Hablaba teniendo en mente a exiliados de lo que en la antigüedad de la civilización soviética fueron los países satélites del este de Europa. “Gracias a su vida anterior –dice el poeta– aquel tipo de escritor exiliado puede apreciar las ventajas sociales y materiales de la democracia con mucha más intensidad que los nativos. Pero precisamente por no ser nativo, y debido a la barrera lingüística, se ve totalmente incapaz de desempeñar ningún papel relevante en su nueva sociedad. La democracia a la que ha llegado le proporciona seguridad física, pero lo hace socialmente insignificante. Y esta insignificancia es lo que ningún escritor, exiliado o no, puede soportar”.
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