Pedro Carmona Estanga
Con los albores del 2014 se conmemoran en Venezuela 15 años de un régimen que llegó al poder en 1999 por medios democráticos, gracias a una combinación de ingenuidad y engaño, con el único propósito de copar todos los espacios y demoler la democracia desde adentro. Coincide dicho aniversario con los 55 años del régimen castrista en Cuba, una de las más longevas dictaduras de la historia, sin que haya atisbo alguno de que la gerontocracia gobernante en ese país tenga la intención de propiciar una apertura política, ello ante la mirada pasiva de quienes en el planeta todavía creen que las dictaduras de izquierda son tolerables pero no así las de derecha, cuando en realidad toda dictadura, independientemente de su signo, debe merecer sin dobles morales la censura de parte de la comunidad internacional.
El cierre del año 2013 evidenció para la economía venezolana un balance calamitoso, como resultado de la combinación entre fanatismo ideológico, incompetencia y desconocimiento de las reglas más elementales de la economía. Así, no obstante el maquillaje de cifras y la aplicación de costosos subsidios, la inflación cerró en 56,2%, en virtud de un gasto público desbordado, financiado inorgánicamente y con un creciente endeudamiento. El gobierno se rehúsa a entender que el ilegal financiamiento del Banco Central al gasto corriente, unas veces a través del techo impuesto al nivel de las reservas internacionales, otras a la entrega al Ejecutivo de las utilidades cambiarias, y finalmente el apoyo financiero a PDVSA, han hecho crecer brutalmente el circulante sin relación alguna con la masa de bienes y servicios producidos, siendo que la inflación es un fenómeno eminentemente monetario, cuya expresión final es el aumento en el índice de precios.
El desabastecimiento de bienes de primera necesidad se mantiene en torno al 23%, no obstante los millardos de dólares destinados a la importación, con lo cual se traslada la generación de empleo hacia otras naciones, mientras que el aparato productivo interno sigue abatido. El colmo es imaginar que con más intervención del Estado y regulaciones masivas de precios, hasta de los vehículos usados, se solucionarán problemas que responden a causas estructurales diferentes a la infantil cantaleta de la “guerra económica” propiciada por la oposición y el imperialismo. La incitación a los saqueos de meses precedentes y la conminación a los comerciantes a liquidar inventarios a bajos precios, no hará sino agravar los problemas en el presente año, pues sin dólares será imposible lograr la reposición de los inventarios, salvo que lo hagan al tipo de cambio paralelo, con la relación de precios que ello supone.En el ámbito cambiario, luce inevitable una nueva devaluación del bolívar ante la profunda brecha de 1 a 10 entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Pero el gobierno no aprende de sus propios errores. Cuando devaluó el bolívar en enero de 2013 de 4,30 a 6,30, una paridad irreal, se vio obligado a restringir severamente el otorgamiento de divisas requeridas para cubrir las crecientes necesidades de importación de la nación. Por tanto, si se decreta una nueva devaluación y se mantiene cerrada la llave de la divisas, solo se “correrá la arruga”, el cambio paralelo seguirá disparándose, y con ello la corrupción y arbitrariedad que lo acompañan. El gobierno ha decidido estatizar más el comercio exterior mediante la creación del Centro Nacional de Comercio Exterior, pero ello resultará un intento fútil, aunque coherente con el modelo del Socialismo del Siglo XXI.
En el plano político, el régimen se radicaliza y Maduro se siente depositario del legado de Chávez para la plena implantación del castro comunismo, a través del llamado Plan de la Patria, programa a todas luces inconstitucional. La aprobación de una nueva Ley Habilitante por parte de la Asamblea Nacional permite a Maduro gobernar a su antojo, siguiendo los pasos de su predecesor, y por ello el esfuerzo para lograr el voto No. 99 requerido, constituyó otro capítulo ignominioso en la historia política del régimen. Pero, según la dialéctica marxista, el fin justifica los medios. El Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, en una muestra más de su creciente intolerancia, insiste en proclamar que no hay dialogo posible con los “enemigos”, a los cuales simplemente hay que derrotar, salvo que se subordinen incondicionalmente al orden existente.
Hoy, Día de Reyes, la opinión pública se ha conmovido con el vil asesinato en una importante arteria vial del país de la hermosa Miss Venezuela 2004 Mónica Spear y su esposo, dejando herida y huérfana a su hijita de tan solo 5 años. No se trata de politizar la noticia como lo afirman los áulicos del oficialismo. Simplemente es evidenciar que el país se les fue de las manos, por proteger a los malandros y propiciar la impunidad, y ahora recoger velas les resulta imposible. Y es que en Venezuela se vive el peor de los mundos. Se supone que las autocracias ofrecen seguridad y orden. Pero en el país prevalece una dictadura en medio de la más absoluta inseguridad y anarquía, lo que lleva a pensar que la misma obedece a políticas de Estado.
En la tolda opositora, son crecientes las voces que demandan un replanteamiento de la estrategia y la eventual renovación de su liderazgo, pues ha quedado evidenciado que con las mismas prácticas ventajistas del oficialismo y la manipulación electoral, los votantes sienten que la expresión de su voluntad no ha sido respetada, y ello estimula la abstención, como ocurrió en las elecciones municipales del pasado diciembre. No es por tanto descartable que se abran espacio nuevas figuras en la dirigencia opositora, y que gane terreno la opción de la resistencia no violenta ante las prácticas antidemocráticas y violatorias del Estado de Derecho del gobierno, las cuales se han convertido en cotidianas e impúdicas, sin que ya ni siquiera se cuiden las formas.
Releyendo en los días navideños la autobiografía de Nelson Mandela “El largo camino hacia la libertad”, se evidencia cómo ese ser superior al cual rinde justo homenaje el mundo entero, fijó su meta en la lucha contra la segregación, cosa que desde lo político y no de lo racial existe en la Venezuela de hoy; bajo un ideal del nacionalismo sudafricano y panafricano, concepto también pisoteado en un país entregado a Cuba; de unidad de todos los sudafricanos por encima de sus orígenes tribales o europeos, no de fractura como en Venezuela; y para ello promovió una movilización destinada a extender el derecho de representación de los sudafricanos negros como bandera en la lucha por la libertad. Mandela se distanció de las estrategias del Partido Comunista, pues no confiaba en su dirigencia e intereses, y se inspiró más en la campaña de resistencia pasiva emprendida en la India por Mahatma Gandhi, quien terminó derrotando al imperio británico con firmeza y persistencia, pero sin disparar ni un tiro.
Luce así que en la Venezuela de hoy, la resistencia pasiva no violenta, contra todo acto que sea aprobado por el régimen en forma ilegítima, respaldada en principios pétreos de la Constitución vigente, es el camino que se abre, pues de lo contrario el régimen seguirá afincando sus garras para perpetuarse en el poder e imponer sus designios, emulando a sus mentores y mandantes cubanos.
El inicio de un nuevo año, tras tres lustros de totalitarismo y duras experiencias, obliga por tanto a una reflexión serena y prudente sobre las formas pacíficas de resistencia ante un régimen deslegitimado, que ha sembrado destrucción, corrupción, desinstitucionalización, fracturas y odios por doquier, y que no duda en utilizar todos los medios a su alcance para implantar un modelo ajeno a la idiosincrasia y deseos de los venezolanos, pulverizando el patrimonio nacional, pauperizando a la población, y entregando la soberanía a una nación extranjera y a sus aliados, para el logro de sus perversos fines.
“Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios
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