MANUEL V. NARVÁEZ B.
| EL UNIVERSAL
sábado 6 de septiembre de 2014 12:00 AM
Venezuela es nuestro país,
nuestro hogar y es el nombre que le dimos a nuestra tierra, pero es
también, debido a la situación que vivimos, una elección arriesgada de
vida.
¡Yo he elegido quedarme! es una frase que desencadena una reacción parecida a la que se genera cuando le confías a alguien que te gusta dormir parado. ¿Chamo tú estás loco? es la pregunta inevitable que le sigue al comentario inicial; y lamentablemente no podemos culpar a las personas jóvenes, viejos, jefes o amigos por esta reacción, ya que la realidad es que decidir quedarse en Venezuela es una apuesta de alto riesgo.
Eliges quedarte en un país donde no se garantiza el abastecimiento de los productos básicos, donde la vida no vale más que un celular usado y donde los cuerpos de seguridad están más interesados en perseguir a quien protesta que a quien cometió un delito en su cara.
Lo próximo que vas a escuchar luego del comentario y la pregunta inicial es ¿por qué te vas a quedar?; esto si no te dejaron de hablar, pensando que estás alcoholizado.
He respondido y además he argumentado, frente a varias de mis más queridas amistades quienes han elegido irse: que no podemos regalar lo que es nuestro, ni dejar que la mala administración, la corrupción, la falta de valores y la indiferencia se coman a la tierra que nos vio nacer, nos dio de comer y nos dio la oportunidad de ser ese profesional que tanto se valora en el exterior. Es nuestra responsabilidad recuperar aquello que nos intentan arrebatar.
Lo próximo que vas a tener que decir para que la gente quite la cara de espanto es: ¡sé que suena muy soñador, pero es una tarea que no sólo corresponde a los políticos, sino a cada uno de nosotros!
La verdad es que ese sentimiento de apego, esperanza y voluntad de lucha es algo positivo, y como dice un querido amigo "debemos inyectarnos una dosis de positivismo para poder lidiar con esta situación", porque hablar de Venezuela debe traer a nosotros el mismo sentimiento de añoro que aflora al hablar del primer amor, de nuestro pueblo o ciudad natal, de nuestros cuentos de infancia o de la adultez en la universidad. En fin, sentirnos parte del país y quererlo como a nosotros mismos, es uno de los requisitos para entender esta decisión y es lo que nos impulsa a querer construir ese país que tanto nos hace falta.
Entonces si Venezuela es mi país, es mi hogar y es el nombre que yo le doy a mi patria y la de mis hijos, quienes nacerán aquí si vivo lo suficiente para tenerlos, debo sostener que no estoy dispuesto a regalarla a aquel que por unos cuantos cobres pretende conquistar a las personas con la promesa de ser un Mesías, un nuevo hombre o el salvador de la patria, y lucharé con mi potencial profesional por hacer de esta Venezuela un lugar mejor.
¡Yo he elegido quedarme! es una frase que desencadena una reacción parecida a la que se genera cuando le confías a alguien que te gusta dormir parado. ¿Chamo tú estás loco? es la pregunta inevitable que le sigue al comentario inicial; y lamentablemente no podemos culpar a las personas jóvenes, viejos, jefes o amigos por esta reacción, ya que la realidad es que decidir quedarse en Venezuela es una apuesta de alto riesgo.
Eliges quedarte en un país donde no se garantiza el abastecimiento de los productos básicos, donde la vida no vale más que un celular usado y donde los cuerpos de seguridad están más interesados en perseguir a quien protesta que a quien cometió un delito en su cara.
Lo próximo que vas a escuchar luego del comentario y la pregunta inicial es ¿por qué te vas a quedar?; esto si no te dejaron de hablar, pensando que estás alcoholizado.
He respondido y además he argumentado, frente a varias de mis más queridas amistades quienes han elegido irse: que no podemos regalar lo que es nuestro, ni dejar que la mala administración, la corrupción, la falta de valores y la indiferencia se coman a la tierra que nos vio nacer, nos dio de comer y nos dio la oportunidad de ser ese profesional que tanto se valora en el exterior. Es nuestra responsabilidad recuperar aquello que nos intentan arrebatar.
Lo próximo que vas a tener que decir para que la gente quite la cara de espanto es: ¡sé que suena muy soñador, pero es una tarea que no sólo corresponde a los políticos, sino a cada uno de nosotros!
La verdad es que ese sentimiento de apego, esperanza y voluntad de lucha es algo positivo, y como dice un querido amigo "debemos inyectarnos una dosis de positivismo para poder lidiar con esta situación", porque hablar de Venezuela debe traer a nosotros el mismo sentimiento de añoro que aflora al hablar del primer amor, de nuestro pueblo o ciudad natal, de nuestros cuentos de infancia o de la adultez en la universidad. En fin, sentirnos parte del país y quererlo como a nosotros mismos, es uno de los requisitos para entender esta decisión y es lo que nos impulsa a querer construir ese país que tanto nos hace falta.
Entonces si Venezuela es mi país, es mi hogar y es el nombre que yo le doy a mi patria y la de mis hijos, quienes nacerán aquí si vivo lo suficiente para tenerlos, debo sostener que no estoy dispuesto a regalarla a aquel que por unos cuantos cobres pretende conquistar a las personas con la promesa de ser un Mesías, un nuevo hombre o el salvador de la patria, y lucharé con mi potencial profesional por hacer de esta Venezuela un lugar mejor.
No comments:
Post a Comment