En: http://www.lapatilla.com/site/2014/12/18/trino-marquez-la-bofetada-de-los-castro-a-maduro/
Trino Márquez
La secuencia de los hechos fue más o menos la siguiente: luego de
conocer la decisión del Congreso norteamericano en la cual se sancionaba
a un grupo de funcionarios del Estado y del Gobierno venezolano, por su
participación en la violación de los derechos humanos durante las
protestas ocurridas durante el primer semestre de 2014, Nicolás Maduro
convocó, el viernes 12 de diciembre, a una concentración de sus
partidarios en la Avenida Bolívar para el lunes 15. Protestaría contra
injerencia del imperio y la violación de la soberanía nacional. El fin
de semana estuvo en La Habana reunido con los hermanos Castro. En el
mitin de la Avenida Bolívar dijo que había estado a punto de romper todo
tipo de relaciones con los Estados Unidos, pero que luego de contar
hasta diez había abandonado la idea. El miércoles 17 de diciembre, el
presidente Barak Obama y Raúl Castro sorprendieron al mundo entero al
anunciar que ambas naciones habían decidido -después de 18 meses de
intensas negociaciones secretas y de intercambiar presos en cárceles de
ambos países- comenzar relaciones diplomáticas luego de más de cinco
décadas de haberlas interrumpido y que ese contacto podría conducir, en
un plazo cercano, al levantamiento del bloqueo que el país del norte ha
mantenido por más cinco décadas sobre la isla caribeña. Ambos
mandatarios reconocieron el papel del papa Francisco durante las
negociaciones.
Sorprende que un anuncio de tanta trascendencia para las relaciones
entre ambos países, e, incluso, para América Latina, se haya producido
en un momento en el cual las relaciones entre el gobierno de Caracas y
de Washington se han tornado tan tensas. Maduro había estado en La
Habana apenas unas horas antes de las alocuciones. ¿Fue que Raúl no le
informó de los inminentes anuncios? De haberlo hecho probablemente
Maduro no habría estado tan desaforado frente a su clientela, seguidora
de la Revolución Cubana. Los hermanos Castro no tuvieron ni siquiera la
delicadeza de esperar que las aguas regresaran a su nivel para informar
que los delegados de los dos gobiernos habían llegado a compromisos de
tal alcance. No pusieron como condición que los Estados Unidos ignoraran
las sanciones a los funcionarios venezolanos incursos en delitos de
violación a los derechos humanos. Raúl y Fidel no tuvieron la
solidaridad que cabría esperar con el régimen chavista que tantos
beneficios económicos les ha reportado. Los longevos dictadores actuaron
con el pragmatismo que los ha caracterizado desde que entraron en La
Habana el ya lejano 1 de enero de 1959. Las remesas ahora pesan más que
los barriles de petróleo.
Como dato al margen hay que anotar que ese pacto revela que el eje
del poder en Cuba se desplazó definitivamente desde Fidel hacia Raúl.
Hace algunos años esas conversaciones no se habrían dado. El principal
obstáculo que encontraron Jimmy Carter y Bill Clinton para alcanzar
acuerdos con la isla antillana, fue Fidel quien se opuso tenazmente a
las iniciativas de los dos gobernantes norteamericanos dirigidas a
desmontar el embargo. El anciano déspota vinculaba su eternización en el
poder a la permanencia del bloqueo. Las cosas han cambiado. Se nota que
Raúl está pensando en un modelo mucho más parecido al de China y
Vietnam, países que mantienen excelentes relaciones comerciales con
Estados Unidos a pesar del férreo control que sostiene el Partido
Comunista sobre la vida política de los ciudadanos. De este dato tomó
debida nota Barak Obama quien expresó sus reservas sobre la apertura
democrática que pueda haber en Cuba luego del acuerdo alcanzado entre su
gobierno y el de los Castro.
Volviendo a Nicolás Maduro, al desconcertado y distraído mandatario
criollo no le que quedó más alternativa que celebrar desde Panamá el
pacto entre Obama y Castro, destacar su enorme significado y desear el
éxito de ese ensayo. Nada que ver con el Maduro antiimperialista de la
semana anterior. Una vez más se evidenció en el plano internacional su
proverbial improvisación y, mucho peor, el desprecio que sienten por él
sus tutores intelectuales y políticos, quienes ya no ven al gobierno de
Venezuela como la fuente inagotable de recursos que pueden exprimir a su
antojo.
Los Castro le propinaron a sus pupilo venezolano una bofetada.
Aplicaron el viejo principio: los gobiernos no tienen amigos, sino
aliados convenientes. Maduro pasó a un segundo plano. En el que en
realidad se encuentra. Así paga el Diablo.
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