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Nitu Pérez Osuna
Lo envolvieron en una colchoneta y le golpeaban con palos de golf,
bates, de todo… Le rociaron gasolina y mostraban un yesquero en clara
amenaza de que lo incendiarían. Por si fuera poco, le colocaron una
pistola en la cabeza para que firmara una declaración donde inculpara al
líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, y a él mismo de ser
culpables de los sucesos del 12 de Febrero de 2014. Se negó y la furia
de los esbirros de la nueva “Seguridad Nacional” que ahora lleva el
nombre de CICPC, se desataba con mayor fuerza.
Quien así habló ante las cámaras de CNN, en el programa de Fernando
del Rincón, se llama Marco Aurelio Coello Morillo, tiene 20 años. Para
el momento de su detención -por participar en la marcha en solidaridad
con los estudiantes de Táchira y Mérida-, cursaba el quinto año de
bachillerato, contaba 18 años y, como todo joven venezolano, se revelaba
ante un presente cargado de zozobra, carente de oportunidades. Vivía en
Oritopo, El Hatillo, zona del sureste de Caracas. Hoy se encuentra en
el estado de Florida, Estados Unidos, porque el régimen de Maduro lo
echó de su país. “No seré un mártir de este gobierno represor”, afirmó
No tengo duda que quien se refugia en Miraflores –por ahora- debe
haber escuchado cada palabra de este joven con relativa atención. Tengo
la certeza que el señor que no dice o no sabe donde nació, haya sentido
“temor de Dios”, eso que a los creyentes nos aparta del mal hacer. La
clara conciencia de que “Dios es el dueño de nuestras almas y por ello,
tiene el poder de otorgarnos la salvación eterna o condenarnos a la
destrucción”.
Marco Aurelio, pausado, con voz clara y mirada limpia, relató cada una de
las atrocidades que le tocó sufrir por el hecho de aspirar tener un país, donde impere la justicia y la libertad.
En contraste, las recientes declaraciones de quien grita desde el poder.
“No vengan a darnos lecciones de justicia nadie en este mundo, así lo
digo. Si Venezuela tiene que enfrentar al mundo entero y quedarse sola
por defender su derecho a la paz, a la justica y a la democracia así lo
haremos, que lo escuchen bien por Washington”.
Venezuela nunca estará sola, porque somos millones los que nos
acompañamos. Unos y otros de diversas tendencias, blancos y negros,
hombres y mujeres, adultos y jóvenes, trabajadores y estudiantes,
músicos y deportistas nos hemos reencontrado aquí ante la angustia de la
inseguridad, la escases y el miedo. Temor que esto dure más. Y fuera de
nuestras fronteras son muchos venezolanos y ciudadanos de otras
nacionalidades, quienes nos acompañan con sus oraciones, acciones y
peticiones.
El cuerpo delata a quien se cree poderoso, ya no puede controlar los
gestos que hablan del nerviosismo que siente ante lo sabe le vendrá:
pasar a la historia oscura de una nación, esa que solo se lee para no
repetirla. Repudiado por propios y extraños. La soledad será su eterna
compañera. Ya no habrá baile, ni risas, ni pueblo que le persiga… solo
será alguien que nadie querrá recordar, incluso los más cercanos negaran
haberle conocido.
Así es el final de quienes abusan de los pueblos, de quienes no
pueden hablar ni exigir justicia, por que ese valor les es desconocido.
No pueden hablar de paz, porque propiciaron la guerra. No pueden hablar
de democracia, porque fueron dictadores.
Marco Aurelio Coello Morillo, joven luchador venezolano, regresará a
su país. Su madre “guerrera” le abrazará y llorará abrazándole y
bendiciéndole. Sus amigos le recibirán ondeando el tricolor. Muchos como
él, también llegarán. Nuestras calles se vestirán de la luz del
reencuentro.
Tampoco tengo duda que Maduro se irá.
pereznitu@gmail.com
@NituPérez
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