RAFAEL DÍAZ CASANOVA| EL UNIVERSAL
viernes 11 de julio de 2014 12:00 AM
Hoy, para complacer a mi amigo Carlos Alberto y para asumir totalmente mi responsabilidad, escribo en primera persona. En casi todos mis artículos lo hago en un estilo un poco más ceremonioso, que él me ha criticado.
Hace ya varios meses circularon rumores sobre la primera venta real de las acciones de El Universal.
Digo que es la primera venta real pues la única anterior, en ciento cinco años, sólo fue la consolidación patrimonial en manos del nieto del fundador, mediante la compra de las acciones de quienes habían administrado el periódico por más de setenta años y con quienes mantenía valiosa vinculación comercial y afectiva.
Hoy, es una realidad la venta de las acciones y el traspaso absoluto de la propiedad y de sus objetivos a personas que falta que pasen de supuestos a conocidos.
Recuerdo que acabo de cumplir esta misma semana treinta y siete años como colaborador constante y continuo en estas páginas. Durante este período, que cubre un poco más de la tercera parte de la vida de El Universal, el respeto ha sido la única condición que ha regido en nuestra relación, que además, es muy simple. Yo envío mis opiniones y el periódico me las pública. No media pago, ni censura alguna, es más, yo pago religiosamente mi suscripción diaria como cualquier hijo de vecino.
Deploro que desde hace unos años, el concepto de empresa ha variado sustancialmente. En el pasado las empresas recibieron ese nombre porque era el compromiso de sus fundadores con sus accionistas, con sus clientes, con sus trabajadores y con la sociedad, para atender una necesidad de producir un bien, o un servicio, que fuera útil para la sociedad.
Ahora, la cosa es distinta y más fácil. Las empresas se inician para venderlas.
Escribo con cierto conocimiento. He estado involucrado en alguna experiencia de cambio de propiedad de alguna empresa. Además, es un tema que me llamó la atención desde que descubrí aquel capítulo de la economía que los estadounidenses bautizaron como "mergers and acquisitions".
El tema es tan extenso y complicado que al "guglearlo", encontré ciento setenta y cinco mil referencias en cinco centésimas de segundo.
Recuerdo perfectamente lo que me contó mi amigo Luis Teófilo cuando se sucedió la consolidación de las acciones en manos del nieto del fundador.
Con motivo de algún aniversario he deslizado opinión.
Para Andrés Mata Osorio, entendí que era medular la compra de la totalidad de las acciones de la empresa que había fundado su abuelo. Era parte de su "vuelta a la patria".
Hoy, el asunto es bien distinto. Las condiciones políticas, sociales, económicas y de vida de los venezolanos y de su sociedad, son precarias. Estamos sometidos a un régimen que quiere destruirlo todo. Que quiere tener a su servicio a todas las expresiones de la sociedad.
Así, con estas premisas, aparece un ente muy nuevo, que todavía no identifico, como comprador y nuevo dueño de El Universal.
Sólo el tiempo me dirá si los supuestos se cumplirán o no.
Por lo pronto aspiro que la relación con el diario se mantenga dentro del respeto mutuo que es la única condición que ha privado a lo largo de treinta y siete años.
Una pregunta, de la que me interesaría lograr respuesta (y que es imposible), gira alrededor de lo que opinarían Andrés Mata, Andrés Vigas, Porfirio Dominici, Luisa Hoyer, Luis Teófilo Núñez Gómez, Luis Teófilo Núñez Arismendi...
Quedaré sin respuestas. Pero los tiempos que se avecinan indicarán el rumbo que tomará el periodismo en nuestro querido país.
Desde Barcelona
Hace ya varios meses circularon rumores sobre la primera venta real de las acciones de El Universal.
Digo que es la primera venta real pues la única anterior, en ciento cinco años, sólo fue la consolidación patrimonial en manos del nieto del fundador, mediante la compra de las acciones de quienes habían administrado el periódico por más de setenta años y con quienes mantenía valiosa vinculación comercial y afectiva.
Hoy, es una realidad la venta de las acciones y el traspaso absoluto de la propiedad y de sus objetivos a personas que falta que pasen de supuestos a conocidos.
Recuerdo que acabo de cumplir esta misma semana treinta y siete años como colaborador constante y continuo en estas páginas. Durante este período, que cubre un poco más de la tercera parte de la vida de El Universal, el respeto ha sido la única condición que ha regido en nuestra relación, que además, es muy simple. Yo envío mis opiniones y el periódico me las pública. No media pago, ni censura alguna, es más, yo pago religiosamente mi suscripción diaria como cualquier hijo de vecino.
Deploro que desde hace unos años, el concepto de empresa ha variado sustancialmente. En el pasado las empresas recibieron ese nombre porque era el compromiso de sus fundadores con sus accionistas, con sus clientes, con sus trabajadores y con la sociedad, para atender una necesidad de producir un bien, o un servicio, que fuera útil para la sociedad.
Ahora, la cosa es distinta y más fácil. Las empresas se inician para venderlas.
Escribo con cierto conocimiento. He estado involucrado en alguna experiencia de cambio de propiedad de alguna empresa. Además, es un tema que me llamó la atención desde que descubrí aquel capítulo de la economía que los estadounidenses bautizaron como "mergers and acquisitions".
El tema es tan extenso y complicado que al "guglearlo", encontré ciento setenta y cinco mil referencias en cinco centésimas de segundo.
Recuerdo perfectamente lo que me contó mi amigo Luis Teófilo cuando se sucedió la consolidación de las acciones en manos del nieto del fundador.
Con motivo de algún aniversario he deslizado opinión.
Para Andrés Mata Osorio, entendí que era medular la compra de la totalidad de las acciones de la empresa que había fundado su abuelo. Era parte de su "vuelta a la patria".
Hoy, el asunto es bien distinto. Las condiciones políticas, sociales, económicas y de vida de los venezolanos y de su sociedad, son precarias. Estamos sometidos a un régimen que quiere destruirlo todo. Que quiere tener a su servicio a todas las expresiones de la sociedad.
Así, con estas premisas, aparece un ente muy nuevo, que todavía no identifico, como comprador y nuevo dueño de El Universal.
Sólo el tiempo me dirá si los supuestos se cumplirán o no.
Por lo pronto aspiro que la relación con el diario se mantenga dentro del respeto mutuo que es la única condición que ha privado a lo largo de treinta y siete años.
Una pregunta, de la que me interesaría lograr respuesta (y que es imposible), gira alrededor de lo que opinarían Andrés Mata, Andrés Vigas, Porfirio Dominici, Luisa Hoyer, Luis Teófilo Núñez Gómez, Luis Teófilo Núñez Arismendi...
Quedaré sin respuestas. Pero los tiempos que se avecinan indicarán el rumbo que tomará el periodismo en nuestro querido país.
Desde Barcelona
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