Rafael Cadenas
Comencé a escribir estos Dichos en 1970; llevaban el nombre de “Irreflexiones”. Una parte de ellos se publicó en la Revista Nacional de Cultura con este nombre en 1976 y después en una publicación universitaria llamada Nítido.
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Que los seres humanos se vean a sí mismos como son, sin juzgarse, constituye hoy tal vez la subversión más válida.
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No hay guerra santa.
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Todas las doctrinas quieren poner en una horma al hombre.
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Sondear ese extraño que uno es. Pero ¿quién indaga?
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Alguien perdido sale a buscar a alguien perdido.
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Vivir en el misterio: frase redundante.
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El no dejar aparecer lo real, que pugna por nacer a través de nuestros esquemas y es subyugado y vuelve a surgir, ¿no es un exilio?
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Quien en realidad vive no espera.
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Lo más importante es lo que no puede ser hallado.
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La razón se crea su propio coto para señorear allí. No le atañe pregunta que no lleve en sí su posibilidad de respuesta. Su fuerza es falsa, pues se apoya en el límite que ella misma se pone.
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Todo hombre es antiquísimo, pero no lo quiere saber.
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El misterio acalla el pensamiento, lo hace bajar la cabeza, lo obliga a admitirlo.
Derrota espléndida la de este rey lleno de aflicciones.
Al abdicar queda lo que existe, lo que se manifiesta.
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Debe haber una mirada que nos devuelva la tierra.
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Quien no busca, es.
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Estar sin ídolos, con la vida, siendo.
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Lo esencial no es de ninguna época.
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La orilla pertenece a los que aman, y ellos la convierten en esta orilla.
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Que la vida lleve la voz quiere decir respetar los hechos.
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No se puede escribir cosa valedera sin haber estado en el infierno.
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Ningún viento puede apagar la llama que en nada se apoya.
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Realidad, lo que tomamos por ti, nosotros lo pusimos.
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Sin esperanza, y por eso, sin desesperanza.
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Fuera del juego, ni por ni contra, pues ningún “enemigo” tiene razón.
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Abandonado te quiere lo inmenso.
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Sólo en un sitio puede ser derrotada una sociedad: en el pecho de cada hombre.
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Ponerse a compás de la época significa hoy no ser de ninguna época.
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Aceptar la idea de nación es aceptar la idea de guerra.
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Hemos convertido el vivir en una fuga de la llama que es el vivir.
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El reino: lo más presente, lo más oculto.
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Digámoslo en voz baja para que la vida no lo oiga: somos personajes.
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En el mundo no señorea el ser sino otra fuerza. Existe una desconexión con el fundamento. Esta quiebra forma el telón de fondo del caos actual.
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¡Cuánto depende de cómo nos vemos! Todo estriba en el modo de mirar, en si nos acusamos o no. Los ojos son decisivos.
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El hombre ha perdido la poética del vivir.
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Una riqueza, tal vez la mayor: el sentimiento del vivir mismo como algo que no depende de nosotros, que brota de una fuente que no somos nosotros.
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La vida, ese hecho deslumbrante, inasible, tremendo, no es suficiente para el hombre. Él exige más, y por supuesto, nada puede aplacar su descontento. ¿Quién podría dar con algo mayor?
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Instaurar un dios para negar la obra que se le atribuye me parece una crueldad con él y con ella.
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En cada cosa comienza y termina el universo.
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Lo inmediato, esa cima.
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Sostenerse es un milagro, y más aún la serenidad, pero alegrarse rebasa toda medida.
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Nada es nuestro.
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Desde que vi mi pobreza dejé de sentirme pobre.
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La actividad febril te destierra.
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El hombre ha hecho tal culto del cambio que se le olvidó vivir.
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Tú creas la voz; pero ella también te crea.
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