Carlos Alberto Montaner
Maduro anunció su nueva estrategia para enfrentarse a
la catástrofe venezolana. Insiste en los errores de siempre. No va a
rectificar. Mintió. Inventó culpables y conspiraciones. Optó por huir
hacia delante. Lo hizo tras un inútil recorrido en busca de recursos por
varios países, incluida China. Apenas consiguió unos pocos créditos y
la vaga promesa de ciertas inversiones. Ya no le creen. Incluso, los que
tienen ciertas simpatías ideológicas tampoco le creen. Por eso le han
cerrado el grifo.
Hacen bien en no confiar en el chavismo. Nadie ignora
que esta patulea de incapaces, además de maltratar severamente a la
población, y de convertir al país en un narcoestado terriblemente
corrupto –el más podrido de América Latina de acuerdo con Transparencia
Internacional–, ha malgastado miles de millones de petrodólares.
¿Cuántos? Para que el azorado lector se haga una idea: la cifra es mayor
que la suma de todos los ingresos recibidos por el Estado venezolano
desde que Simón Bolívar consiguió la independencia en el primer cuarto
del siglo XIX.
Si los chavistas hubieran sabido y querido gobernar
razonablemente, tras una década del barril de petróleo a cien dólares,
Venezuela hoy sería un país del primer mundo y no una sociedad en plena
descomposición, donde las personas se pelean a puñetazos en los
supermercados y las farmacias por adquirir un poco de leche o una
ampolleta de insulina.
¿Cómo llegaron a este desastre? Tomen nota los
españoles: además del catastrófico padrinazgo cubano, siguieron de cerca
los consejos de los profesores comunistas Pablo Iglesias y Juan Carlos
Monedero, hoy en Madrid al frente del partido Podemos. Estos personajes
llegaron a tener despacho en Miraflores, la casa de gobierno en
Venezuela, desde donde pontificaban y recetaban a sus anchas.
Durante más de seis años, y al costo de varios
millones de dólares que recibieron por sus asesorías, los jóvenes
“expertos” académicos españoles enseñaron a los chavistas a demoler sin
compasión la economía de la nación más rica de América Latina.
Arribaron a Caracas borrachos de populismo marxista,
sin la menor experiencia empresarial –lo que se traduce en que ignoran
cómo se crea, conserva o malgasta la riqueza–, convencidos de que la
principal tarea de los gobiernos es igualar a las personas por abajo.
Objetivo, por cierto, que lograron con creces. Hoy el país es una
inmensa pocilga colectiva.
¿Y ahora qué va a pasar en Venezuela? Un experto en
seguridad lo ha vaticinado en un tono sombrío: el chavismo –me ha dicho–
no marcha hacia una revolución o contrarrevolución política, sino hacia
un saqueo nacional, monstruoso y definitivo, que llegará a los hoteles y
a las casas suntuosas, donde quiera que haya comida.
Venezuela va hacia el caos, regido por la ley del más
fuerte, con cien mil Kalashnikovs, pistolas y cuchillos empuñados por
la gente de rompe y rasga. Esos mismos que en el 2014 asesinaron a 25000
personas para despojarlas de los teléfonos móviles, las billeteras y
los anillos, ahora acompañados por una enorme turba que se robará
televisores, enseres domésticos y todo lo que encuentre a su paso.
¿Por qué no? Eso fue lo que aprendieron de Hugo
Chávez en aquellos paseos televisados en los que el difunto militar
repetía alegremente el fatídico “exprópiese” ante cualquier bien que le
llamara la atención, mientras sus cómplices, vestidos de rojo, reían y
aplaudían irresponsablemente. El teniente coronel les enseñó que en la
contemporánea selva urbana no existen los derechos de propiedad.
Sencillamente, el dueño es el que tiene la pistola en la mano y está
dispuesto a utilizarla. Menudo legado.
Por supuesto, Maduro todavía tendría la posibilidad
de impedir este horror. ¿Cómo? Rectificando. Debería comenzar por abrir
los calabozos y liberar a los presos políticos, al tiempo que convoca a
un urgente diálogo nacional con la oposición –que hoy tiene el 75% de
respaldo popular— para darle un vuelco a la situación mediante una
inmediata reforma consensuada.
¿Por qué no lo hace? Probablemente, se lo impiden los
narcogenerales que temen por su bolsa y por su vida, la legión de los
corruptos que prefiere continuar esquilmando al país, y sus mentores
cubanos, que anualmente reciben miles de millones de dólares en
subsidios y están dispuestos a pelear hasta el último venezolano por
mantener ese vital flujo de recursos.
Atrapado en medio de esas fuerzas, Nicolás Maduro marcha a paso firme hacia el precipicio.
http://www.elblogdemontaner.com/maduro-huye-hacia-delante/
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