MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
sábado 16 de marzo de 2013 12:00 AM
Aleguen lo que aleguen y, aunque muchos se engorilen porque se los restrieguen, el régimen fariseo y sectario montó unas fiestas patronales. Con arpa, cuatro, maracas y demás pertrechos sandungueros. Hizo uso abusivo de lo que pasó con el objetivo de alborotar las emociones que desencadenaron esos acontecimientos (no precisamente sobrevenidos) con específicas intenciones políticas y fines electoreros. Claro, mucho de lo que dijeron e hicieron (para remover el sentimiento popular) tiene consecuencias. Un precio. Alto y contrario a lo que pretendían. Poco a poco va saliendo a flote la verdad y, al no ser como la pintaron, el desengaño y la frustración son tremendos.
La mentira fundamentó la opereta. Mintió el propio afectado cuando dijo que se había curado. Juró que en su organismo no quedaba una sola célula maligna. Por ello se lanzó a la reelección. Tensó la cuerda y ganó... Pero también perdió. Si bien resultó airoso en la consulta popular afectó aún más su endeble salud. Vino la recaída, la operación, la convalecencia y la fatalidad inevitable.
Durante el postoperatorio abundaron las contradicciones sobre la salud del paciente. Si bien reportaron mediante comunicados oficiales mejorías, complicaciones y recaídas, fue a última hora y de modo "indeliberado" que "dejaron saber" el comienzo del tránsito sin retorno. Por otro lado hicieron creer a la población, sobre todo a los acólitos, que el venerado se iba a recuperar y pronto regresaría para ocupar su sitial.
El engaño no se reduce a este acontecimiento. Ni tampoco sucumbe con él. La mentira tiene antecedentes y "patas largas" en el socialismo del siglo XXI. Vino adosada al "proyecto" de cubanización de Venezuela. Los operadores del régimen hicieron de la farsa un arte canónigo. Ha sido su característica. Su impronta. Después de 14 años de incumpliendo promesas continúan engatusando al soberano.
Permanentemente sacan de la manga más promesas, planes y misiones sociales. Tantas como demande el apremio electoral. En momentos como este se desbordan las contribuciones y concesiones al soberano. También las "soluciones" para problemas que nunca atendieron. La ultimita, del candidato heredero, tiene que ver con enfrentar la "horrible" inseguridad: 22.000 homicidios el año pasado.
Lo "revolucionario" no es querer combatir el delito sino la forma de enfrentarlo. La estrategia anunciada es inédita: persuasión y transigencia. Amor, comprensión y absolución para los malandros que, voluntariamente, entregarán sus armas asesinas. Sin conminación ni redadas. Así, de obedientes y responsables, son los criminales formados en revolución. ¡Qué exitazo, camarita
La mentira fundamentó la opereta. Mintió el propio afectado cuando dijo que se había curado. Juró que en su organismo no quedaba una sola célula maligna. Por ello se lanzó a la reelección. Tensó la cuerda y ganó... Pero también perdió. Si bien resultó airoso en la consulta popular afectó aún más su endeble salud. Vino la recaída, la operación, la convalecencia y la fatalidad inevitable.
Durante el postoperatorio abundaron las contradicciones sobre la salud del paciente. Si bien reportaron mediante comunicados oficiales mejorías, complicaciones y recaídas, fue a última hora y de modo "indeliberado" que "dejaron saber" el comienzo del tránsito sin retorno. Por otro lado hicieron creer a la población, sobre todo a los acólitos, que el venerado se iba a recuperar y pronto regresaría para ocupar su sitial.
El engaño no se reduce a este acontecimiento. Ni tampoco sucumbe con él. La mentira tiene antecedentes y "patas largas" en el socialismo del siglo XXI. Vino adosada al "proyecto" de cubanización de Venezuela. Los operadores del régimen hicieron de la farsa un arte canónigo. Ha sido su característica. Su impronta. Después de 14 años de incumpliendo promesas continúan engatusando al soberano.
Permanentemente sacan de la manga más promesas, planes y misiones sociales. Tantas como demande el apremio electoral. En momentos como este se desbordan las contribuciones y concesiones al soberano. También las "soluciones" para problemas que nunca atendieron. La ultimita, del candidato heredero, tiene que ver con enfrentar la "horrible" inseguridad: 22.000 homicidios el año pasado.
Lo "revolucionario" no es querer combatir el delito sino la forma de enfrentarlo. La estrategia anunciada es inédita: persuasión y transigencia. Amor, comprensión y absolución para los malandros que, voluntariamente, entregarán sus armas asesinas. Sin conminación ni redadas. Así, de obedientes y responsables, son los criminales formados en revolución. ¡Qué exitazo, camarita
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