Saturday, February 25, 2017

Sofía y Zapata: una amistad para la historia

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Eddy Reyes Torres

(El presente texto lo escribo en homenaje a nuestra querida Sofía Ímber, gran amiga de Zapata, quien falleció el pasado lunes 20 de febrero a la edad de 92 años)
Hay afectos que son tempranos. Eso ocurrió en el caso de Pedro León Zapata y Sofía Ímber. La periodista y figura capital de las artes plásticas venezolanas y de Latinoamérica, visitó la exposición de Zapata en la galería El Puente, que se realizó en Caracas en 1966, y quedó marcada por lo que allí vio. Así lo pone de manifiesto en el artículo –titulado “Pedro León Zapata”– que escribió en esa ocasión para la revista Diners. Con su fluida prosa de experimentada de crítico de arte resalta que “la mezcla de humor y arte suele ser explosiva”, y que eso se manifiesta más por el hecho de que el expositor “es un buen pintor”. Sin repiqueteo de campanas, su argumentación no deja espacio para la duda: “Sabe lograr toda esa gama de matices, formas y colores, resplandores y sombras para crear espacios y volúmenes”. Redondea entonces su tajante afirmación señalando que, en su trabajo pictórico, el artista “entra igualmente con cierto aire sorprendente de quien no desea tomar en serio las cosas y echa en un momento un pincelazo de severidad donde se ríe a carcajadas un azul y se tiñe de melancolía el rojo y surge el blanco de un diente acusador entre los delicados tintes de las mejillas de una dama”. Resaltado lo anterior, concluye su faena indicando: “No se puede separar el Zapata de las caricaturas del Zapata pintor, porque uno y otro desembocan en un individuo perfectamente único”.
Como regalo de navidad, la visita anterior entusiasmó enormemente al artista, quien no perdió la oportunidad de manifestar su agradecimiento. En la entrevista que Arlette Machado le hizo a Zapata a raíz de elaboración de su libro Mil Sofía, éste confesó que cuando ella fue a ver la exposición él no se encontraba allí, pero el dueño de la galería le refirió después que sus opiniones habían sido muy elogiosas. Luego agregó:
“Yo era muy poco conocido como pintor, aunque mis caricaturas en El Nacional se publicaban desde hacía más de un año. Ella solicitó un autorretrato mío para ilustrar su comentario en la revista Diners. Yo le hice el dibujo, pero todavía no nos conocíamos. Me publicó el dibujo aunque, aquí entre nos, tenía un error muy propio de mi falta de habilidad social. Se lo dediqué a ella y a Guillermo Meneses. Salió sin la dedicatoria. Ella lo debe tener porque se lo regalé (Machado, Arlette, Mil Sofía, Editorial Libros Marcados, Caracas, 2012, pp. 150-151)”.
Pero hay una parte del asunto que Zapata le comentó a Manón Kübler y que no quedó recogido explícitamente en el comentario a Machado: cuando le dedica su autorretrato a Sofía y Meneses, ya Sofía tenía algún tiempo unida a Carlos Rangel. Por eso le dice a Kübler: “Creo que no se molestó conmigo; pienso que se dio cuenta de que no estaba enterado de nada. Recibió aquel autorretrato y, además, lo agradeció (Kübler, Manón, Sofía Ímber. La intransigente, Grijalbo, S.A., Caracas, 1994, pp. 112-113)”.
Nueve años más tarde del primer encuentro con su obra, Sofía le abrió las puertas del Museo de Arte Contemporáneo a Zapata:
“Viendo el trabajo de Pedro León me dije: ‘El Museo para Zapata, ¿por qué no? Si hay alguien que puede mostrar algo nuevo en estos espacios es él’. Y se lo planteé; creo que él se asustó más que yo. Para ese entonces y luego de haber sido presentados artistas como Bacon, Miró, Picasso, era casi un atrevimiento proponer algo como eso y, sin embargo, lo propusimos porque Zapata no sólo era un gran caricaturista, sino un gran artista (Sainz Borgo, Karina, “Habla Sofía Ímber: ‘Zapata está preñado del país’”, Papel Literario del diario El Nacional, sábado 19 de febrero de 2005, p. 2)”. 
La exhibición se tituló Todo el Museo para Zapata y fue inaugurada por el presidente de la República (Carlos Andrés Pérez), el jueves 8 de mayo de 1975. El evento fue multitudinario, con ribetes de gran celebración. Durante todos los días que la exposición se mantuvo abierta, la concurrencia fue igualmente tumultuosa, transformando así los espacios del museo en permanente fiesta de carácter popular.
Tres semanas después de la apoteósica inauguración, Sofía publicó un artículo en el que puso los puntos sobre las íes:
“La exposición no agrega nada a lo que ya yo sabía y sentía sobre Zapata (…) un pintor ‘popular’ en el buen sentido de esa palabra tan maltratada, ‘popular’ como fueron los arquitectos y los escultores y los maestros de obras de las catedrales medievales (…) un gran artista sobre quien, por cierto, el público jamás se ha equivocado, pero a quien no le habían dejado jugar en ‘las grandes ligas’. Es decir, que era el ‘negro’ de la pintura venezolana. Trece mil personas asistieron un domingo al museo para ver la exposición. Fue una respuesta a los críticos que ‘no han tenido tiempo de ver la exposición’ (Ímber, Sofía, “A las multitudes no les hace falta los críticos”, diario El Nacional, 26 de mayo de 1975)”.
Con ocasión de la exhibición, el Museo de Arte Contemporáneo editó un catálogo con materiales diversos: textos de Sofía Ímber y José Balza, la entrevista que Julio Barroeta Lara le hizo a Pedro León en junio de 1971 (publicada el 14 de ese mes y año en El Nacional), y la nota que escribió Álvaro Benavides con ocasión de la muestra Revolucionarios y Jijos de la Pelona, en la Galería de Arte de la UCV. En su escrito, Sofía dice:
“Quién sabe si en el fondo Zapata no tiene la culpa de que me haya enredado en esto de dirigir un Museo. Porque en cierto modo, al darle todo el Museo a Zapata, ahora es cuando siento que estoy haciendo algo que de otra manera no se hubiera hecho, y que en todo caso no se había hecho. Desde hace años me preguntaba y le preguntaba a todo el mundo: ¿Por qué a Zapata no le dan premios de pintura? ¿Por qué a Zapata no lo mandan nunca a las bienales y otras grandes muestras internacionales a representar a Venezuela? ¿Por qué Zapata no parece ser considerado entre nosotros pintor (y ni siquiera se dice lo que está a la vista todos los días): que es uno de los mejores dibujantes satíricos del mundo? Pues bien, Zapata no sólo es pintor, sino que es un pintor excepcional, con un oficio que va más allá del oficio…”.
La exposición anterior fue determinante para que a Pedro León se le concediera el Premio Nacional de Artes Plásticas correspondiente a 1980. El reconocimiento fue anunciado el 4 de septiembre de 1981. El jurado estuvo integrado por Sofía Ímber, Roberto Guevara, Carlos Silva, Manuel Espinoza y Mateo Manaure. El galardón fue acordado por mayoría (Imber, Guevara y Espinoza), con los votos salvados de Silva y Manaure, quienes defendieron el nombre de Pascual Navarro. La mayoría justificó el premio a Zapata por: “…su extraordinaria y continua labor en varios campos de las artes plásticas, como el dibujo y la pintura (…) la obra de Zapata es una alternativa creadora original que contribuye a la formación de una conciencia cultural y artística más amplia”.
Extrañamente, la mayoría del jurado prefirió no romper el celofán y otorgar el merecido galardón a Zapata por sus méritos como el más grande caricaturista venezolano de todos los tiempos. Una periodista del El Nacional, Mara Comerlati, da en el blanco cuando lo entrevista por la ocasión y le pregunta a quemarropa: “¿Este premio de Artes Plásticas, no es también un reconocimiento al humor como factor de creación?”. Ante el acertado planteamiento, él responde:
“Creo que sí, y en esta parte sí debo hablar en otro tono. Creo que si por algo vale lo que yo hago, es por el contenido humorístico que pueda tener. Creo que el humorismo y lo he dicho muchas veces, es la cosa más importante que existe, y aunque en este momento me estén premiando estrictamente por mi trabajo plástico, considero que ese aspecto impremiable que es el humorismo es lo que da a mi trabajo una cierta importancia”.
El alto valor que tiene para Zapata lo humorístico es ratificado más tarde, cuando le dice a Katherine Chacón esto: “En Venezuela, sobre todo, hay una cierta tendencia tradicional a considerar el humorismo como un oficio menor. Y resulta que no es así. El humorismo no tiene nada que ver con la inferioridad, como lo demuestra el hecho de que la máxima obra de nuestra literatura, El Quijote, es una obra humorística”.
Que no se tenga ninguna duda, Sofía y Zapata tienen ganado un puesto principal en nuestra historia patria.
@EddyReyesT

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