Wednesday, November 4, 2015

Otorgado a Gustavo Coronel el Premio Gumersindo Torres de la Sociedad Venezolana de Ingeniería de Petróleo

Nota del Blog: Desde este blog felicitamos al buen amigo y compatriota, Gustavo Coronel, por este bien merecido premio, el cual testimonia una vez más su destacada labor en el sector petrolero venezolano.

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Gustavo Coronel

El día de ayer, en acto celebrado en el Colegio de Ingenieros de Venezuela, tuve el honor de recibir el Premio Gumersindo Torres, máxima distinción que otorga esta sociedad a quienes, en su concepto, hayan tenido una destacada labor en el sector petrolero venezolano. El premio lleva el nombre de un insigne servidor público, como fue Gumersindo Torres y ha sido recibido por destacados venezolanos, entre quienes se encuentran Luis Pláz Bruzual, Efraín Barberii y Alberto Quirós Corradi. Ayer el premio fue otorgado a Julio César Arreaza (post mortem), César Quintini y el suscrito.
Gumersindo Torres

Sentí mucho no estar físicamente presente en ese acto y recibir en persona una distinción que me honra y me llena de orgullo. Fui representado en el acto por mi querido amigo y colega Enrique Vásquez, quien tuvo la gentileza de leer mis palabras de aceptación del premio. Le doy a Enrique mis más sinceras gracias. He recibido noticias de que lo hizo muy bien.
Transmito de seguidas mis palabras en ese acto

Queridos amigos y colegas:
 Mi gran deseo se ha cumplido con este premio de la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo. Nunca he tenido particular ambición de riqueza, solo de lo necesario para tener una vida digna, modesta y sin apremios mayores. La fama, entendida como notoriedad, tampoco me ha llamado la atención. Al contrario, me parece que es algo que rápidamente se convierte en una pesada carga. Lo que si quise tener siempre  es reconocimiento. He pasado toda mi vida tratando de ser digno de reconocimiento, primero de mis padres, luego de mi esposa e hijos y nietos y, luego de mis pares, de las personas con quienes he compartido tareas y responsabilidades profesionales o comunitarias. Debo decir que este premio Gumersindo Torres viene a satisfacer en buena parte ese deseo de reconocimiento profesional y comunitario. Viene de una institución venezolana de gran prestigio, bien justificado en base a sus logros, especialmente los Congresos Petroleros que han tenido tanto impacto sobre las políticas petroleras venezolanas durante la etapa democrática. Me veo en buena compañía, al lado de grandes petroleros y grandes venezolanos. Mis especiales recuerdos van hoy a Luis Pláz Bruzual, Efraín Barberii y Alberto Quirós Corradi, tres gigantes de nuestra industria, no solo por sus conocimientos técnicos y gerenciales, sino – sobre todo – por su calidad humana  e integridad personal. En esto los tres fueron mis maestros.
Efraín Barberii

Alberto Quirós, inolvidable amigo y mentor

Al final del día el gran denominador de estos hombres, el que los enlaza con Gumersindo Torres y los hace merecedores del  premio que lleva su nombre, es la calidad humana y la integridad personal. Y estos atributos son, en definitiva, los ingredientes fundamentales para una industria petrolera floreciente, como la que debería tener Venezuela.
Cuando estas cualidades humanas no están presentes sucede lo que nos ha sucedido durante los últimos 16 años. No digo que antes todo fuera de color de rosa. El estelar comportamiento de Petróleos de Venezuela durante la primera década de su existencia comenzó a revelar algunas grietas importantes a mediados de la década de los 80 y, más aún, en la década de los 90. Ya durante la presidencia de Luis Herrera Campins se había cruzado una línea fatídica, al sustraer a PDVSA su fondo de inversión, restándole la auto-suficiencia financiera que era uno de los pilares fundamentales de su éxito. Progresivamente se abriría una brecha entre nuestra PDVSA  y el grupo de sus competidoras mundiales en lo referente a eficiencia operacional, como lo reveló un estudio hecho en la década de los noventa por los consultores internacionales MC KINSEY. El convencimiento de que  PDVSA ya no era una empresa eficiente y que poseía exceso de personal llevó a la fusión de las tres empresas operadoras en lo que eventualmente se convirtió en empresa única.
Esa conversión de PDVSA en empresa única representó el final de nuestro sueño. ¿Cuál era ese sueño? :   transformar a la administración pública en una réplica de PDVSA, lo que el recordado Alberto Quirós llamó alguna vez la “contaminación al revés”. No se dio.  Ya antes de llegar Hugo Chávez al poder estábamos llegando al  final de este sueño.
Chávez remató los restos de ese sueño de manera brutal. Le dio seis presidentes a PDVSA en seis años. Eliminó de manera soez  22.000 técnicos y gerentes, la flor de la empresa. Convirtió la corporación energética en una empresa “social” que cría cochinos y siembra yuca. Desvió  la exportación petrolera hacia países ideológicamente afines, en términos no comerciales que le han costado al país unos $50 mil millones. Cambió las condiciones contractuales con las empresas internacionales en la Faja del Orinoco, produciendo el éxodo de las más capaces. Llevó a cabo un brutal endeudamiento.
Como resultado, hoy día las reservas petroleras venezolanas se encuentran esencialmente en el subsuelo y comienzan a correr el riesgo de quedarse allí de manera indefinida. La Faja ya sufre del síndrome de FLORINDA, aquella joven del poema de Andrés Eloy, a quien le sobraban flores para reírse de la primavera,  pero a quien se le vino encima el otoño de su soledad, mientras deshojaba la margarita de la juventud.
Hoy la relación entre producción y reservas petroleras de Venezuela es la más baja del mundo petrolero. Venezuela es un país segundón en la OPEP. La credibilidad internacional de la empresa está por el suelo. Parece evidente que el modelo gerencial y político existente se ha agotado o, mejor dicho, ha colapsado y será necesario otro modelo.
Sin embargo, no es del modelo de industria petrolera que podría existir mañana del cual deseo hablarles, aunque sobre eso tengo ideas concretas. Los modelos y los sistemas son el resultado de la calidad humana de quienes los formulan y gerencian.
Deseo hablarles de la necesidad de tener un tipo de venezolano íntegro y decente manejando nuestro país y nuestra industria petrolera. El cambio necesario  no es tanto de modalidades de contratos con el sector privado, de técnicas más eficientes de producción, de refinerías más sofisticadas o de nuevas formas de comercialización. Todo ello sería el inevitable resultado de inyectarle a la industria la calidad humana necesaria, con gente como Pláz Bruzual, Barberii y Quirós, en lugar de Rafael Ramírez, de Ali Rodríguez o Héctor Ciavaldini. No se trataría simplemente de tener un líder sino de crear una masa crítica de gerentes y técnicos íntegros, una masa crítica de decencia que mantenga la industria petrolera haciendo su verdadero trabajo con eficiencia y honestidad.
Una vez tuvimos esta masa crítica. Recuerdo que el proceso de racionalización que llevó a PDVSA a tener cuatro filiales fue hecho por esta clase de hombres y mujeres, quienes pusieron los intereses de la nación por encima de sus deseos personales. En ese proceso el presidente Lindolfo se convirtió en el gerente Lindolfo, de manera desinteresada y generosa, porque ello era necesario. 
Lindolfo León, Presidente de la Sociedad, actor importante de la racionalización petrolera

Muchos vieron desaparecer sus empresas, a las cuales querían como hijos, para que surgiera un esquema organizativo racionalizado. La intervención de Pequiven, liderada por Ramón Cornieles, fue hecha por hombres y mujeres quienes no atendieron a los intereses sindicales o partidistas sino a la necesidad de poner a trabajar la empresa con eficiencia.
Por años tuvimos en PDVSA una gerencia que se ocupaba de la eficiencia operativa y la planificación financiera y estratégica de la industria, en lugar de estar llenándose los bolsillos en asociación con contratistas corrompidos, como ha sido el caso de la PDVSA de los últimos años. He denunciado a los hampones de la gabarra Aban Pearl, a los bolichicos, a los contratos dados a empresas fantasmas de perforación y a las empresas de familiares de gerentes. He denunciado a Rafael Ramírez y a Ali Rodríguez y al tren gerencial de la PDVSA roja por corrupción, porque la corrupción no existe como concepto abstracto. La corrupción existe porque hay corruptos.
El gerente íntegro que deberá  existir de nuevo en la industria petrolera nacional deberá considerar los siguientes aspectos al tomar decisiones:
1.     Servir el interés público, no su propio interés;
2.     Actuar reflexivamente, con atención a las consecuencias de su decisión;
3.     Respetar  las reglas y procedimientos establecidos;
En estos tres componentes radica lo esencial de la buena gerencia. En un momento tuvimos estos gerentes. Fue la época dorada de los Sugar, los Tarbes, Aristeguietas, Prieto Wilsons, Rodríguez Erasos, Wilhems, Graafs, Trinkunas, Volkenborns y Reimpells. Son centenares los honestos gerentes no nombrados, pero la memoria de su conducta ejemplar siempre estará con nosotros.
  Venezuela es capaz de producir una generación igual o hasta mejor. Lo que se necesita en nuestro querido país es una revolución, pero… cuidado con esa palabra. La revolución de la cual hablo es una revolución de la honestidad, de la inteligencia, del verdadero amor por Venezuela. No la revolución de quien arranca con promesas de dinero y bienestar y termina 360 grados y 16 años después en la más miserable y trágica realidad.
¿Tendremos esa verdadera revolución  algún día?
 Ese es mi más ferviente deseo. Nadie puede predecir el futuro. Pero así como estoy seguro de que algún día el hombre viajará a las estrellas, así estoy seguro de que nuestro país se reincorporará a la comunidad de países civilizados y que sus hijos andarán de la mano con los hijos de los países más avanzados del planeta. Como dijo Martin Luther King, guardando las distancias, no sé si lo veré, pero estoy seguro de que esa Venezuela es la tierra prometida y bendita que nos espera al otro lado de la montaña.
  Muchas gracias,
Gustavo


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