AXEL
CAPRILES M.
Sabemos
que no es más que un dicho, que el avestruz no esconde la cabeza bajo tierra
para rehuir el peligro y evitar los problemas. ¿Por qué Maduro sí lo hace? ¿Por
qué el presidente de la República no enfrenta la realidad? ¿Por qué la cabeza
del Poder Ejecutivo opta por esconderse y adopta una actitud tan infantil:
“Como no te veo, no existes”? El gobierno bolivariano rehúye las adversidades
eliminándolas por decreto, ignorándolas. Es una extraña forma de pensar: si se
deja de actualizar el índice general de precios al consumidor, la inflación se
acaba; si se dejan de publicar los estados financieros de los organismos
públicos, las empresas del Estado salen de la quiebra. Tenemos, así, un país de
ciegos. No hay balances fiables del Fonden, del Fondo Chino, de nada. Toda la
estadística nacional está viciada, sesgada, borrada.
La
conducta de Maduro es producto de una inversión del teorema de Thomas, el cual
postula que “si una situación es definida como real, esa situación tiene
efectos reales”. Maduro interpretó que si la situación no se definía, la
realidad no existía. Es una profecía autocumplida por ausencia. Dado que la
gente adecúa su conducta a la percepción que tiene de las cosas, basta con
eliminar los datos que dan fe de las percepciones para que las cosas
desaparezcan. La otra explicación que puede tener el extraño comportamiento de
Maduro es que aplicó ciegamente las premisas de la propaganda castrista, que
son, en esencia, las mismas de la nazi. Es la extensión del principio de
“silenciación”, de Joseph Goebbels, hasta sus últimas consecuencias. Ya no se
trata de acallar y disimular las noticias, sino de negar los hechos en su
totalidad.
La
compenetración de Maduro con el comportamiento mítico del avestruz nos ha
llevado, sin embargo, a una condición desesperada. El país está mucho peor de
lo que pensamos. Y el problema ya no es, ni siquiera, que el presidente tome
malas decisiones sino que, peor aún, no toma decisiones. Pareciera que los
autores de la revolución bolivariana han acabado resignándose y aceptando que,
bajo sus premisas, nada pueden hacer para enderezar la economía. Han dejado,
por ello, la barca a la deriva hasta que algo pase, hasta que explote o se
hunda. Siempre nos queda la fantasía venezolana dominante: el aumento de los
precios del petróleo. Pero mientras tanto, Maduro y el resto de los héroes
revolucionarios dedican todo su tiempo a lo único que han sabido y saben hacer:
raspar la olla. Estamos en la fase del saqueo final.
@axelcapriles
Vía
El Nacional
Que pasa Margarita
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