Ni el comunicado de las FANB, ni la solidaridad de las chicas del Psuv funcionarán para sacar a flote a Cabello del pozo de impopularidad en que lo ha metido Salazar el espía.
“Los militares no se alzan hasta que se alzan”
decía Luis Herrera Campins. Y como suele ocurrir con el refranero
popular al que siempre echó mano el presidente llanero, la historia le
dio la razón. Porque los militares se alzaron el 4F, se alzaron el 11A
y, en menor medida o de una manera distinta, se alzaron también en
diciembre del año pasado, solo que sobre el día exacto no hay nada
preciso porque el “alzamiento”, disfrazado de luna de miel, tuvo de
cabecillas solamente al capitán de corbeta Leamsy Salazar y a su
esposa, la capitana Anabel Marina Linares, golpe al hígado que
efectuaron con un nivel de sigilo tan profesional, con una caleta tan
descomunal, que el principal derribado con su destape, el
también capitán Diosdado Cabello, lleva varios días sin hilar
coherentemente su pensamiento, lanzando golpes en lo oscuro, haciendo
mucha bulla para asfixiar ese enorme grito de asombro que le debe
martirizar el sueño. Y, a decir verdad, los amigos no le han ayudado
mucho que digamos.
Porque frente a
semejante trancazo no se le puede responder con adjetivos porque -como
creo que dijo alguna vez Mario Vargas Llosa-, éstos se inventaron para
no usarlos. Entonces vienen las amigas del Psuv- diputadas, ministras-,
a lanzar un palabrerío laudatorio sobre la golpeada humanidad del
presidente de la Asamblea Nacional, dirigido casi exclusivamente que a
sí mismas. Es decir, le construyen un homenaje instantáneo para quedar
bien con ellas y luego con él, replicando un gesto parecido al de
algunos asistentes a un velorio donde, abrazados a los dolientes,
pronuncian cualquier frase hueca que justifique su presencia en la
funeraria, cita obligada adonde acuden para ver y dejarse ver, a
sabiendas de que el muerto (o la muerta) ni era un amigo tan cercano y,
como toda la gente, tenía sus defectos, que deberán quedar enterrados
junto con sus huesos. Luego del pésame de rigor, este tipo de
“invitados” se repliegan a un rincón a contar chistes del finado y
tomar caldo de pollo gratiñán.
No las tiene fácil Diosdado Cabello. Ayer nada más, el presidente de la República Nicolás Maduro -otro de los que ha defendido su honorabilidad a capa y espada-, canceló su visita a la Universidad
de Costa Rica porque cuatro gatos lo esperaban con cartelitos y
bocinas, donde lo acusaban de dictador. Entonces Maduro prefirió
embarcar a los otros cuatro gatos que lo esperaban, antes que
enfrentarse a semejante foto. Y Padrino López ha recibido cualquier
andanada de adjetivos, luego de firmar el decreto según el cual ahora a
las protestas se les puede echar plomo en lugar de gas del bueno, como
prefería el gigante.
Nada fácil la tiene Diosdado. A su mal humor
cotidiano se le sumarà ahora la pesadilla de no saber quién será el
próximo en descalificarlo. Y mientras mayor amargura acumule, más
congeniará su imagen con la que busca vender Salazar ante la DEA.
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