EN: http://konzapata.com/2015/09/obama-cava-la-tumba-y-el-papa-aplica-los-santos-oleos-al-modelo-cubano-de-los-hermanos-castro/
Por Pedro Benítez @PedroBenitezF.
Iósif Stalin, el más tiránico de todos los dictadores comunistas de la historia, se
reunió con las cabezas de la Iglesia Ortodoxa rusa cuando se vio con el agua al cuello. Ocurrió en el Kremlin el 4 de
septiembre de 1943, en plena Guerra Mundial.
Desde que tomaron el poder en 1917, los bolcheviques no sólo emprendieron una campaña de ateísmo para poner fin
a la religión (cristianismo, judaísmo e islamismo) en los territorios del antiguo imperio ruso que dominaron, además
desataron una durísima campaña de represión contra la mayoritaria comunión ortodoxa, que según conocedores del
tema como Robert Service, incluyó la ejecución de alrededor de 100.000 sacerdotes de esa confesión y muchos más
enviados a campos de prisioneros.
Entre 1917 y 1939 prácticamente todas las iglesias fueron cerradas, la mayoría de los clérigos proscritos, algunos
templos y catedrales antiguas demolidas, y además, los dirigentes religiosos que sobrevivieron se vieron obligados a
jurar lealtad al régimen comunista que los perseguía.
Y pese a todo lo anterior, cuando las circunstancias políticas cambiaron (a raíz de la invasión alemana, junio de
1941), Stalin puso fin a la campaña de ateísmo, liberó a decenas de miles de sacerdotes, se reabrieron los templos y
permitió las manifestaciones públicas de la fe a cambio de la colaboración de la Iglesia Ortodoxa en el esfuerzo de
guerra.
Los dirigentes cristianos ortodoxos aceptaron reunirse con su perseguidor porque el objetivo era que la fe
sobreviviera. Lo que finalmente lograron. Los sucesores de Stalin volvieron a hostigarlos y a cerrar iglesias, pero
cuando la Unión Soviética se vino abajo en 1991, pese a setenta años de educación pública atea, los templos se
volvieron a llenar de fieles.
No sólo fue el capitalismo el que sobrevivió al comunismo.
Si vemos las cosas desde la perspectiva histórica, lo importante no fue que los patriarcas ortodoxos se reunieran con
Stalin, lo transcendente es que Stalin pidiera verse con ellos.
En nuestros tiempos, lo realmente importante no es que tres papas de la Iglesia Católica hayan visitado a los dos
últimos dictadores comunistas del hemisferio occidental. Es al revés: estos son los que se han reunido con las
cabezas de una de las confesiones cristianas que persiguieron, y a los que han permitido hacer proselitismo público
en un país donde todos los niños empiezan su día en las escuelas exclamando: “Pioneros por el comunismo.
¡Seremos como el Che!”.
¿Qué diría el Che?
Imposible saberlo. Pero sí conocemos lo opinión de su hija, que se negó a acatar la convocatoria del Partido
Comunista cubano a sus militantes para hacer acto de presencia en la misa que el Papa ofició en la Plaza de la
Revolución: http://www.cibercuba.com/noticias/2015/09/20/74/lahijadelcheguevaranoaceptalallamadadelpartidocomunistaparaque.
No solo el capitalismo sobrevivió a la revolución cubana, también lo ha hecho el cristianismo en sus diversas
denominaciones.
El Papa está en Cuba haciendo política, es cierto. Pero en primer lugar va a cuidar y alentar a su Iglesia, después de
todo, la influencia política y diplomática del Vaticano proviene de eso.
Esta visita (al igual que la de Estados Unidos) hay que verlas como la ve el Vaticano: en un contexto histórico amplio.
En cuestiones de lidiar con regímenes totalitarios el Vaticano tiene alguna experiencia no exenta de polémica. Pío XI,
por ejemplo, se entendió y pactó con el régimen fascista de Mussolini en Italia, e incluso alentó a los católicos
italianos a votarle.
Pero en 1937 publicó una importante e interesante encíclica donde condenaba expresamente al régimen nazi, aliado
de Mussolini. En ese documento afirmaba cuestiones que siguen teniendo vigencia hoy para el cristianismo: «Todo el
que tome la raza, o el pueblo, o el Estado […] y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e
impuesto por Dios», Mit brennender Sorge:http://w2.vatican.va/content/piusxi/es/encyclicals/documents/hf_pxi_enc_14031937_mitbrennendersorge.html.
Ese es el punto donde el cristianismo y los totalitarismos han chocado.
Si bien es cierto que la historia ha demostrado las tragedias que han acarreado el uso político de la religión, no es
menos cierto que el uso religioso de la política ha traído otras tantas.
Por su concepción transcendente de la historia, el marxismoleninismo (el pensamiento oficial del Estado cubano) se
concibió a sí mismo como la única ideología capaz de ofrecer lo mismo que la religión: la salvación de la humanidad.
Más que una doctrina política fue una fe. Más que un partido fue una Iglesia. El comunismo copió del cristianismo la
vocación universalista.
Por eso se ha dicho que el comunismo es una religión atea.
A diferencia del liberalismo que ha propugnado e impuesto uno de los grandes principios de la modernidad, la
separación entre la Iglesia y Estado, el comunismo pretendió remplazar a la fe religiosa. Por las buenas y sobre todo
por las malas.
Su tendencia a chocar con la religión reside en su propia naturaleza.
Por otra parte, la religión siempre ha sido un mecanismo de resistencia de pueblos ante la opresión externa: los
judíos en todas las épocas, católicos irlandeses y polacos, musulmanes en Asia central, etc. No es casualidad que la
resistencia al régimen de los Castro haya buscado aliento en la fe cristiana.
Paradójicamente, las iglesias prosperaron más en las naciones del este de Europa sometidas al ateísmo que en los
liberales países occidentales. El catolicismo es hoy más popular en Polonia donde se le perseguía, que en España
donde se le imponía en la dictadura de Franco.
Todo coloca al papa Berdoglio en una situación complicada, pero que no es para nada novedosa. Desde hace siglos,
las distintas denominaciones cristianas se han visto en el dilema de hacer compromisos con un régimen para
sobrevivir o correr el riesgo de la aniquilación.
Lo difícil para el máximo dirigente de la Iglesia Católica no es tratar con el moribundo régimen castrista. Lo difícil es
lidiar con el mundo del siglo XXI. La visita a Estados Unidos será más compleja que la visita a Cuba.
En uno de esos giros paradójicos de la historia, la Iglesia Católica descubrió en la segunda mitad del siglo XX un
aliado táctico valiosísimo en su lucha por resistir la opresión que el comunismo ejercía sobre sus fieles en distintas
partes del mundo: la América anglosajona, materialista, liberal y protestante.
En los ochenta esa coincidencia táctica tuvo una expresión muy concreta en la alianza entre el papa Wojtyla y el
presidente Reagan. Hoy es entre Bergoglio y Obama. En aquel entonces era la Europa del Este y hoy es en América
Latina.
Toda esa historia, todo ese enfrentamiento teológicoideológico, se sentaron ayer frente a frente en la residencia del
jubilado dictador comunista.
Barack Obama quiere ser el sepulturero de la revolución cubana. El papa Francisco quiere darle la extremaunción.
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