Los economistas se equivocan muchas veces, pero hay dos cosas en la que su récord es impecable: los controles de cambios siempre generan corrupción, y los controles de precios, escasez. Y aquí estamos ahora, transitando una hiperinflación demoledora, con un gobierno cuya única ocurrencia es apretar las clavijas de unos controles que, de implementarse, lograrán disminuir la oferta de productos con la misma velocidad con la que suben los precios: una receta para la aceleración del colapso. Quizás el hombre sea el único animal que a veces, en lugar de evitarlas, se lanza sobre las piedras.
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