Angel Alayón
Los anuncios fueron simultáneos. Obama
no podía escuchar lo que decía Raúl Castro ni Castro lo que decía Obama.
Una coreografía que sólo fue posible luego de dieciocho meses de
conversaciones secretas en la que se construyó algún grado de confianza
entre antiguos enemigos.
La libertad y el intercambio de
prisioneros fueron los gestos concretos que inauguraron una nueva etapa
en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Luego vinieron los
discursos, preparados con la certeza de que cada palabra pesa y que
cualquier reconstrucción siempre comienza con lo que se dice.
Nadie dijo imperio, nadie fue antiimperialista. Y, aunque se reivindicaron victorias simbólicas, nadie se declaró ganador.
Buena parte del discurso de la izquierda
de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX se ancló en la
esperanza de la Revolución Cubana y en el Embargo de Estados Unidos a
Cuba como la máxima prueba del desprecio del llamado Imperio del Norte a la soberanía de los pueblos y a la idea del progreso.
Hugo Chávez visitó Cuba por primera vez
en 1994 luego de salir de la cárcel. Allá dijo: “En sueños a Cuba
vinimos infinidad de veces, los soldados bolivarianos del Ejército
venezolano, que desde hace años decidimos entregarle la vida a un
proyecto revolucionario, a un proyecto transformador”. Después de la
caída del muro de Berlín y del desmembramiento del proyecto soviético,
Chávez mantuvo viva a Cuba como referencia política y ejemplo de
resistencia antiimperialista. Y, una vez alcanzado el poder, convirtió
esos sueños en una alianza con beneficios políticos y económicos para
ambas partes.
Nicolás Maduro, el heredero político de
Hugo Chávez, ha mantenido la alianza con Cuba y las referencias
discursivas en su accionar político. De hecho, muchos analistas
justificaron la decisión de Hugo Chávez de nombrarlo heredero por sus
buenas relaciones con Cuba. Y el discurso de Maduro así lo reflejaba.
Apenas hace cuatro días lideró una marcha que tenía como motivo el
rechazo al imperialismo estadounidense, un eco indudable a las grandes
marchas en La Habana, otrora encabezada por los hermanos Castro. Pero
los anuncios de ayer descolocan el discurso político chavista.
Hay una pérdida simbólica-discursiva que
se agrava con el hecho de que el gobierno venezolano ha lucido
sorprendido por la negociación entre cubanos y estadounidenses. ¿Por qué
no se avisó a Venezuela de estas negociaciones? ¿Se podrá mantener con
la misma eficacia el discurso antiimperialista en Venezuela luego del
discurso de Raúl Castro? ¿O lo que muchos han llamado el verdadero fin
de la Guerra Fría obligará al gobierno venezolano a buscar un discurso
que se ubique en una nueva “tercera vía”?
Hasta ahora, el gobierno venezolano
muestra el desconcierto del soldado que sigue apuntando a un objetivo
que, de pronto, ya no es el mismo. Lo que hasta hace horas fue, ya no
es.
Llama la atención que Raúl Castro haya
mencionado las reformas económicas que están asumiendo en Cuba apenas en
el segundo párrafo del discurso de ayer. Dijo textualmente: “Ahora
llevamos adelante pese a las dificultades la actualización de nuestro
modelo económico, para construir un socialismo próspero y sostenible”.
Es una declaración de que el modelo establecido en Cuba está vencido y
que la prosperidad sólo podrá ser alcanzada bajo nuevos esquemas. Y,
luego de esa frase, Castro pasó a hablar de inmediato de su conversación
con Barack Obama.
La Unión Soviética subsidió a Cuba
durante buena parte del siglo XX. Las finanzas cubanas eran sostenidas
por la Guerra Fría, pero la caída de la URSS hundió a la isla en el
llamado “período especial”, un tiempo de horrores económicos y sociales,
en el que se profundizó la escasez y el racionamiento.
La llegada de Hugo Chávez al poder fue
una bendición para Cuba. Los intercambios con Venezuela sustituyeron a
los soviéticos y aliviaron las duras cuentas de la isla. Pero la
capacidad de Venezuela para sostener intercambios económicos y apoyos a
terceros países ha mermado dramáticamente en los últimos dos años. El
crecimiento del gasto público, los compromisos de deudas internacionales
y locales, los programas internacionales de apoyo a otros países y la
caía de la producción petrolera han lastimado con fuerza el margen de
maniobra económico y financiero de Venezuela en medio de una alta
inflación y escasez. Y, como si fuera poco, la dramática caída de los
precios del petróleo de los últimos meses reduce la expectativa de
ingresos en dólares de Venezuela, un país que depende cada vez más del
petróleo. De mantenerse precios actuales durante el 2015, Venezuela
dejaría de recibir unos 25.000 millones de dólares, en contraste con los
números de 2014.
Cuba ya no puede contar con Venezuela como lo hacía en el pasado. Es la RealPolitik.
Es justo mencionar que las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos
empezaron cuando el petróleo todavía estaba sobre los cien dólares, pero
ya los problemas económicos en Venezuela eran evidentes.
Las relaciones de Estados Unidos y Cuba
avanzarán, aunque no sin tropiezos. Ambos países tienen fuerzas internas
que no están interesadas en que la situación cambie, pero el camino
hacia la normalización parece inevitable.
Queda la sensación de que lo mostrado
ayer sólo fue la punta del iceberg. Debajo de la superficie debe haber
muchos otros temas negociados, incluyendo aquellos que conciernen
directamente a Venezuela, un actor fundamental para la región y para el
mundo por su petróleo. Quizás más adelante nos enteremos. Quizás ver si
en la Casa Blanca se firman o no las sanciones a funcionarios
venezolanos nos ofrezca una clave. Quizás el reconocimiento de Castro
sobre la necesaria revisión del modelo económico cubano sea un aliciente
para que Venezuela acepte que debe revisar el suyo.
Quizás, para algunos, Cuba dejó de ser el ejemplo que alguna vez fue. No se le debe dejar todo a las utopías.
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ADDENDA: Seis horas después de publicado este texto, las agencias AP y EFE reportan que
Obama firmó las sanciones en contra de algunos funcionarios del
gobierno de Venezuela. De ser esto así, ya sabemos algo: la negociación
con Cuba no incluyó la protección de quienes serán afectados por esta
decisión. Ahora queda esperar las reacciones del Ejecutivo Nacional y,
no menos importante para armar el rompecabeza, las respuestas del
gobierno cubano si acaso las hay.
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