GUSTAVO BRICEÑO VIVAS| EL UNIVERSAL
martes 17 de septiembre de 2013 12:00 AM
Estamos los venezolanos viviendo las horas más desesperantes de nuestro acontecer desde hace muchos años. No solo tenemos un régimen político que desborda muy significativamente los límites de la intolerancia, sino que lo más grave aún, su política económica ha convertido a una porción importante de ciudadanos en dependientes del dólar y de cualquier moneda extranjera distinta al bolívar. Ha construido este régimen, a veces pienso de forma adrede, a los venezolanos en un colectivo rebatiñado y dolarizado a que cada quien se busque sus dólares como sea. No importa el medio, el fin lo justifica, lo que se busca es tener dólares o euros, para cambiarlos en bolívares, así ganarse la recompensa en bolívares y sobrevivir a la inflación. Un abobamiento generalizado, por no decir una locura colectiva.
El artículo 318 de la Constitución Nacional, refiere al sistema monetario nacional, y señala que el objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria, lo cual implica que los ciudadanos debemos lograr y convivir con una moneda sana, y el Banco Central de Venezuela contribuir, en un sistema racional donde nuestra moneda, el bolívar, sea el intercambio estándar de las relaciones sociales y económicas. Pero no, hay, a mi parecer, una combinación hasta cierto modo perversa, entre un régimen nefasto que plantea una política económica degradante y una porción importante de ciudadanos que de una u otra forma contribuyen a esa perversidad. Es decir, ¿quiénes conspiran contra el bolívar como moneda nacional? Por supuesto que el Gobierno, pero es importante no colaborar con esa política, nuestra venezolanidad debe imponerse de manera primordial, sobre todo cuando asumimos la posición de demócratas.
Las democracias se sustentan con el esfuerzo material e intelectual de los ciudadanos, se refuerzan con el sacrificio, con la tolerancia y con el deseo colectivo de imaginar un país distinto. Los países que escogen sus vidas solo basado en la actitud egoísta de estar bien, mas con el apoyo indirecto del régimen, exteriorizan una conducta muy antidemocrática e individualista. Yo entiendo, pero de manera lamentable, la vida de ese gran porcentaje de venezolanos que sobreviven la inflación en la búsqueda prioritaria de una moneda extranjera, y la mirada consiente de cómo se nos va la libertad, sin poder hacer algo que contrarreste la ignominia de un gobierno cada vez más alejado de las justas y reales necesidades de la gente. El esfuerzo está en construir un sistema económico donde el bolívar aparezca como una moneda que sea orgullo de cada uno, y no la sustitución de nuestra moneda por otra, llámese dólar o euro. ¿Es locura colectiva? Claro que lo es, aunque locura también significa la aceptación o la omisión de actuación, por cierto muy característico de aquellas personas que siempre poseen la marca de la moneda extranjera en la frente de su expresión.
El artículo 318 de la Constitución Nacional, refiere al sistema monetario nacional, y señala que el objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria, lo cual implica que los ciudadanos debemos lograr y convivir con una moneda sana, y el Banco Central de Venezuela contribuir, en un sistema racional donde nuestra moneda, el bolívar, sea el intercambio estándar de las relaciones sociales y económicas. Pero no, hay, a mi parecer, una combinación hasta cierto modo perversa, entre un régimen nefasto que plantea una política económica degradante y una porción importante de ciudadanos que de una u otra forma contribuyen a esa perversidad. Es decir, ¿quiénes conspiran contra el bolívar como moneda nacional? Por supuesto que el Gobierno, pero es importante no colaborar con esa política, nuestra venezolanidad debe imponerse de manera primordial, sobre todo cuando asumimos la posición de demócratas.
Las democracias se sustentan con el esfuerzo material e intelectual de los ciudadanos, se refuerzan con el sacrificio, con la tolerancia y con el deseo colectivo de imaginar un país distinto. Los países que escogen sus vidas solo basado en la actitud egoísta de estar bien, mas con el apoyo indirecto del régimen, exteriorizan una conducta muy antidemocrática e individualista. Yo entiendo, pero de manera lamentable, la vida de ese gran porcentaje de venezolanos que sobreviven la inflación en la búsqueda prioritaria de una moneda extranjera, y la mirada consiente de cómo se nos va la libertad, sin poder hacer algo que contrarreste la ignominia de un gobierno cada vez más alejado de las justas y reales necesidades de la gente. El esfuerzo está en construir un sistema económico donde el bolívar aparezca como una moneda que sea orgullo de cada uno, y no la sustitución de nuestra moneda por otra, llámese dólar o euro. ¿Es locura colectiva? Claro que lo es, aunque locura también significa la aceptación o la omisión de actuación, por cierto muy característico de aquellas personas que siempre poseen la marca de la moneda extranjera en la frente de su expresión.
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