LEOPOLDO
MARTÍNEZ NUCETE.
Los últimos 15 años han
marcado un rasgo inédito para Venezuela: nos hemos convertido en un país de
emigrantes; y se ha conformado una diáspora venezolana que se estima en millón
y medio de compatriotas repartidos por la geografía global.
Nuestro Centro para la Democracia
y Desarrollo en las Américas, en reciente co-edición del libro La Voz
de la Diáspora Venezolana, coordinado por Tomás Páez, da cuenta de este
cambio en nuestro tejido social. Estudios de opinión reflejan en escala
estadística los testimonios que a diario escuchamos de familiares y amigos: la
primera prioridad de los venezolanos jóvenes es un plan que les permita
encontrar calidad de vida y futuro fuera del país; 50% de los venezolanos dice
que se marcharía del país de tener la oportunidad; solo 37% afirma que no
emigraría en ningún caso; y un 11% afirma encontrarse actualmente en trámites
para emigrar.
Ahora bien, haciendo un corte de
esas cifras gruesas, y adentrándonos en el caso de Estados Unidos, el lugar de
destino donde se concentra la mayor parte de esta diáspora, se nos revelan
datos muy interesantes. Según el Censo estadounidense de 2011, hay 259.000
hispanos de origen venezolano en Estados Unidos. De acuerdo con el prestigioso
Pew Research Center, 82% ha llegado después de 1990 (mayormente en los últimos
15 años); y 35% ya son ciudadanos americanos, con 41% de ese continente humano
concentrado en el Sur de la Florida, particularmente en las ciudades de Weston
y Doral. Siguen en importancia de concentración poblacional lugares como
Houston, Texas, la ciudad de Nueva York y los estados de California y Virginia.
Otros datos de esos estudios muestran dos rasgos interesantes de nuestra
inmigración en Estados Unidos alto nivel de formación y potencial emprendedor.
En cuanto a la visibilidad,
empoderamiento y aportes de los venezolanos en Estados Unidos, hay algunas
relevantes manifestaciones de excelencia. Además de la referencia obligada a
las estrellas del béisbol de Grandes Ligas o el destacado golfista de la PGA
Jhonatann Vegas, nada más y nada menos que el presidente del Massachussets
Institute of Technology (MIT) es el venezolano Rafael Rief; Moisés Naim es uno
de los intelectuales y autores globales más importantes de este momento;
Ricardo Haussmann dirige la Corporación para el Desarrollo de la prestigiosa
Universidad de Harvard y Carolina Herrera está a la cabeza en la industria de
la moda a escala global. Mientras que Andrés Gluski preside el conglomerado de
empresas energéticas AES, cuyos headquarters se alojan en Virginia, donde, como
sucede en Houston con los ex trabajadores petroleros, se concentra un grupo de
talentosos ex empleados de la expropiada Electricidad de Caracas.
Además de estas conocidas
personalidades, recientemente nuestra iniciativa www.IQLatino.org descubrió a
otras, como Antonio López Márquez, joven zuliano, ingeniero químico egresado de
la USB y el MIT, quien preside el emprendimiento SQZ BioTech, vinculado a los
laboratorios de esta prestigiosa universidad bostoniana, donde se maneja la
tecnología del “exprimido celular”, que entre otras cosas, constituye una de
las mejores apuestas para la cura de enfermedades como el cáncer, entre otros
muchos otros males crónicos o fatales.
En el cuadro político
estadounidense ya asoman líderes venezolanos en posiciones locales y
regionales, el alcalde de Doral es Luigi Boria, un comerciante
ítalo-venezolano; y en la Legislatura del estado de Virginia ejerce un joven
diputado, Alfonso López, hijo de un venezolano de los Andes. En los medios de
comunicación social, todos los programas de entretenimiento en los canales de
TV hispanos ya exhiben rostros de notables figuras venezolanas en horario
estelar; y en el campo de la comunicación social destaca como una estrella la
joven Mariana Atencio, quien hace excelente labor periodística tanto en inglés,
con Fusion TV, como en español, con Univisión.
Estos son casos icónicos, pero al
mismo tiempo son manifestaciones de un conglomerado de voces y familias que se
seguirá abriendo paso por el mundo en el país del norte, sin lugar a dudas.
Particularmente, cuando las segundas y terceras generaciones de inmigrantes
venezolanos comiencen a egresar del sistema universitario de Estados Unidos y a
incorporarse al mercado laboral.
¿Qué significa esto? En primer
lugar, que Venezuela tiene talento y el recurso humano para transformar su
realidad. En segundo lugar, que la emigración venezolana, donde se encuentre,
es un poderoso activo y reserva con la cual puede contar el país, sin necesidad
de plantearse románticos y en muchos casos difíciles retornos. Y tercero, que los
venezolanos en Estados Unidos pueden seguir creciendo como comunidad
participante en el creciente y diverso tejido social para transformarse en una
voz de peso cualitativo en la vida empresarial, no gubernamental, académica y
política de Estados Unidos. Esto, por supuesto, si la comunidad venezolana
logra un mínimo de organización que le permita empoderarse, con estrategias de
apoyo recíproco y cooperación, para conquistar espacios e influir en el destino
de la nueva sociedad que han adoptado como parte de sus vidas.
En un reciente artículo, Rafael
Díaz Casanova caracterizaba al generalísimo Francisco de Miranda,(el gigante de
la Revolución Francesa que ante el fracaso de la primera república terminó
desterrado en la prisión La Carraca de Cádiz, España, por llevar su lucha por
los derechos humanos y la democracia desde Francia a su natal Venezuela), y a
don Andrés Bello, (arquitecto de la legalidad moderna chilena y rector de
rectores en su Universidad de Chile), como los dos primeros emigrantes de lo que
luego fue siempre una nación de inmigrantes.
Sin duda, los avances de la
diáspora venezolana, proveniente de un país convertido por la incapacidad de
sus dirigentes en vivero de emigrantes, parecen indicar que los herederos de
Miranda y Bello están en capacidad de seguir sus universales pasos.
Naturalmente, esta narrativa
tiene también su componente trágico. Venezuela no está solamente en crisis. Es,
por sus propias razones, tomando un préstamo del maestro Ortega y Gasset, un
país invertebrado que reclama a gritos un liderazgo de excelencia. Esa que los
venezolanos demuestran largamente cuando se les da la oportunidad en una
sociedad articulada por sus instituciones.
Nos leemos por
twitter @lecumberry.
Vía El Nacional
Que pasa Margarita
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