EDITORIAL
EL NACIONAL
“Hasta los pollos están pasando
hambre”, rezaba la mancheta sabatina de este diario, a propósito de la
peliaguda situación que enfrenta la industria avícola en razón de la escasez de
“vitaminas, minerales, fármacos, vacunas y productos para la higiene de los
animales y la sanidad y desinfección de techos, paredes, pisos y mallas de los
galpones destinados a la cría”. Una infausta noticia en un país cuya dieta
proteínica es cada vez más reducida y tenía en esa carne blanca una
solución hasta hace poco al alcance del bolsillo. Amenaza con convertirse
en una rareza gastronómica, al igual que su desabrido pariente, el pavo, o el
volátil y nadador pato de sancochos imposibles, porque ya ni el güiri-güiri se
avizora en los cielos patrios, pues los arrozales han desparecido, en virtud de
las nocivas políticas agrícolas de unos gobiernos, el anterior y el actual, que
han creído que confiscar y producir son sinónimos.
La precariedad de los inventarios de materias primas y las dificultades
para mantenerlos en niveles aceptables impiden que los pollos crezcan en
condiciones óptimas. En un reportaje aparecido en Tal Cual – y
tomando como fuente el portal rojillo Aporrea– que hace de la pechuga de esa
ave del corral ítem referencial para el cálculo de los índices de precios al
consumidor, se afirma que el salario mínimo en Venezuela alcanza para
adquirir unos 12 kilos de pechuga o 25 kilos del animal entero, de modo
que, si ya ha devenido en alimento de consumo restringido, no sorprendería que
pase a engrosar la lista de especies en vías de extinción.
El déficit de insumos (en su gran mayoría importados, lo que afecta al
sector) se ha reflejado primeramente en el insólito precio alcanzado por los
huevos (20 bolívares la unidad… y en ascenso), un comestible cotidiano e
ingrediente fundamental en centenares de preparaciones culinarias, a
consecuencia del decrecimiento de la productividad: “En promedio se están
produciendo 70.000 toneladas mensuales, mientras que el año pasado se
generaban, para esta época, 95.000 toneladas, lo que representa una
caída de 35%”, aseguró la fuente que informó a la reportera de El Nacional Dulce María
Rodríguez. Esta circunstancia explica la razón por la que el pollo cuando llega
a los mercados vuela, lo que no suele ser usual en un ave que pareciera tener
las alas de adorno.
Aparte del impacto
causado en la población por su carestía, hay que destacar no solo que,
como titula la noticia firmada por la citada colega, “están en riesgo 15 años
de desarrollo avícola”, sino que muchos trabajadores han tenido que ser
despedidos a consecuencia de una crisis analizada en detalle en su portal web por la
Asociación Venezolanade la Industria de Salud Animal, en un trabajo
según el cual “las 513 granjas avícolas de la zona norte de Táchira no
están produciendo ni 30% de lo que acostumbraban”; al parecer, los pollitos
–cuya crianza propuso verticalizar el perpetuo– dijeron solamente pío,
pío, pío.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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