ANDRÉS
CAÑIZÁLEZ @INFOCRACIA.
En días como los que vivimos es
común pensar que el poder, entre quienes ejercen el poder, es absoluto e
inagotable. En realidad, la experiencia histórica lo que nos demuestra es lo
contrario: todo poder termina. El cambio es parte consustancial de la sociedad
por más que tengamos regímenes que quieren perpetuarse en el poder. Y el
cambio, a final de cuentas, lo protagonizan aquellos que parecían no tener el
poder. El gran intelectual y primer presidente democrático de la hoy extinta
Checoslovaquia, Václav Havel (1936-2011) acuñó certeramente en uno de sus
libros este título que hoy tomamos para este artículo: El poder de los sin
poder.
En la Venezuela de este último
trimestre de 2015 está en juego precisamente la posibilidad de comenzar a
cambiar un modelo que pretendía extenderse indefinidamente. En unas elecciones
desiguales, ya que tiene una cancha de juego presentando un claro desnivel para
favorecer a los que ejercen el poder, en realidad el poder estará en manos de
quienes no tienen poder –aparentemente– en las próximas elecciones
parlamentarias. Para cada ciudadano, en nuestro país, el único ejercicio de
poder posible hoy es votar, y eso lo han entendido millones de venezolanos.
Un voto masivo de rechazo al
modelo político y económico es lo que se está cocinando para este 6 de
diciembre. Un mensaje claro a favor del cambio por parte de la sociedad
venezolana, que en el fondo lleva otro mensaje: el poder está en verdad entre
quienes no tienen poder. Eso, desde mi punto de vista, será una gran lección más
allá de que haya –como lo dicen hoy todas las encuestas– una mayoría evidente a
favor de la alternativa democrática. Será muy importante que el voto popular
respalde a la Mesa de la Unidad Democrática, MUD, para constituir una nueva
mayoría en ese espacio de poder estratégico que es la Asamblea Nacional, pero
más importante será el rechazo mayoritario que Venezuela le expresará a quienes
hoy ejercen el poder.
El poschavismo, este gobierno que
encabeza Nicolás Maduro desde hace más de dos años, ha fracasado en diversos
ámbitos. Por más que se apueste por construir un relato victorioso de este
período (y para ello cuenta con una aceitada hegemonía comunicacional), lo que
vive la gente es el fracaso de un modelo. Fracaso político en construir
respuestas para hacer frente a la crisis y fracaso del modelo económico que nos
llevó a esta dura crisis, que tiene sus expresiones más evidentes para el
venezolano común en el desabastecimiento y el alza de precios. La adjudicación
de responsabilidades a otros por el fracaso oficial ya no cala en la población.
Todo tiene su final y estamos en presencia del epílogo del poschavismo.
¿Será fácil el período que siga a
las elecciones del 6 de diciembre? Claramente no. Se combinará en 2016 la
agudización de la crisis económica con una transición política que emanará de
las urnas, obviamente si ese descontento que hoy vivimos se convierte en una
nueva mayoría. No será fácil, pero la conquista electoral de la Asamblea
Nacional y que se refleje allí el cambio político será un primer paso que nos
permitirá vivir las dificultades con un horizonte cierto de mejoría. Hoy
vivimos las secuelas del fracaso económico y político del gobierno de Maduro
sin esperanza alguna de que las cosas vayan a mejorar bajo su mandato.
Este 2015 se me parece mucho a
1998. Se cocinó en los meses de la campaña hace 17 años un sacudón político,
que terminó llevando a Hugo Chávez al poder. Hoy se está cocinando –y
cualquiera lo puede percibir– un gran descontento que expresado en las urnas
será un mensaje claro de los que no tienen poder: es inaplazable el
cambio.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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