Juan Martín Echeverría
La MUD y la gente tienen que sortear las minas antipersonales para salvar la democracia
Sun Tzu decía que la guerra es la base de la vida y de la muerte y que las campañas prolongadas, aunque culminen en victorias, dejan exhausto al ejército y al Estado, culminando inevitablemente en el desastre. El régimen y la oposición tienen que verse en ese espejo, cada uno de acuerdo a la foto a cuerpo entero del autoritarismo y la democracia, sus estrategias y la voluntad de cerrar espacios o de oxigenar a la nación incorporando a los ciudadanos. ¿Es el régimen democrático porque me deje escribir esta columna y que ustedes puedan leerla, o existe una confusión entre el partido de gobierno y el Estado, donde juega un rol central la ideología y el desarrollo de la represión, como instrumento de gobierno y forma de dominación? El que pueda ver que voltee hacia otro lado, el que oiga que no se exprese y quien proteste corre el riesgo de la criminalización.
La historia nos enseña que se pueden ganar las elecciones y luego involucionar, con nuevas modalidades de negación de la democracia, es lo que algún tratadista llamó la tesis de la "barbarie dulce". Con un discurso que es un canto de dinosaurios y las herramientas de la propaganda, manipulando a la sociedad democrática a través de actos impunes de violencia política y de una crueldad innecesaria, mediante la pirámide de los presos políticos, las constantes amenazas y provocaciones como los "pinchazos" de llamadas telefónicas, que son transmitidas por el canal del Estado y el delito es ignorado por la plataforma judicial y de seguridad del régimen. La movilidad de los grupos armados y el cierre de las rutas de escape del precario funcionamiento de las instituciones, coloca nuestra democracia en grave peligro y es la oportunidad para interrogarse sobre el temor de la gente, ante las armas y personajes amparados por la pasividad de las autoridades.
Definitivamente el autoritarismo es contraproductivo, insistimos, seca los cultivos, mata el ganado, destruye las empresas expropiadas y crea un ambiente de terror que inhibe al sector privado y vuelve caníbales a seres que antes parecían buenos padres de familia y buenos vecinos. Privan solamente las decisiones del jefe supremo, en un monopolio absoluto del poder y el individuo se siente sin protección, confrontado y sometido al poder, ya que no se pueden tolerar la coexistencia de opiniones, creencias, ni siquiera críticas constructivas y la prensa, radio y televisión practican la censura previa; de allí que la totalidad del témpano de hielo no salga a la superficie y que la aplicación de la ley, las noticias y la actividad humana asuman características que nos acercan a la barbarie, ya que es difícil vivir sin la fuerza de la convivencia, frente a tanta violencia verbal y en los hechos, que provoca en los venezolanos comportamientos elementales de mera subsistencia.
Por eso sorprende que el hiperlíder resalte, en un programa de televisión, que le gusta el debate y las diferencias de opinión y que el pueblo debe criticar. Entonces ¿por qué hay tanto sindicalistas afectos al Gobierno presos o sometidos a medidas cautelares?, por no hablar de los estudiantes, que son vigilados y perseguidos como si se tratara de enemigos que deben ser aplastados, ¿acaso eso podría acontecer en una democracia abierta, plural, crítica y con los medios de comunicación social informando sin miedo a todo vapor, o está siempre latente la amenaza del cierre, del ataque personal al reportero y el riesgo de la inspección malintencionada de los organismos gubernamentales.
Nos llama la atención, la afirmación sobre la falta de eficiencia de la gestión del régimen, reconocida por su máximo conductor, porque han tenido doce años para desarrollar una gerencia moderna, descentralizada, eficiente y en contacto permanente y profundo con la ciudadanía, pero después de este desastre quieren un cheque en blanco, sin contraloría social, ni disposición a rectificar y tienen enormes orejeras para no oír el clamor de la población. Los funcionarios se toman una pastilla para atender la enfermedad de la falta de vivienda, inseguridad y atención a la salud, pero luego se toman una dosis del veneno de la improvisación, el abuso y el desvío de recursos, de tal manera que algún constructor compra de buena fe cabillas elaboradas colombianas, y tiene que devolverlas porque son con plena evidencia elaboradas en Venezuela: esas cabillas voladoras han cruzado nuestra geografía y luego regresan por rebote de la corrupción.
Debemos hacer una profunda introspección, porque la MUD y la gente tienen que sortear innumerables minas antipersonales para salvar la democracia. El miedo debilita.
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