Se los regalo con lazo y todo, dijo Maduro frente a las cámaras, quédense con ese vampiro en España, que aquí no hace falta. Bríndenle copas en la Gran Vía, para que se tome las que aquí le quitamos del botiquín. Ese fue el estilo de la reacción del dictador, como si estuviera frente a una minucia doméstica que se resuelve con un simple comentario ocasional. ¿Se ajustó a la magnitud del fracaso que debía asumir, a la trascendencia de un hecho que se burla de la opresión y de la represión que son características de su dictadura?
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