OSWALDO PÁEZ-PUMAR| EL UNIVERSAL
lunes 9 de junio de 2014 12:00 AM
Reincide en delinquir, de nuevo injuria, con la seguridad de que la fiscal no prestará atención a lo que dice. Por cierto, no como lo hacen tanto los injuriados como el resto de la población que aplican a lo que dice el usurpador el sabio adagio "a palabras necias, oídos sordos". No, la fiscal hace dejación de su responsabilidad porque interpreta su función al servicio del usurpador, como antes lo fue del iluminado; y no persigue el delito sino a los adversarios del gobierno.
"Asesinos les dije y asesinos se quedaron". Así lo expresó pretendiendo usurpar también la condición de Dios en el cual la palabra se identifica con el acto. "En el principio era el verbo y el verbo era Dios". No sé si enojarme por lo inicuo o alegrarme por lo premonitorio, pues si accede a la condición de Dios y su palabra se identifica con el acto que desenlace tan inesperado y venturado, porque sus aludidos no le han dado muerte todavía, que sepamos.
Desde luego que pudo no existir la pretensión de ser Dios, que el usurpador seguramente la reserva al eterno, aunque diciéndose hijo suyo no me extrañaría que existiera, así como un nuevo socialismo del siglo xxi, una nueva visión de la trinidad del siglo xxi, en la cual me atrevo a adivinar que, quién más pudiera ser la tercera persona, sino Diosdado.
Sin embargo, debemos preguntarnos ¿qué originó ese arrebato, por qué se ha convertido en un súper Sherlock Holmes que descubre asesinos antes de que se hayan producido los asesinatos? La respuesta no es obvia, sino elemental. Los cargos contra Leopoldo López y los estudiantes protestantes, precisamente por protestantes, deben conducir a sentencias propias de la Inquisición, la hoguera, para lo cual se requiere que el crimen imputado sea monstruoso.
Leopoldo y los estudiantes son la punta del iceberg y con ellos están los señalados en el complot de la muerte del usurpador, lo que explica que la fiscal no se detenga en pequeñeces como el delito de injuria continuado, sino que pase la noche en vela para obtener de la juez Adriana López la decisión que calme la angustia y le traiga sosiego al usurpador. No será posible, porque no quieren su muerte sino su renuncia
"Asesinos les dije y asesinos se quedaron". Así lo expresó pretendiendo usurpar también la condición de Dios en el cual la palabra se identifica con el acto. "En el principio era el verbo y el verbo era Dios". No sé si enojarme por lo inicuo o alegrarme por lo premonitorio, pues si accede a la condición de Dios y su palabra se identifica con el acto que desenlace tan inesperado y venturado, porque sus aludidos no le han dado muerte todavía, que sepamos.
Desde luego que pudo no existir la pretensión de ser Dios, que el usurpador seguramente la reserva al eterno, aunque diciéndose hijo suyo no me extrañaría que existiera, así como un nuevo socialismo del siglo xxi, una nueva visión de la trinidad del siglo xxi, en la cual me atrevo a adivinar que, quién más pudiera ser la tercera persona, sino Diosdado.
Sin embargo, debemos preguntarnos ¿qué originó ese arrebato, por qué se ha convertido en un súper Sherlock Holmes que descubre asesinos antes de que se hayan producido los asesinatos? La respuesta no es obvia, sino elemental. Los cargos contra Leopoldo López y los estudiantes protestantes, precisamente por protestantes, deben conducir a sentencias propias de la Inquisición, la hoguera, para lo cual se requiere que el crimen imputado sea monstruoso.
Leopoldo y los estudiantes son la punta del iceberg y con ellos están los señalados en el complot de la muerte del usurpador, lo que explica que la fiscal no se detenga en pequeñeces como el delito de injuria continuado, sino que pase la noche en vela para obtener de la juez Adriana López la decisión que calme la angustia y le traiga sosiego al usurpador. No será posible, porque no quieren su muerte sino su renuncia
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