FERMÍN
LARES.
Desde la semana pasada se me
quedaron un par de temas en el tintero.
Hace tiempo he querido ahondar
sobre la política de Barack Obama en Iraq y Siria, con el auge del Estado Islámico
en esos dos países, las masacres del chavista Al-Asad contra sus compatriotas
sirios y ahora el aumento de la intervención rusa apoyando a este dictador.
En los últimos días, Obama
decidió mantener el mismo nivel de tropas que su país tiene en Afganistán hasta
el fin de año y detener hasta finales de 2016 la prometida disminución de
fuerzas militares en ese país. Aunque la Casa Blanca lo niega, esta decisión
estuvo influenciada por los resultados de su política en Iraq y Siria. El alto
mando militar y el Consejo de Seguridad Nacional aconsejaron al presidente
detener el retiro militar, por los avances de los talibanes, evidenciados con
la toma hace tres semanas de la población de Kunduz, y también de Al
Qaeda, que ha salido de sus reductos montañosos para volver al combate. Hace
unos quince días, Estados Unidos bombardeó 63 veces unos campos de
entrenamiento de Al-Qaeda resurgidos en Kandahar. Los militares y el Consejo de
Seguridad no quieren ver repetida la experiencia de Iraq, del cual Estados Unidos
decidió retirar tempranamente sus tropas en 2011, y de la inacción en Siria,
que crearon un vacío que abonó el terreno al Estado Islámico. Ya hablaremos
luego de este asunto.
El otro tema es el del Día de la
Raza, asumido por el chavismo como el Día de la Resistencia Indígena. Ese lo
quiero tratar hoy.
Pero antes no puedo resistir la
tentación de comentar el primer debate de los precandidatos demócratas a la
presidencia, en el que Hillary Clinton fue claramente la ganadora.
Las encuestas así lo confirman,
con más de la mitad (55%-56%) de los demócratas diciendo que ella venció y 33%
otorgando la victoria al senador Bernie Sanders. Los demás aspirantes no fueron
pa’l baile. El vicepresidente Biden, deshojando la margarita sobre su
candidatura y sin participar en el debate, obtuvo preferencias de 10%, pero
bajó de 15% que tenía antes del episodio televisivo.
Aparte del contraste con los
debates republicanos, de menos sustancia, algo muy resaltante fue, por
supuesto, la frase de Sanders sobre las críticas constantes a la Clinton por
haber usado un sistema de correos electrónicos no oficial mientras fue
secretaria de Estado. Los medios se han hecho eco de las críticas e
investigaciones al respecto, y la pregunta surgió de nuevo en el encuentro. Es
un tema que pareció haber contribuido a minar la credibilidad de la candidata
hasta poco antes de la discusión transmitida por CNN.
“El pueblo americano está enfermo
y harto de escuchar acerca de los malditos correos electrónicos”, intervino
Sanders en el debate sin que le preguntaran a él sobre el tema.
La interpretación más común que
se ha hecho de este gesto es que fue un acto magnánimo de Sanders. Yo creo que
fue algo más profundo. El senador autodeclarado socialista a la escandinava ha
repetido a lo largo de su campaña que su intención es la de crear un movimiento
político progresista, una corriente de opinión más crítica al sistema
político-económico norteamericano. El respaldo que ha tenido hasta ahora lo ha
sorprendido incluso a él. Clinton, sobre todo después de este debate, es quien
tiene la oportunidad real de ganar la nominación del Partido Demócrata frente a
sus actuales contendores, y Sanders, por encima de querer derruir la
candidatura de Clinton, quiere derrotar a los republicanos y obligar a la
candidata a escurrirse hacia la izquierda, lo cual ya él ha logrado con su
campaña. De esto también tendremos tiempo para hablar luego.
Ahora, sobre el Día de la Raza,
creo que la propia denominación de este día para conmemorar la llegada de Colón
al continente americano dice mucho de su significado.
La conmemoración se inició en
1914, en España, promovida por una organización llamada Unión-Iberoamericana,
que celebró la fecha como “Fiesta de la Raza Española”, luego asumida por el
ayuntamiento de Madrid en 1917 simplemente como “Fiesta de la Raza”. Alfonso
XIII la hizo fiesta nacional en 1918 y a partir de allí se impuso popularmente
como Día de la Raza.
Argentina y Uruguay son pioneros
entre los países iberoamericanos que entre 1915 y 1917 decidieron conmemorar la
llegada de Colón. Se les sumaron una a una las naciones americanas, excepto
Canadá, donde lo que se celebra el 12 de octubre es el Día de Acción de Gracias
(que en Estados Unidos es hacia finales de noviembre) y Cuba, donde no se
celebra nada.
La denominación del Día de la
Raza se ha vuelto polémica de un tiempo para acá, no solo en Venezuela, sino en
todos los países en donde se conmemora el 12 de octubre. En la pionera
Argentina, ahora se llama Día del Respeto a la Diversidad Cultural, impuesto
por los Kirchner, pero con un título más moderado que como oficialmente lo
llaman el chavismo y el sandinismo en Venezuela y Nicaragua, Día de la
Resistencia Indígena. En Belice, es el Día Panamericano, aunque en algunas
regiones sigue siendo el Día de la Raza. En Chile y en República Dominicana es
el Día del Encuentro de Dos Mundos o entre Dos Culturas.
Como venezolano de apariencia
blanca, pero con sangre india y negra por mis venas, es decir mestizo, y que
como casi todos los del país donde yo nací el que no tira flecha toca tambor,
estoy casado con el Día de la Raza, porque a mí me enseñaron que este día fue
instituido para unir pueblos que tienen en común un origen, una lengua y una
religión. Me identifico con el Día de la Raza porque lo imagino como la celebración
de la raza latinoamericana, que comenzó a gestarse precisamente con la llegada
de los españoles a un continente desconocido por los europeos,
independientemente de que en algunos países hermanos haya mayorías indígenas,
como en Bolivia o Guatemala, o donde la presencia de la raza negra sea
predominante o muy resaltada, como en República Dominicana y hasta el mismo
Brasil, que también es latinoamericano. Me identifico con esa raza cósmica de
la que habló Vasconcelos, presente en todo el hemisferio y cada vez más
creciente en Estados Unidos.
Los indígenas americanos tienen
derecho de rebelarse contra esta celebración como protesta por los sufrimientos
a los que sus antepasados estuvieron sometidos por los colonizadores,
comenzando por el propio Cristóbal Colón. Eso se entiende. Sin ánimo de
justificarlo, parece que Colón era, no obstante, una suerte de tirano
igualitario. Era cruel tanto con los indígenas como con los propios españoles
que lo acompañaban, a quienes ejecutaba por crímenes menores. Hasta le cortó la
lengua a una mujer que le recordó que era el hijo de una tejedora.
Ahora, la significación
histórica, económica, política y cultural de la llegada de los españoles a las
Américas es innegable. El mundo entero cambió totalmente. Lo demás es tratar de
tapar el sol con un dedo. Pensemos nada más en los productos agrícolas que el
Nuevo Mundo le proporcionó a la humanidad a partir de 1492, el cacao, el
tomate, la papa, el maíz.
La papa, en particular, les dio
un respiro a los europeos cuando más lo necesitaban. La Revolución Industrial
está ligada a este tubérculo. La papa es proveedora de nutrientes esenciales
para el ser humano; es un carbohidrato que además de proporcionar energía, es
alta en potasio, rica en vitamina C y es también fuente de fibra. Estas
cualidades alimenticias fueron de gran valor para la revolución industrial
inglesa, que atraía una población cada vez más creciente a las ya abarrotadas
ciudades, con 12 y 16 horas de trabajo diario, con poco tiempo o energía para
preparar comida y recursos limitados para el almacenamiento y la preparación.
La papa acompañó rápidamente al famoso empapelado “fish and chips” en las
calles de las ciudades británicas y más tarde fue alimento esencial de otras
ciudades europeas. En Irlanda lo fue tanto que cuando un hongo mexicano invadió
y destruyó los cultivos irlandeses de papas a mediados del siglo XIX, en 3 años
ya había muerto 1 millón de personas por esta causa y emigrado millón y medio,
la mayoría hacia Estados Unidos. Los Kennedy descienden de esa oleada.
En Estados Unidos, como en otros
países americanos, han surgido opositores a la celebración del 12 de octubre,
que entre los gringos comenzó incluso antes que en España, pues se inició en
Denver, en el estado de Colorado, en 1907, pero como Día de Colón. Y la fecha
se la han apropiado los italianos, aduciendo que Colón era su compatriota.
Fue precisamente en Denver donde
en octubre de 1989 un movimiento indígena liderado por el finado activista
indio Russel Means vació tobos de sangre falsa en la estatua de Colón del
centro de la ciudad, mientras los italianos realizaban su desfile
conmemorativo. Los desfiles fueron cancelados allí por unos 10 años. Y en el
resto del país empezaron a aparecer ciudades y estados que conmemoran la fecha
como el Día de los Pueblos Indígenas o el Día de los Americanos Originarios
(Native American Day).
Los alienados en Estados Unidos
el Día de la Raza somos los latinoamericanos, pues ni somos “nativos” ni
italianos, estamos totalmente ignorados, a pesar de que Italia no existía en
1492 y Colón llegó a estas tierras y mares representando a la corona española.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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