El caso
de Leopoldo López invita a reflexionar a todos los interesados.
CARLOS A. ROMERO
El caso de Leopoldo López invita a reflexionar a todos los interesados
sobre el destino de la democracia en Venezuela. Luego de casi veinte años de la
existencia de un régimen excluyente, la vida civil en nuestro país se debate
entre la vida y la muerte. La falta de instituciones, la no vigencia del Estado
de Derecho y la degradación del debate público evidencian el deterioro rampante
de la convivencia política y a su vez potencia un profundo pesar sobre la
acelerada pérdida de la libertad.
Quienes creían en el talante democrático de nuestro pueblo ya deben estar poniendo en duda su vigencia al asistir a este oficio de difuntos en donde se hace de lado el Estado de Derecho y se suplanta por el personalismo y el capricho político. De hecho, la Constitución la están derritiendo y sin misericordia.
Estamos observando una especie de terror del siglo XXI en donde no existen la guillotina ni personajes como Rosbespierre, pero si otras prácticas de ese tenor e impacto. Estamos hablando de un ajuste histórico obligado por el desencadenamiento de lo mediático, pero que en el fondo no hace sino reproducir las variables del poder, ahora en forma electrónica, pero con iguales consecuencias.
En sí esta es una nueva manera de envolver la esencia de un régimen iliberal que irrespeta la autonomía de los poderes públicos, que manipula las elecciones y que saca del camino a quien moleste o tenga una actitud crítica hacia el orden establecido.
Leopoldo López ha estado en la mira de quienes detentan el poder desde hace mucho tiempo. La decisión sobre su destino político no es sino el remate a una permanente persecución, pero también este acto se convierte en una clara advertencia para aquellos que todavía pretenden definir a esta situación que se vive en el país como algo normal, como algo cotidiano, como algo típico de las democracias calurosas y lluviosas. No señor... esto es bien serio y también muy doloroso.
romecan53@hotmail.com
Quienes creían en el talante democrático de nuestro pueblo ya deben estar poniendo en duda su vigencia al asistir a este oficio de difuntos en donde se hace de lado el Estado de Derecho y se suplanta por el personalismo y el capricho político. De hecho, la Constitución la están derritiendo y sin misericordia.
Estamos observando una especie de terror del siglo XXI en donde no existen la guillotina ni personajes como Rosbespierre, pero si otras prácticas de ese tenor e impacto. Estamos hablando de un ajuste histórico obligado por el desencadenamiento de lo mediático, pero que en el fondo no hace sino reproducir las variables del poder, ahora en forma electrónica, pero con iguales consecuencias.
En sí esta es una nueva manera de envolver la esencia de un régimen iliberal que irrespeta la autonomía de los poderes públicos, que manipula las elecciones y que saca del camino a quien moleste o tenga una actitud crítica hacia el orden establecido.
Leopoldo López ha estado en la mira de quienes detentan el poder desde hace mucho tiempo. La decisión sobre su destino político no es sino el remate a una permanente persecución, pero también este acto se convierte en una clara advertencia para aquellos que todavía pretenden definir a esta situación que se vive en el país como algo normal, como algo cotidiano, como algo típico de las democracias calurosas y lluviosas. No señor... esto es bien serio y también muy doloroso.
romecan53@hotmail.com
Vía El Universal
Que pasa Margarita
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