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Saludos,
Edición elaborada por el Consejo Editorial de Laceiba.
El chantajeable
Tal como lo exigió Marco Rubio, Maduro ha aceptado tres vuelos de deportados desde Estados Unidos en apenas una semana.
Lo ha hecho, pese a todas las medidas anunciadas por la Casa Blanca que incluyen aranceles, cierre de la licencia Chevron y notificación de cese del permiso a otras transnacionales petroleras que operan en Venezuela.
Maduro dijo que el gobierno norteamericano aprobó “medidas de guerra económica” contra Venezuela pero, paradójicamente, él se está portando muy bien con Washington.
¿Qué hay de trasfondo en estos movimientos del otrora irreductible antiimperialista?
No lo sabemos, pero quizás los cubanos, que entran en el Palacio de Miraflores como si fuera suyo, sí lo saben.
Y esto lo decimos porque hoy tenemos, entre los titulares, uno que dice:
Cuba llama a impedir que las deportaciones de EEUU se conviertan en un «arma de chantaje»
Vaya, vaya. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Maduro parece haber recibido un mensaje claro y directo desde La Habana, quizás desconcertados por las contorsiones de Maduro frente a Trump, al que no toca ni con el pétalo de una rosa.
¡Compremos cotufas, que quizás podemos ver cosas peores!
Agárrese la cartera
Nada de lo que ocurra puede ser bueno. La situación económica en Venezuela es muy preocupante y el atornillamiento de Maduro en el poder augura momentos más complicados y trágicos para los venezolanos.
Hoy el ambiente del país sería distinto si el 10 de enero hubiese comenzado el cambio: la transición institucional en el país estaría en marcha, con efectos positivos en todas las áreas, particularmente en la economía nacional.
Pero Maduro, como siempre, huye hacia adelante y le echa la culpa a otro. Ha vuelto con el cuento de la “guerra económica” y esa historia ya la conocemos.
Así que preparémonos porque, en lugar de irse de una buena vez para que se abran las compuertas del desarrollo del país, seguramente Maduro echará mano de los bolsillos ajenos, para financiarse como sea y sin importar la ruina de los venezolanos.
El latrocinio y la voracidad fiscal no tendrán límites. Es su naturaleza.
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