En un grupo de buenos amigos con
quienes me reúno frecuentemente para conversar sobre Venezuela se ha planteado
en muchas ocasiones, directa o indirectamente, el tema de la relación entre
política y ética. Tiene que ver con los pros y contras de invocar la ética, la moral, en asuntos de tipo político,
dado que el mundo de los valores presenta
variaciones entre los miembros de una sociedad. Hay quienes argumentan que, por
ello, es mejor no tratar de juzgar a
otros sobre las bases de nuestras propias creencias, como si ellas fueran las
únicas verdaderas. Según esta perspectiva catalogar de colaboracionistas del
narco-régimen venezolano a quienes irían a participar como candidatos de “oposición”
a las elecciones convocadas por la Asamblea Nacional Constituyente sería
injusto.
Yo he estado diciendo en ese grupo que en la
MUD hay colaboracionistas, oportunistas y manipuladores, gente que está
tratando de llegar a un arreglo con el narco-régimen para compartir el
poder. Entre ellos menciono a Henri Falcón, a Manuel Rosales, a Henry
Ramos Allup y a Timoteo Zambrano, entre otros líderes de la oposición. También
he criticado a Julio Borges y a Luis Florido por estar todavía sentados en la
mesa con los criminales del régimen chavista.
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