Wednesday, October 9, 2013

Del infantilismo mesiánico de chávez al cretinismo sucesoral de Maduro

En: Recibido por email

Alfredo Sánchez

El discurso de Nicolás Maduro este martes en la Asamblea Nacional dejó
en evidencia la sorda hostilidad con la que puertas adentro el
chavismo trata de convivir desde la muerte de su líder fundamental.
Pero más allá del sórdido pleito por la transmisión de la herencia, y
apartando lo minúsculo, que puede resultar de un análisis superficial
de la política doméstica, lo sucedido en el parlamento tiene que ver
con una crisis más profunda: la de los principios éticos de nuestra
sociedad y otra no menos importante: la total decadencia de la
filosofía política en nuestro país.

En su libro "Ética y ciudadanía", Fernando Savater identificaba como
una de las causas del resurgimiento de las figuras mesiánicas al
estilo Chávez la propia decadencia de la razón política.
"Hay poco razonamiento político, hay poca educación política de los
ciudadanos. A los ciudadanos se les mantiene alejados de las
explicaciones de cómo funciona el sistema que ellos deben gestionar y
donde deben participar. Entonces, siempre hay una infantilización, es
decir, en cuanto las personas no estén educadas se infantilizan, y la
figura infantil por excelencia es el papá que llega a resolver las
cosas y nos salva y mata al dragón y nos entrega a la princesa.
Entonces, mientras más ineducadas estén las personas, más tienden a
creer en soluciones infantiles y el mesianismo es un infantilismo".
Y el mesianismo es la Ley Habilitante. Un infantilismo más.
Es el mismo sistema político que la revolución cubana logró finalmente
exportar a Venezuela imponiéndolo con la anuencia, complicidad y
cooperación activa de sus agentes extranjeros infiltrados a los más
altos niveles de la gestión pública en nuestro país.
Pero si Chávez en cierta forma representó una degradación vulgar de lo
que fue la revolución cubana, con su buena dosis de infantilismo
mesiánico, que lo llevó de fracaso en fracaso con las leyes
habilitantes, lo de Maduro ya es otra cosa.
Quien mejor lo definió fue Willie Colón cuando se refirió a aquello de
que Venezuela tenía un presidente Maduro y otro podrido. Solo que en
este caso, el primero ha resultado estar más descompuesto, putrefacto
y corrompido que el segundo. Pues lo que va quedando ya del
batiburrillo de ideas locas que fue el chavismo es apenas un
cretinismo sucesoral que pretende pontificar y dar discursos sobre la
corrupción al mismo tiempo que nombra a sus familiares en cargos
claves. Como quien dice pues, zamuro moro cuidando carne. Lo mismo que
hizo Hugo Chávez, solo que este primer combatiente cada vez da
muestras más inequívocas y fehacientes de su total y absoluta
incapacidad para el cargo. Y además ni siquiera puede probar su
nacionalidad.
Para muchos, el discurso de la Asamblea quedará en eso: en apenas una
declaración de guerra, una convulsión interina que obligará a un
reacomodo, pues el sistema, el modelo comunista, es intrínsicamente
incapaz de depurarse. Solo puede a lo sumo, cambiar de nombres y eso
si se destranca el juego como producto de un desbalance en el
equilibrio de poderes que cohabitan el chavismo. A eso apenas alcanza
el supositorio de triquitraquis anunciado por Nicolás con tanto
aspaviento.
No habrá tal recomposición ética mientras gobiernen el país quienes lo
han hundido en esta terrible crisis moral. "La peor corrupción", dice
Savater, "es la que secuestra el poder que tienen los ciudadanos", ya
que es "mucho más grave robar el poder que robarle la cartera al
vecino. La primera corrupción que combate la democracia es la
corrupción de los que quieren robar el poder y hacer con él lo que les
parezca adecuado".

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