ELIDES J. ROJAS L.| EL UNIVERSAL
miércoles 14 de agosto de 2013 12:00 AM
Primero fue el finado. Ahora es Maduro. Si algo han tenido estos gobiernos militarizados, más allá del lenguaje violento, amenazante y prepotente, es lo bélico, lo armamentista. Les encanta estar hablando de guerras, de luchas épicas, de heroísmo y retos insalvables. Todo es mentira, pura pose y discurso barato. Para las gradas y en cadena.
Pero hay algo cierto en medio de toda esta fiebre verde oliva. Hacen negocios. Compran armas, adquieren barcos, fragatas y cañoneras. Buscan vendedores de chatarra de guerra rusa, china o española. Y consiguen rápido. La clave está en el dineral que se mueve detrás de un par de militares haciendo negocios. Se mueven dos cosas. El montón de dinero que ingresa al Estado vendedor, muy importante para países como Rusia; y las jugosas comisiones listas para aportar la máxima felicidad posible para generales y más arriba. En esta fase del socialismo ganan civiles, militares con contactos y hambre de plata, perros de la guerra históricos y bien conocidos. No hay secreto. No importa el país. Lo que importa es el negocio. En la práctica pasa como ocurriría en Venezuela en caso de una guerra con cualquier país. Pongamos como ejemplo Estados Unidos, al que el finado le tenía ganas; pero, como es natural, nunca pasó más allá de las papilas. Lo mismo ocurre con Maduro. Armas, misiles, cohetes. De todo. Pero a la hora de la chiquita dibujemos lo que pasaría, en medio de la movilización de la milicia de la tercera edad, entre pañales desechables y bastones, y oficiales gordos, con problemas de tensión de tanto 18 años y punta trasera al horno.
Maduro declara la guerra al imperio en cadena nacional desde La Vela de Coro. Se va la luz cuatro veces, pero al final se impone el patriotismo y bajo la luz de una escoba bañada en kerosene y echando candela, sale la gloriosa proclama. El imperio tiembla. De allá para acá no hay ni una declaración ni siquiera un mensaje de algún vocero de tercera de la Casa Blanca. Simplemente movieron un portaaviones pequeño y cuatro lanchas torpederas que estaban en Curazao y esperaron órdenes para atacar.
Mientras tanto en Caracas, tres tanquetas se accidentaron en la autopista Caracas-La Guaira y otra se incendió. Bloqueada la capital. Sin alimentos y aislada del aeropuerto. A los machetes de Pdvsa se les incendió Amuay otra vez y se acabó en medio día la gasolina y el diesel. Compras nerviosas decía Samán, amenazando con expropiar la primera arepera que se le atravesara. Se fue la luz en todo el país, como todos los días y un motorizado se estrelló en el túnel Los Ocumitos. Bloqueada Caracas por Occidente. Una gandola se volcó en la ruta hacia Guarenas. Bloqueo completo.
Al segundo día se terminó la guerra.
Pero hay algo cierto en medio de toda esta fiebre verde oliva. Hacen negocios. Compran armas, adquieren barcos, fragatas y cañoneras. Buscan vendedores de chatarra de guerra rusa, china o española. Y consiguen rápido. La clave está en el dineral que se mueve detrás de un par de militares haciendo negocios. Se mueven dos cosas. El montón de dinero que ingresa al Estado vendedor, muy importante para países como Rusia; y las jugosas comisiones listas para aportar la máxima felicidad posible para generales y más arriba. En esta fase del socialismo ganan civiles, militares con contactos y hambre de plata, perros de la guerra históricos y bien conocidos. No hay secreto. No importa el país. Lo que importa es el negocio. En la práctica pasa como ocurriría en Venezuela en caso de una guerra con cualquier país. Pongamos como ejemplo Estados Unidos, al que el finado le tenía ganas; pero, como es natural, nunca pasó más allá de las papilas. Lo mismo ocurre con Maduro. Armas, misiles, cohetes. De todo. Pero a la hora de la chiquita dibujemos lo que pasaría, en medio de la movilización de la milicia de la tercera edad, entre pañales desechables y bastones, y oficiales gordos, con problemas de tensión de tanto 18 años y punta trasera al horno.
Maduro declara la guerra al imperio en cadena nacional desde La Vela de Coro. Se va la luz cuatro veces, pero al final se impone el patriotismo y bajo la luz de una escoba bañada en kerosene y echando candela, sale la gloriosa proclama. El imperio tiembla. De allá para acá no hay ni una declaración ni siquiera un mensaje de algún vocero de tercera de la Casa Blanca. Simplemente movieron un portaaviones pequeño y cuatro lanchas torpederas que estaban en Curazao y esperaron órdenes para atacar.
Mientras tanto en Caracas, tres tanquetas se accidentaron en la autopista Caracas-La Guaira y otra se incendió. Bloqueada la capital. Sin alimentos y aislada del aeropuerto. A los machetes de Pdvsa se les incendió Amuay otra vez y se acabó en medio día la gasolina y el diesel. Compras nerviosas decía Samán, amenazando con expropiar la primera arepera que se le atravesara. Se fue la luz en todo el país, como todos los días y un motorizado se estrelló en el túnel Los Ocumitos. Bloqueada Caracas por Occidente. Una gandola se volcó en la ruta hacia Guarenas. Bloqueo completo.
Al segundo día se terminó la guerra.
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