24 DE OCTUBRE 2016 - 12:01 AM
Lo sé. Es raro el título, pero resulta que el 26 de octubre se celebran los cumpleaños de dos venezolanos. Nuestro casi santo José Gregorio Hernández y el multifacético periodista Miguel Otero Silva. No me pregunten por qué, pero ese mismo día, además, se conmemora el día de la suegra.
Hoy quiero aprovechar para recordar a José y a Miguel. Uno de ellos, por cierto, no tuvo suegra. Y fíjense qué injusticia, es a él a quien quieren canonizar. Sobre ese asunto sería pertinente hablar con el papa Francisco. Mi papa preferido. ¡Argentino, santo y humilde!
A Francisco todo le parece bueno y normal, así que, a la hora de santificar, debería tomar en cuenta a Miguel, para que con sus cuentos acompañe y entretenga a José Gregorio en el cielo. Aunque, no sé si Miguel quiera estar en el cielo. Es probable que no.
Miguel era irreverente y sibarita. La iglesia casi lo excomulga por escribir un poemario titulado Las Celestiales, el cual, por cierto, fue ilustrado por otro grande, Pedro León Zapata.
Con estas Celestiales, Miguel y Zapata demostraron que para el humor no hay tema prohibido, siempre y cuando se trate con inteligencia. ¿No lo cree? Lea estos pedacitos:
“…No hay santo tan español
como san Blas de Logroño
a quien botaron del cielo
cuando largó el primer coño…”.
“…Hiciste lo que quisiste
san Ignacio de Loyola,
pero quisiste ser papa
y te pisaste una bola...”.
Cuando en junio de 1929 murió José Gregorio Hernández, Miguel Otero Silva tenía 11 años. Me gusta imaginar que, a lo mejor, por las calles caraqueñas de antaño, un médico presanto se topó con un niño que soñaba con ser escritor.
Absurda la muerte de José Gregorio. Increíble que el único carro que había en Caracas lo arrollara. Pero, bueno, esa es la historia de estos personajes. Uno de ellos haciendo lo posible para ir al cielo, el otro, para lograr lo contrario.
Por cierto, cualquier hombre que haya tenido suegra, o es santo o merece ser canonizado. Y aunque solo el gobierno, según sus dirigentes, puede invitar al papa, hago un llamado a Francisco para que precisamente a quienes tenemos suegras nos tomen en cuenta a la hora de rendir cuentas.
Lo más horrible es que el vínculo con la suegra nunca se rompe. Usted se divorcia y la suegra sigue y sigue y sigue... Lo sé porque tengo kilos de suegras eternas.
Amigos, buen comienzo de semana. Les recomiendo echarle una rezadita a José, y a la suegra, regalarle Las Celestiales de Miguel.
Lo sé. Es raro el título, pero resulta que el 26 de octubre se celebran los cumpleaños de dos venezolanos. Nuestro casi santo José Gregorio Hernández y el multifacético periodista Miguel Otero Silva. No me pregunten por qué, pero ese mismo día, además, se conmemora el día de la suegra.
Hoy quiero aprovechar para recordar a José y a Miguel. Uno de ellos, por cierto, no tuvo suegra. Y fíjense qué injusticia, es a él a quien quieren canonizar. Sobre ese asunto sería pertinente hablar con el papa Francisco. Mi papa preferido. ¡Argentino, santo y humilde!
A Francisco todo le parece bueno y normal, así que, a la hora de santificar, debería tomar en cuenta a Miguel, para que con sus cuentos acompañe y entretenga a José Gregorio en el cielo. Aunque, no sé si Miguel quiera estar en el cielo. Es probable que no.
Miguel era irreverente y sibarita. La iglesia casi lo excomulga por escribir un poemario titulado Las Celestiales, el cual, por cierto, fue ilustrado por otro grande, Pedro León Zapata.
Con estas Celestiales, Miguel y Zapata demostraron que para el humor no hay tema prohibido, siempre y cuando se trate con inteligencia. ¿No lo cree? Lea estos pedacitos:
“…No hay santo tan español
como san Blas de Logroño
a quien botaron del cielo
cuando largó el primer coño…”.
“…Hiciste lo que quisiste
san Ignacio de Loyola,
pero quisiste ser papa
y te pisaste una bola...”.
Cuando en junio de 1929 murió José Gregorio Hernández, Miguel Otero Silva tenía 11 años. Me gusta imaginar que, a lo mejor, por las calles caraqueñas de antaño, un médico presanto se topó con un niño que soñaba con ser escritor.
Absurda la muerte de José Gregorio. Increíble que el único carro que había en Caracas lo arrollara. Pero, bueno, esa es la historia de estos personajes. Uno de ellos haciendo lo posible para ir al cielo, el otro, para lograr lo contrario.
Por cierto, cualquier hombre que haya tenido suegra, o es santo o merece ser canonizado. Y aunque solo el gobierno, según sus dirigentes, puede invitar al papa, hago un llamado a Francisco para que precisamente a quienes tenemos suegras nos tomen en cuenta a la hora de rendir cuentas.
Lo más horrible es que el vínculo con la suegra nunca se rompe. Usted se divorcia y la suegra sigue y sigue y sigue... Lo sé porque tengo kilos de suegras eternas.
Amigos, buen comienzo de semana. Les recomiendo echarle una rezadita a José, y a la suegra, regalarle Las Celestiales de Miguel.
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