En: http://www.lapatilla.com/site/2015/03/07/manuel-malaver-maduro-frente-al-yo-acuso-de-la-comunidad-internacional/
Manuel Malaver
Hay una marca que explica la garra represiva que se revela como la
característica fundamental de la sucesión que Maduro recibió de Chávez
casi tres meses antes de morir: su fracaso como gestor del patrimonio
político del difunto presidente, como un heredero que, lejos de mantener
o aumentar el activo legado, lo dilapidó irresponsablemente.
La imagen de una Venezuela desgarrada por la búsqueda de alimentos,
medicinas y servicios de uno a otro rincón del país, nos releva de traer
cifras siempre ambiguas y nunca convincentes y jamás elocuentes para
demostrar que, no un país, sino una horda nómada es lo que está dejando
un experimento que inventó cambiar la libertad y el bienestar por la
esclavitud y el hambre.
De todas maneras, somos el país con la más alta inflación del mundo
(120 por ciento para el año pasado, y 200 deducible para el que está
corriendo), una devaluación del 300 por ciento que supera con creces
cualquier otra moneda de la región, caída del PIB de un -4.0 por ciento y
un índice de desabastecimiento (60 por ciento) y de asesinatos por cada
1000 habitantes que grafican a una sociedad en disolución.
Es cierto que ninguna de estas calamidades habría sido posible sin el
condenado al fracaso modelo socialista que nos dejó Chávez, y que, aún
con su presencia, la catástrofe nos asfixiaría inevitable e
implacablemente, pero también lo es que, recibiendo Maduro una economía
recuperable con un petróleo a 100 dólares b/d, se decidió por agravar la
crisis hundiéndola a un nivel en que, solo con la entrega de nuestras
riquezas a los chinos -u otro imperialismo-, podría sobrevivir un par de
años apenas.
Digo “sobrevivir” en términos racionales, instrumentando un paquete
de medidas de restablecimiento de los equilibrios perdidos, logrando un
mínimo de paz social y gobernabilidad y estableciendo una mesa de
diálogo con la oposición para la firma de un acuerdo que permita cumplir
el calendario eleccionario pautado hasta el próximo año en la
Constitución.
Porque “sobrevivir” como lo está haciendo, echando plomo con un
ejército de forajidos, de paramilitares y mercenarios que salen a
dispararle a cuando ciudadano se atreva a protestar, eso, señor Maduro,
es ir cavando la fosa de un modelo y de su presidente, que algún día
serán diseccionados por psiquiatras más que por historiadores, los
cuales, hablarán de los años en que Venezuela fue gobernada desde el
manicomio.
Es un recurso no del todo inútil cuando nos preguntamos cómo
ciudadanos de nuestra misma naturaleza, tiempo y lugar optaron por las
derrotas anunciadas, por los fracasos ensayados, por el regreso a grados
de zoología larvaria, cuando frenar la soberbia es un esfuerzo mil
veces socorrido para seguir siendo humanos y normales.
Secreciones de las ideologías, se suele argumentar, de ese conjunto
de mitos preestablecidos disfrazados de ciencia, y más de una que empezó
proclamándose atea, pero para establecer un reguero de cultos a dogmas e
individuos que los aprovecharon para atribuirse una propiedad
irrestricta sobre la vida y la muerte.
Puede ser, pero no explica todo, porque las pulsiones de las ideas no
deberían llegar a extremos en que su aplicación concluye en la más
torva y siniestra oscuridad.
Porque momentos hay, situaciones hay cuando un grupo, partido o tribu
decide perderse, arrastrando en su caída a quienes sin culpas, pecados,
ni equivocaciones que pagar, son enviados a ocupar espacios en el
infierno.
Los rusos de la época de Stalin, los alemanes cuando Hitler, chinos
de los tiempos de Mao, los camboyanos con Pol Pot, los nordcoreanos de
la dinastía de los Sung, los cubanos de los 55 años de los Castro, y
quizá los venezolanos que coincidieron con los timelines de Chávez y
Maduro constituyen está suerte de inmolados que nunca dejarán de
preguntarse “¿por qué, por qué?”
Por todo ello, mire a su alrededor señor Maduro y trate de medir el
grado de aislamiento de la llamada revolución y de su llamado gobierno,
vea que, no es solo que ya nadie quiere respaldarlo, sino retratarse con
usted, analice como hasta organismos, gobiernos y partidos que hace un
año le daban el beneficio de la duda, toman sus invitaciones con pinzas y
lo desmienten al decir que si vienen al país es a propiciar el diálogo
con la oposición y no a justificar el asesinato de estudiantes imberbes y
menores de edad.
Los secretarios generales de la ONU, la OEA, el Papa Francisco, la
Eurocámara, los presidentes de Colombia, Perú, Panamá, España, Estados
Unidos, la mayoría de los parlamentos de América y Europa,
personalidades como Andrés Pastrana, Sebastián Piñera, Felipe González,
Felipe Calderón, Enrique Krauze, Mario Vargas Llosa, y miles más, todos
claman contra las violaciones de los derechos humanos en su gobierno y
porque sean los venezolanos, gobierno y oposición, quienes se siente a
buscarle solución a la crisis que envilece al país.
Y los que no se han pronunciado, no crea que es porque lo respaldan o
avalan el estado de desafueros que se suceden al país, sino porque
esperan de usted un mínimo de racionalidad para retroceder y no insistir
en hundirse.
Creo que desde los tiempos de Hitler e Idi Amín no se hablaba tan mal
de un gobierno en ejercicio, y desde los tiempos de Hitler e Idí Amín
también, la comunidad internacional no se mostraba tan decidida a sentar
el precedente de juzgar y condenar a quienes creen que en la segunda
década del siglo XXI se puede gobernar como lo hicieron los
totalitarismos del pasado .
Acuérdese que tras de Hitler vinieron los Juicios de Núremberg y la
legislación que posteriormente dio origen al “Tribunal Internacional de
La Haya” y al “Estatuto de Roma”.
Auxiliares de la justicia global que también faculta a tribunales y
jueces de cualquier país para querellarse con violadores de los derechos
humanos que andan por el mundo validos de una inmunidad territorial que
ya la jurisprudencia internacional acepta menos.
El caso de Augusto Pinochet con la justicia española, así como de los
asesinos de las dictaduras del Cono Sur que fueron juzgados y
condenados en Francia y otros países, deberían se incluidos en su agenda
más próxima.
En otras palabras, señor Maduro, que la democracia y los demócratas
venezolanos ya no están solos y que sus continúas violaciones de los
derechos humanos, unidas al fracaso colosal del modelo de socialismo
anacrónico que propugna, dejan pocas dudas de que, o es obligado por la
acción conjunta de los venezolanos y la comunidad internacional a
detener la catástrofe o simplemente será colocado en la lista que un
días juzgó y condenó a dictadores como Charles Taylor o Slodoban
Milosevic.
Acuérdese que ya no es necesario salir del gobierno para ser listado
entren “los más buscados”, como lo revela el caso del “Carnicero de
Damasco”, Bashir Al Assad y pronto podría reconfirmarlo otro amigo suyo,
Wladimir Putin.
Dictadores que no dudan en despeñar a sus países por el abismo de la
guerra civil con tal de mantenerse en el poder, o que perpetran crímenes
a granel para barrer con la oposición de quienes, dentro o fuera de sus
naciones, no dudan en arriesgar la vida incluso si les evitan el
infierno de socialismo y el totalitarismo.
Tal intenta imponérselo Maduro al país de Bolívar que, no sólo luchó
por la independencia del subcontinente, sino que también se enorgullece
de una experiencia democrática de 40 años que ha sido su mejor arma para
batallar sin descanso contra la dictadura
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