Saturday, July 7, 2012

Cuando los senderos se bifurcan

En: http://www.noticierodigital.com/2012/07/cuando-los-senderos-se-bifurcan/

Rubén Monasterios

Dos personajes históricos del continente tienen en común algo más que las letras iniciales de sus respectivos nombres, y ellos son Ezequiel Zamora (1817-1860), alguna vez General del Pueblo Soberano, ahora convertido en ícono menor de una grotesca farsa revolucionaria, y el héroe de una revolución frustrada, el mexicano Emiliano Zapata (1879-1919). Ambos fueron de extracción popular; los dos recibieron instrucción escolar rudimentaria, pero contaron con la suerte de cruzarse con hombres ilustrados que los iniciaron en las Ciencias Sociales y en las ideas liberales debatidas en Europa.
Tanto Zamora como Zapata emergen en el panorama político a raíz de levantamientos espontáneos de campesinos, agobiados por los atropellos de los latifundistas; se convierten en líderes de esos movimientos y progresivamente amplían sus campos de influencia política; las circunstancias los impulsan a volverse combatientes; a pulso ganan respeto como valerosos guerreros e inteligentes comandantes de tropas; dadas esas cualidades, y no por jalabolas, alcanzan un honorable generalato.
Los dos personajes proclamaron consignas semejantes; en la primera etapa de su actividad pública, las de Zamora fueron “Tierra y hombres libres”, “Respeto a los campesinos”, “Muerte a los godos” y “Justa distribución de la riqueza”; la principal de Zapata, “La tierra es de quien la trabaja”.
En sus correspondientes vidas privadas también se descubren coincidencias, por ejemplo, uno y otro dieron lo que en el lenguaje vulgar decimos “buenos braguetazos” que los elevaron en su posición social; Zamora casó (1856) con doña Estefanía, hermana de Juan Crisóstomo Falcón, lo que lo hace rico propietario agrario y miembro de la élite, por cuanto su cuñado, futuro Presidente del país, era uno de los hombres más influyentes de la Venezuela en esos tiempos. Zapata, por su parte, pasando olímpicamente por alto su unión de hecho con Inés Alfaro, mujer de origen humilde madre de sus dos primeros hijos, contrae matrimonio sucesivamente con dos damas de la clase acomodada, la última, Josefa Espejo, en cuya boda fue padrino el propio Francisco Madero, para la época liberal en lucha por el poder y más tarde Presidente de la República.
Los dos personajes mueren jóvenes, casi a la misma edad: Zapata a los 40 y Zamora a los 43, y en circunstancias oscuras.
Ezequiel Zamora cae víctima de un balazo en la cabeza en la toma de la ciudad de San Carlos, en el contexto de la Guerra Federal (1859-1863). Una versión dice que la bala en cuestión provino de las fuerzas enemigas; según otra, salió de sus propias filas y la atribuye a un tal sargento Morón, actuando como francotirador al servicio del general Falcón, de quien era guardaespaldas. El supuesto no ha sido suficientemente verificado, pero el hecho es que a Falcón no le faltaban motivos para eliminar a su cuñado, por representar una seria rivalidad en su acceso al poder; aunque compartían el mando federalista de la guerra civil, Zamora gozaba de enorme prestigio, principalmente por haber logrado la victoria de Santa Inés, decisiva en esa conflagración.
Zapata es alevosamente asesinado en una emboscada que le tiende Jesús Guajardo en la hacienda Chinameca (Morelos), quien lo invita a una conferencia haciéndole creer que estaba dispuesto a unírsele. El jefe del Ejército del Sur deja sus tropas a distancia y viene a esa localidad acompañado por una pequeña escolta; al llegar a la puerta, un guardia toca la trompeta, supuestamente en su honor; pero era la señal para que soldados emboscados dispararan sobre él. Cuentan que Zapata logró sacar su revólver, pero nada pudo hacer contra la andanada de balas.
Los dos personajes se convirtieron en leyendas a partir de sus muertes, que ocurrieron sin ver cristalizados sus ideales de redención de los campesinos pobres; y he aquí un punto donde sus senderos se bifurcan.
Después de la aludida “primera etapa”, Zamora depone las armas y se retira con su familia a una heredad en Coro… disfrutando de su condición de rico latifundista; o sea, que de plano le da la espalda a sus ideales de redención de los pobres. Al respecto, viene a lugar señalar que cualquier semejanza con la evolución de otros revolucionarios es simple coincidencia.
Zamora vuelve a las armas con el estallido de la Guerra Federal, y durante este período, si bien resaltó como estratega y político, tuvo buen cuidado en no insistir en la proposición de sus antiguas ideas; hasta colaboró con los Monagas, la pareja de hermanos que le dieron forma a uno de los regímenes nepóticos dictatoriales más corruptos de la historia de Venezuela, sólo superado por el actual.
Los restos de Ezequiel Zamora descansan en el Panteón Nacional; no deja de ser irónico que comparta monumento con quien se sospecha fuese el autor intelectual de su muerte, Juan Crisóstomo Falcón.
Todo cuanto sabemos de Zapata conduce a suponer que hasta el final se mantuvo firme en sus convicciones; recordemos la anécdota de su encuentro con Madero, ahora Presidente, en noviembre de 1911; quien fuera su padrino de bodas le ofrece una hacienda como recompensa por sus servicios a la revolución, a cambio de su pacificación, lo cual enfurece a Zapata, que da fin a la entrevista golpeando el escritorio del mandatario con la culata de su carabina 30-30. Su asesinato vil en Chinameca fue consecuencia de su persistente rebeldía a favor de los desposeídos. Hasta el fin de sus días el hombre fue fiel a su principio expuesto en su más célebre frase: “Es mejor morir de pie, que vivir toda una vida arrodillado”.

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