Monday, January 2, 2017

Guillermo A. Cochez: Cómplices de crisis de Venezuela sufren sus consecuencias

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Guillermo Cochez

Durante los 16 años que lleva en el poder el régimen instaurado por Hugo Chávez, por diversas razones América Latina le dio la espalda a esa crisis; como si nunca los afectaría a ellos. Se comieron el cuento de que todo lo que pasaba allí adentro era asunto que soberanamente solo le competía a Venezuela. Ignoraron los fraudes electorales como se fueron perpetuando en el poder; hicieron caso omiso de las reiteradas violaciones de derechos humanos en que incurría el régimen; obviaron los múltiples abusos de su propia Constitución. Miraron para otro lado mientras se les advertía de quienes gobernaban Venezuela eran una banda de ladrones, vestidos de color rojo para simular que eran izquierdistas. Evitaron ver las bandas y colectivos armados auspiciados por el régimen que hicieron de la violencia una política de Estado. Desconocieron los avisos de que en las altas esferas de poder existía un poderoso cartel de drogas.
En la Organización de Estados Americanos (OEA) tuvieron aliados como César Gaviria y José Miguel Insulza que, por temor a los insultos de Chávez u otras razones, se taparon los ojos frente a lo que ocurría en la cuna de Bolívar, sorteando todas las posibilidades a su alcance para enfrentar a un régimen que con el pasar de los años se convertía en una dictadura, que se desgañitaba contra el imperialismo yanqui, pero que terminó controlada políticamente por Cuba.
Los norteamericanos callaban porque les perseguía el complejo de seguir siendo los instigadores de golpes y rebeliones en nuestros países en un pasado no tan lejano. Canadá era nueva en el organismo y sola, poco podía hacer. El Caribe, casi en su totalidad estaba entregado a cambio del petróleo que les vendía a precios regalados que ni siquiera pagaban. Tal era la influencia venezolana en esa área con 15 votos de 33 en la OEA, que llegaron a tener más legaciones diplomáticas en las islas que el propio EE.UU., el anterior mecenas de los caribeños.
México, con su equivocada política de neutralidad, nunca quiso jugar un papel hegemónico en el liderazgo continental. Chávez, ideológicamente llegó a controlar a Bolivia, a Nicaragua, a Ecuador y a Argentina, donde la hija de Chávez se hizo millonaria revendiendo arroz argentino, y solapadamente Brasil, tratando de hacer lo mismo con Zelaya en Honduras y con Lugo en el Paraguay, y en el camino beneficiario de millonarios negocios de construcción y compra de alimentos. Países democráticos como Chile, con traumáticas experiencias con la dictadura de Pinochet, prefirieron mantenerse aislados del problema; estaba muy lejos de sus costas. Colombia, por razones económicas, miró para otro lado, aunque con el Gobierno de Álvaro Uribe tuvo la valentía de denunciar la presencia de bases de la FARC en territorio venezolano, auspiciados por el ejército de Venezuela y atacar territorio ecuatoriano para acabar con el campamento guerrillero que en ese país tenía el comandante Raúl Reyes. Perú nunca se enfrentó en la OEA a lo que se decía podía venir, al igual que Panamá que se sintió privilegiada por todo lo que se compraba para Venezuela en la Zona Libre de Colón.
Los tiempos cambiaron; la Venezuela poderosa y rica, terminó corroída por la más gigantesca corrupción que se haya conocido en América. Se robaron miles y miles de millones de dólares. Destruyeron el aparato productivo a punta de innecesarias y caprichosas expropiaciones; aniquilaron a su clase política persiguiendo y encarcelando a muchos de sus dirigentes. El bolívar, que se cambiaba a 6.30 por dólar llegó a estar en los 5000 por cada uno. Cerraron inconsultamente la frontera con Colombia. Fueron suspendidos del Mercosur por incumplir su normativa. Maduro terminó siendo peor que Chávez al carecer del liderazgo interno del chavismo y al no tener un coeficiente mental normal.
Hoy vemos cómo algunos países reaccionan frente a la migración venezolana que inunda sus lares, en especial aquellos como Estados Unidos, Panamá, Colombia y Chile donde florecen las oportunidades que cada día desaparecen más en su tierra natal. Pero, ¿de quién es a culpa de lo que pasa hoy en Venezuela y que motiva que muchos de los suyos quieran pasar el trauma de la inmigración? Ahora nos quejamos, pero cuando pudimos hacer algo fuimos tan ingenuos al decir ‘que los problemas de los venezolanos deben ser resueltos por los mismos venezolanos’. ¿De qué nos lamentamos ahora, si fuimos cómplices de una de las tragedias más grandes que ha vivido esta gran América que soñó el gran Simón Bolívar?
Frente a esa cruda realidad, debemos ser lo más solidarios que podamos con quienes nos escogen para que seamos su segunda patria. Como dirían los venezolanos: ‘!Calénsela ahora!’.
EMBAJADOR DE PANAMÁ EN LA OEA, 2009-2010.
Publicado originalmente en el diario La Estrella (Panamá)

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