ÁNGEL
OROPEZA.
Una cosa es votar o no por unos
candidatos o unas opciones políticas, y otra muy distinta es jugarse la vida.
Sin exageración, nunca ha estado tan ligada la suerte personal y familiar de
los venezolanos a unas elecciones como lo está en las del próximo 6 de
diciembre. Expliquemos por qué:
Para nadie es un secreto que el
país está sumido en la peor crisis de la que tenga memoria. Desde ninguna parte
del mundo se entiende cómo después de haber gozado de los ingresos petroleros
más altos de toda su historia, y de haberse además endeudado hasta límites
inimaginables, hoy el país tenga el costo de la vida más alto del mundo, pero
además combinado con la escasez más alta de todo el continente y un proceso de
empobrecimiento generalizado de la población cuya rapidez es inédita en el
planeta. Nuestro gobierno es el hazmerreír de todos los demás, y los
venezolanos somos objeto de lástima por parte de los demás pueblos de la
Tierra.
Pero lo realmente grave no es
esto que ha pasado, sino lo que puede estar por venir. ¿Por qué? Porque frente
a este desastre devenido en tragedia, el gobierno no tiene más plan que el de
seguir aplicando la misma receta que nos ha traído hasta aquí, al borde de una
crisis humanitaria. Y no tiene plan porque la administración de Maduro y
Cabello está hoy dominada por rígidos intereses particulares, desde dogmáticos
hasta mafiosos, cada uno buscando solo su privada rentabilidad. Para estos
grupos, el negocio es que un modelo que empobrece a todo el mundo, menos a
ellos, continúe. Incapacitados y prisioneros de sus poderosos intereses, su
única respuesta frente a la crisis es la esperanza, casi mítica, de una
recuperación mágica de los precios del petróleo. Y esto simplemente no va a
ocurrir.
Por ello, si no hay un cambio
político rotundo el 6-D, no habrá cambios ni en la política económica ni en la
forma como se vienen manejando los asuntos públicos, y la ruta del empobrecimiento
no solo continuará, sino que se acelerará trágicamente. En otras palabras,
usted y yo, su familia y la mía, estarán cada vez peor, y la única forma de
evitarlo es provocando un terremoto electoral que abra las puertas a un cambio
político ya no solo imprescindible para el país, sino sobre todo para cada
venezolano.
Un dato importante es que la
gente parece cada vez más entender esto. El porcentaje de la población
exigiendo un cambio en la conducción del país supera 80%, lo que por supuesto
incluye mucho de la todavía militancia oficialista. Pero hay más. Un análisis
detallado de los estudios de opinión pública arroja una reducción sustantiva de
la distancia entre la percepción negativa de los venezolanos sobre la situación
del país, por una parte, y la percepción –cada vez más negativa– de su propia
situación personal por la otra. Esto es, la población no solo percibe que el
país marcha cada vez peor, sino que además lo mismo ocurre con ellos. Y cuando
esto sucede, históricamente, la gente pasa al estadio psicológico de entender
que su situación personal no va a mejorar si no cambia el país. Este es el dato
clave.
Para evitar este cambio, el
madurocabellismo está echando el resto, raspando el tesoro nacional e
inventando cualquier cosa que les permita enfrentar el 6-D. Hasta ahora no les
ha resultado, pero van a seguir intentándolo. Tienen poder, plata y la
necesaria ausencia de escrúpulos. El problema es que cada día que pasa el grito
de cambio resuena con más fuerza desde lo profundo de los caseríos, barrios y
calles de toda Venezuela. Pero ese cambio ni es fácil ni es automático. Hay que
seguir labrándolo al pulso de la perseverancia y la organización popular.
Recuerde: el gobierno no va a
cambiar. Y eso significa que, salvo que sufra una rotunda derrota electoral que
abra las puertas al cambio político, lo peor para los venezolanos todavía está
por venir. Por eso, en sentido estricto, lo que usted haga el 6-D no será a
favor de ningún candidato o parcialidad política. Será a favor de usted y de su
familia. O en contra.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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