Leandro Area
Lo escribo, me la juego y me persigno para darme la fuerza y el valor de
creer y así exponerlo, que se puede construir un mejor país que el que tenemos.
Y ello sin grandes alharacas, sin las trompetas ni las espadas que la
violencia partera de la historia exige, pues dejaría heridas sempiternas, derrotas
bíblicas, que de eso no se trata.
Prefiero las transformaciones sociales que provienen de lo más hondo,
que son las que más duran y convencen, a las derivadas de traumas que
siempre mal curados alientan odios ancestrales donde se posarán, a través de
los siglos, tantas épicas moscas y siniestras.
Pero entiendo que, por más que se las quiera, hay ambiciones como ésta
que anhelo que se cansan, empobrecen o enconan en el fondo sin fondo de la
esperanza fastidiada de los días y que acaban por convertir lo que fuera
ilusión en desencanto y rabia, en marchito no más, proclive a otros
destinos.
Frente a esa innegable realidad es que vengo a exponer que podemos
cambiar sin empezar de cero, sin complejos de Adán, sin destruirnos, sin
abrumes de guerra o de suicidio, sin histerias, sin derrames de resentimiento
convertido en persecuciones y en justificación a revanchismos posteriores. Sin
repetir al que decimos negar.
Con justicia, eso sí, nada de impunidad, para que no queden dudas y
migajas sobre la mesa. Pero además con hechos civiles y electorales, magníficos
y contundentes, como el del reto que tenemos enfrente que implicará la
determinación ciudadana de salir a la calle y votar como huella primera, para
cambiar democráticamente un modelo de vida insostenible aquí y donde sea.
La historia sabe, por vieja y diabla, que necesita de nuestro
envejecimiento para alimentarse. Ella conoce hasta la saciedad que nada es de
una vez o para siempre y que se requiere de madurez o ruina para que las
condiciones se presten a la transformación. Y ya de corrompidos y corruptos
estamos hasta el tuétano. Somos lo que no llegamos a ser por inconclusos,
mineros y desafinados, por la desproporción o el abandono, y ya es hora de
asumir esa experiencia vital acumulada a favor de nuestra memoria inteligente.
Así sea.
Pero hoy hay gente que tiene frente a sí, cómo no comprenderlos, un
farallón de dudas, un abismo de sinsabores y de mal aliento, un dragón visceral
que nos hace salobres, desconocidos que nunca imaginamos llegaríamos a ser lo
que ahora somos.
Por esa comprensión del otro, ese ponernos en los zapatos de ellos, es
que nuestra pasión debe concentrar todo su esfuerzo en transformar en energía
política convincente, voto unitario, todo el pozo de malestar acumulado entre
tanta gente que ni bandera tiene.
¡Fuera abstención, desunión, dejadez, tristeza, odio, desilusión,
apatía, abatimiento, melancolía, venganza, cansancio, descorazonamiento,
abulia, aburrimiento, iracundia, vergüenza, tedio, yo no me meto en eso! ¡Adiós
aves de mal agüero!
Bienvenida sea la conciencia, la esperanza de que nuestra participación
política en este tiempo que se nos viene encima y presuroso, puede sembrar las
semillas que deseamos y recoger los frutos del esfuerzo.
No dejemos pasar esta oportunidad electoral que ya se acerca frente a un
gobierno incapaz y perverso que intentó, y mire usted que lo logró
transitoriamente, sepultar nuestras vidas en el sarcasmo de sus aberraciones y
ganancias banqueras.
¡Hagamos mucho, todos a la vez, juntos por si te quedan dudas o temores.
Aún no es tarde. Por la memoria que seremos!
Vía Google
Que pasa Margarita
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