Nuestro amigo Tesalio en cuatro movimientos
Ramón
Peña
Scherzo (presto)
Porte de espadachín
francés, de cuidado bigote cual mosquetero del Rey, menudo y ágil, reverente y gracioso,
de sonrisa espontánea y saludo cordial, cultivado, de elegancia europea, de espontáneo
ancestro Berthier. Gregario por instinto, conversador por vocación, su hilada
voz era un lujo en nuestras tertulias. Su memoria prodigiosa siempre presta a eslabonar
nuestras descarriladas chácharas de cine, música, literatura o política. Con su
presencia hacía de las partidas de tenis un divertido y comentado encuentro. Siempre
solidario con sus amigos, presente en sus trances difíciles, en sus momentos
tristes; proveedor de soluciones, de un abrazo a tiempo, acertado en sus
palabras de aliento.
Allegro (maestoso, trionfale)
Reunía atributos
que dieron a su existencia el colorido de aventuras, desventuras, placer, triunfos, así como también algunos
desencuentros. Su serena picardía, verbo suave, estilo galante, discurrir
pausado de cautivador ilustrado, fueron los dones naturales que agitaron el
ardor de numerosas damas en todos los tiempos de su vida. Cobró fama, tenía
algo de un magnetismo natural que le abría la senda para los más disímiles
destinos: alguna vez, el de la entrega total; otra, el que sumaba a la pasión
la formalidad de una relación duradera; muchas veces para inicios sin tiempo
definido; se comentaban fortuitas aventuras, anécdotas que rozaban la fantasía.
Y así, de voz en voz, de barra en barra, se fue enhebrando la leyenda de sus
conquistas. Pero dos fueron sus amores excepcionales: Natalia y María Isabel.
Adagio (assai)
Melómano por
naturaleza, pero por encima de todo, cultor apasionado de Beethoven. Silbaba
con orgullo los primeros compases que definen los movimientos de sus sinfonías.
Coleccionista de innumerables versiones orquestales, opinaba del genio de Bonn con
pasión. Cual albacea de su legado, velaba celosamente por la calidad de las
interpretaciones. Hacía sentir su juicio crítico. Hablaba con reverencia de aquellos
a quienes consideraba sus más fieles intérpretes. Furtwängler, Böhm, Munch,
Celibidache, Zolti, Karajan, eran algunos de sus héroes. Por el contrario, reprobaba
con acritud a los directores que juzgaba improvisados, jactanciosos o
desprovistos del exigido carácter.
Finale (Poco
Andante, misterioso)
Bajo una sombra inescrutable
comenzó su lento crepúsculo. De curioso abandono consciente o de desafío de
quien se consideraba invencible. Un mal, que por su inexplicable tratamiento,
comenzó a tejer un nuevo mito a su alrededor: ¿Se creía invulnerable u ocultaba
la debilidad para ostentar fortaleza en otras batallas que le tocó librar en
esta última etapa? No sabemos. ¿Se escondió en sí mismo del morbo que reptaba
lentamente en su interior a la espera del auxilio providencial…? Quizás. Como buen
creyente, posiblemente confiaba en el auxilio de la Milagrosa de la Rue de Bac,
por él tan venerada. Santa y también
mujer. Su físico se fue apagando en lenta coda, pero dejó vivo el recuerdo de éste,
nuestro querido amigo y el espacio para la perdurable memoria de una leyenda
llamada Tesalio Cadenas Berthier.
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