Thursday, September 19, 2013

Desde la cabina de mando del autobús

En: http://www.eluniversal.com/opinion/130919/desde-la-cabina-de-mando-del-autobus

WILFREDO FRANCO| EL UNIVERSAL
jueves 19 de septiembre de 2013 12:00 AM
Tuve que tomar un bus-cama desde Barinas a Caracas recientemente, luego de varias horas en eso que llamamos "Terminal de Pasajeros". El bus salió a las 11:00 p.m., con la ingrata sorpresa de que no funcionaba el aire acondicionado, por lo que mi chaqueta y mi cobija de nada me sirvieron. Como se sabe, los buses interurbanos en Venezuela son fríos como una cava y sus ventanas están forradas por cortinas, para evitar heridas a los pasajeros por pedradas de asaltantes ocasionales. Luego de las protestas todo se calmó y salimos raudos de Barinas. Me dormí, pero apenas una hora después me despertó la detención del bus, averiado justo a medianoche. Los pasajeros, incluyendo madres con niños en los brazos, estuvimos hasta las 4 de la madrugada observando al chofer y su ayudante adolescente hacer de mecánicos y llamar por celular sin resultado alguno. Los pasajeros dividieron sus opiniones sobre la responsabilidad de los frecuentes incidentes en la vía con estos enormes autobuses. Algunos le echaron la culpa a los propietarios y otros a Cadivi y a la falta de supervisión del Gobierno. En todo caso disfruté horas de conversación con el chofer-mecánico, quien me contó sobre sus aventuras viajeras, y, según me aseguró, compartió con Nicolás Maduro a comienzos de los años 90 el trajín de las carreteras, joven que había pasado su infancia en Cúcuta (¿?) y su adolescencia en Caracas.

Finalmente llegó un bus de reemplazo. El nuevo chofer me invitó a acompañarlo en la cabina de mando, donde platicamos y obtuve respuestas a mi enorme curiosidad por la vida de un profesional del volante. Sugiero al actual Presidente, en honor a su anterior profesión, ordenar una revisión sobre las terribles condiciones en que estos venezolanos ejercen su trabajo, pues de ellos depende la movilización, y la vida, de miles de viajeros cada día. También la revisión de las unidades, de las vías, de la disponibilidad de repuestos, de la ampliación de la flota, porque se ha vuelto un Karma movilizarse en Venezuela.

Durante el viaje la cabina de mando y su vista panorámica producen una sensación extraña pero agradable. Como chofer se siente un poder casi embriagante al conducir un gran autobús de doble piso. El conductor dispone la forma de tomar las curvas, la aceleración y el frenado. Sabe y siente que el bienestar o el malestar, y hasta la vida de todos, dependen de su destreza y de sus decisiones, que pueden ser pensadas o instantáneas, casi reflejas, mientras el bus se va tragando los kilómetros de la carretera, que debería ser bien conocida y llevar a una meta cierta y predeterminada.

Pasar de la cabina del autobús, a la presidencia del Parlamento, donde se hacen las normas para la vida nacional, y luego a la Cancillería, donde se manejan las relaciones con el mundo entero, llevado de la mano del caudillo y, simplemente obedeciendo fielmente sus órdenes, no requirió para Nicolás ni siquiera la destreza de un buen chofer de autobús. Desmontar la profesionalidad y transformar ambas instituciones de la República bicentenaria en apéndices del aparato político fue más fácil que pelar una mandarina. Pero quiso el destino que la fidelidad y sumisión le premiaran enviándolo a la cabina de máxima responsabilidad en la conducción del país, por decisión de los dueños del país, Chávez y Castro. La compleja dinámica de una nación y sus 30 millones de habitantes, manejadas al antojo del dúo por 14 años, ahora están en las manos que antes manejaron autobuses. Señores, ¡son palabras mayores! Y aunque la responsabilidad aparentemente cuenta con los que manejan los soportes fundamentales del Gobierno en Venezuela: las Fuerzas Armadas y los petrodólares, estos meses han demostrado que simplemente no puede resolver el desastre que ayudó a realizar.

A las primeras de cambio ha mostrado que manejaba el autobús sin importarle caer en los huecos de la vía, y enfrentaba a lo macho a pasajeros inconformes, en lugar de calmarlos. ¡Los pasajeros que aguanten! Sin embargo, será de un extraordinario suspenso para la historia observar si los 30 millones de pasajeros nos calaremos avanzar rumbo al abismo, sin reclamar nuestro derecho a una conducción eficiente y con justicia, en procura de vencer las graves dificultades en que nos ha metido la peor conducción del país en cien años. No creo que la sapiencia revolucionaria momificada de Fidel, ni el látigo de mando militar de Raúl, y, menos aun, el tono belicoso y grosero del ausente, sean las mejores fórmulas para sacar a Venezuela del pantanal en que nos han metido tres décadas de choferes miopes o inexpertos. ¡Es hora que los pasajeros actuemos, tenemos el deber y el derecho!

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