Asdrubal Oliveros y Gabriel Villamizar
1. ¿Maquillaje o error metodológico? Desde mediados del año pasado, los retrasos en la publicación de cifras de inflación –entre otras- por parte del Banco Central de Venezuela (BCV) y la ocurrencia de “errores materiales” en la publicación de notas de prensa oficiales relacionadas a la evolución en los precios han llevado a la pérdida de credibilidad de los números estimados por el ente emisor.
La demora injustificada en la
publicación mensual de estadísticas de precios ha llevado a muchos a
pensar que el BCV y el Instituto Nacional de Estadística (INE) manipulan
o “maquillan” las estimaciones de inflación, de manera de presentar
resultados mejores a los obtenidos y atenuar el costo político que tiene
para el Gobierno presentar malos resultados.
Si de maquillaje hablamos, hay que hacer
referencia al caso de Argentina, país donde la desconfianza en los
números oficiales ha llevado a que los agentes económicos busquen
mediciones alternativas. El cuestionamiento de las cifras de inflación
en Argentina llevó en 2007 al surgimiento del portal
“inflacionVerdadera.com”, que provee índices de precios alternativos a
los del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República
Argentina (Indec), utilizando precios obtenidos diariamente de productos
comerciados en dos grandes supermercados de Buenos Aires y las mismas
metodologías del instituto de estadísticas argentino. Dicha iniciativa
constituyó un primer paso para el Proyecto de los Mil millones de
Precios (The Billion Prices Project), una iniciativa académica del
Massachusetts Institute of Technology (MIT) que utiliza los precios
recogidos diariamente en cientos de tiendas en línea de todo el mundo
con el fin de llevar a cabo labores de investigación económica.
Ha sido tal la presión académica sobre
las estadísticas económicas argentinas, que el Gobierno de ese país fue
censurado a principios de 2013 por el Fondo Monetario Internacional
(FMI), debido a la desconfianza en los datos de crecimiento económico e
inflación estimados por el Indec, situación que ha llevado también a un
grupo de países (entre ellos Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña y
Japón) a mantener su decisión de bloquear los créditos a Argentina en el
Banco Mundial (BM) y en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
hasta que se normalicen las estadísticas.
2. La credibilidad va más allá de las cifras. En
febrero de este año el Gobierno argentino y el Indec presentaron el
nuevo Índice de Precios Nacional Urbano (IPCNU), que aunque es más
amplio que el anterior (al incluir nuevos dominios geográficos) mantiene
las discrepancias entre las cifras oficiales y las cifras estimadas por
firmas privadas. Al cierre de octubre, la inflación en Argentina medida
por el Indec fue de 24,1% (a/a), mientras que la variación del “IPC
Congreso” (promedio de los pronósticos de las consultoras privadas)
llegó al 41,2%, casi el doble.
Al igual que en Argentina, la opacidad
de las cifras y el cada vez menor nivel de detalle en las publicaciones
por parte del BCV y el INE son factores que minan la credibilidad de las
instituciones e incentivan el surgimiento de mediciones alternativas
para la variación de precios.
3. No es maquillaje, sino mala medición. Consideramos
que el problema de las cifras de inflación en Venezuela, a diferencia
de otros países como Argentina, no es de desconfianza en los números
emanados de las instituciones técnicas, ya que somos de la opinión de
que el ente emisor no altera el resultado de las mediciones de precios.
Sin embargo, las estimaciones del INPC llevadas a cabo por el INE y el
BCV son afectadas por un conjunto de distorsiones propias de la economía
venezolana que se obedecen al control de cambios, la fijación de
precios y los subsidios en bienes y servicios.
El efecto de las distorsiones cambiarias
sobre los precios es uno de los más importantes. El tipo de cambio del
mercado paralelo o negro de divisas, a través del cual se financia
alrededor del 10,0% de las importaciones privadas y más del 32,8% de la
salida de capitales (entre 2003 y 2013), tiene incidencia en la fijación
de los precios, y estos efectos no son del todo recogidos por la
medición de los organismos encargados de llevar las estadísticas.
Otro aspecto a tomar en cuenta es que el
BCV utiliza las categorías de bienes y servicios “controlados” y “no
controlados”, que sirven de referencia al tema de la inflación. No
obstante, en el caso de productos controlados, la muestra del BCV tiene,
en nuestra opinión, un sesgo hacia los programas estatales de
distribución de alimentos (Mercal y Pdval), que tienen fuertes
subsidios, pero que apenas representan entre 30,0% y 35,0% de la
distribución de bienes de primera necesidad. En otras palabras, creemos
que hay una sobreestimación de la muestra de estos programas en el
índice.
Por último, la proyección actual del
INPC deja de lado problemas asociados con la escasez, el
desabastecimiento y el desarrollo de mercados negros e informales (con
precios más altos que los oficiales).
4. Una medida alternativa. En los escritos y presentaciones que realizamos desde Ecoanalítica,
hemos alertado a la opinión pública en general sobre estas
distorsiones, pero aquí no existe un índice alternativo de inflación
(como en Argentina). En Ecoanalítica desde 2007, hemos
intentado aislar las estructuras de control y distorsiones cambiarias, y
hemos diseñado un índice de inflación subyacente, que no es una medida
que se contraponga al índice oficial, sino un indicador que muestra una
medida de inflación que trata de reducir el efecto de la estructura de
controles y subsidios y distorsiones. Estimamos que la inflación
subyacente se ubicó al cierre del mes de diciembre en 84,0%, unos 15,5
puntos porcentuales (pp) por encima de la inflación presentada por el
BCV.
Frente al 2015, la situación se agrava,
pues la diferencia que obtenemos en nuestras mediciones entre la
inflación medida por el BCV y la subyacente es más del doble, mostrando
que el peso de las distorsiones se está incrementando.
FUENTES: Banco Central de Venezuela y Ecoanalítica
5. Para generar expectativas hay que recuperar credibilidad. En
la actualidad, Venezuela se encuentra atrapada en un ciclo que comienza
y termina con el incremento de precios al consumidor: mayores precios
se traducen en mayores sueldos negociados, estos en mayores costos de
producción y por último estos presionan una vez más los precios a nivel
de consumidor, ciclo que se ve influido por las expectativas de que los
precios puedan incrementarse.
Un actor clave en la formación de
expectativas en toda economía es el Banco Central, garante de la
estabilidad de precios, quien debe convencer a los agentes económicos de
que los niveles de precios no se elevarán tanto en el futuro, o que
aumentarán a una tasa objetivo, esto con el fin de convertir las
expectativas en un aliado en vez de un enemigo.
Es por ello que consideramos que el BCV
debería corregir la metodología a través de la cual lleva a cabo sus
mediciones de inflación y retomar la publicación puntual y detallada de
las cifras macroeconómicas, con la finalidad de recobrar parte de la
credibilidad que ha perdido durante estos últimos meses y constituirse
en una institución que ayude a fijar las expectativas de los agentes
económicos controlando uno de los factores determinantes de la actual
espiral inflacionaria que vive el país.
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