos interesa cómo le va a la clase media”.
El
momento cómico de la noche fue para los dos grandes contendientes, Bush y
Trump. Preguntados cuál sería su nombre en clave para el Servicio Secreto, Bush
eligió “EverReady”. “Eso es mucha energía, Donald”, le dijo a su colega de
escenario, cuyo ataque favorito a Bush es que tiene “poca energía”. Ambos
chocaron sus manos en un extraño momento de humanidad. Trump eligió “Humilde”
como apodo, y todo el mundo pudo ver a Bush partiéndose de risa y diciendo:
“Esa es buena”.
Esto era
algo más que un debate político. Esto era uno de los espectáculos televisivos
más exitosos de los últimos tiempos y CNN lo dejó claro desde el principio. La
cadena esperaba el mayor éxito de audiencia de su historia después de que el debate de agosto dejara 25 millones de espectadores para Fox,
el récord histórico de la televisión por cable para un programa no deportivo.
En el debate de calentamiento en el que participaban los cuatro candidatos con
menos apoyo, la primera pregunta, para Bobby Jindal, fue una excusa para sacar
a colación a Donald Trump. Le preguntaron por qué le atacaba. Diez minutos
después de arrancar un debate en el que ni siquiera estaba presente Trump, los
cuatro candidatos no habían hablado de otra cosa. Hasta que George Pataki se
quejó abiertamente al presentador de que les estuvieran preguntando por Trump.
Terminado
el debate, el equipo de Bush en el spin room (sala de
análisis) mostraba un optimismo moderado. “Ha apagado a Trump”, decía a EL PAÍS
su estratega Michael Steel. “Ha tenido el mejor momento de humor y el mejor
momento de fuerza”. En otra esquina, el senador Rand Paul se metía en un
enjambre de periodistas y sus primeras palabras eran: “Trump ha tocado techo”.
Momentos después, docenas de periodistas a la carrera se agolpaban para asaltar
a Trump en un pasillo.
Quedan por delante días o semanas
de análisis de quién ganó y quién perdió. En ese sentido, quizá por el número
de participantes el debate no arrojó mucha luz. Firorina desde luego aprovechó
su momento. Seguramente Christie y Rubio sorprendieron a muchos. Cruz y Paul
apenas brillaron. Bush reclamó con contundencia su sitio frente a Trump sin
perder los nervios. Y el favorito aguantó los golpes, entretuvo a su público y
prolongó la pregunta de hasta cuándo la campaña republicana va a ser la campaña de Trump.
Vía El País.
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